Inferno Ibn Arabi Dante

Miguel Asín Palacios — Escatologia Muçulmana na Divina Comédia

3. Las líneas generales de este escenario infernal, esbozadas por los autores de las tradiciones islámicas desde los primeros siglos, fueron conservadas con religioso respeto por los teólogos, sobre todo por los místicos, que las glosaron fantásticamente y hasta intentaron, a veces, interpretarlas por medio de gráficos, esquemas y dibujos.

Uno de esos teólogos místicos anteriores a Dante es el murciano Ibn Arabi, cuyas ascensiones alegóricas vimos cuan sugestivas semejanzas ofrecen con la dantesca . En su monumental libro Futuha consagra extensos capítulos a la descripción del infierno, tal y como el Alcorán y las tradiciones lo pintan, pero, además, según a los místicos se les manifiesta en sus revelaciones extáticas. La descripción coincide esencialmente con las fuentes tradicionales en concebir el infierno como un pozo o abismo de profundidad fabulosa, constituido por siete peldaños, escalones o estratos circulares, cuyos nombres son los ya conocidos; pero las innovaciones introducidas por el sufi murciano son muy interesantes. Ante todo, cada uno de los siete pisos está destinado a una categoría de reos, cuya condenación se debió a un determinado pecado, cometido con uno de los siete órganos corpóreos, a saber, y contando de arriba abajo: ojos, oídos, lengua, manos, vientre, órgano sexual y pies. Se ve, pues, que esta división tiene ya, como la dantesca, un criterio principal ético, y no dogmático, cual acaecía en las tradiciones musulmanas primitivas. Sin embargo, Ibn Arabi amalgama ambos criterios, puesto que supone subdividido cada piso o círculo en cuatro cuadrantes, destinados cada uno a una de estas cuatro categorías de reos dogmáticos: los incrédulos; los politeístas; los ateos; los hipócritas en la fe. Además, cada círculo se subdivide, desde otro punto de vista, en dos mitades o semicírculos: uno, para los reos del pecado ético respectivo (vista, oído, etc.) externo, o de acción consumada; otro, para el mismo pecado interno, es decir, de pensamiento o deseo. Finalmente, cada círculo encierra un centenar de secundarios peldaños graduales o subpisos, subdivididos en mansiones, celdas o casillas, que en total suman tanto como las mansiones del cielo. Pero no se limita a esto Ibn Arabi; aficionado a los esquemas geométricos como medio de ejemplificar lo más abstruso y metafísico, no había de omitir este recurso para que su plano infernal entrase por los ojos. Y ese plano es circular, exactamente igual que el dantesco. El dice que los sufies españoles de la escuela de Ibn Masarra, y especialmente Ibn Qasiyy, el famoso jefe de los muridin, imaginaba el aspecto exterior o figura del infierno como la figura de una serpiente. Ahora bien, siendo el infierno dantesco y el musulmán una superposición de estratos circulares, cuyo diámetro disminuye gradualmente hacia abajo, tiene que ofrecer, mirado idealmente desde arriba, desde el plano superior, una planta o proyección horizontal formada por varias circunferencias concéntricas, es decir, una figura que no difiere sensiblemente de la espiral que con su cuerpo dibujase una enorme serpiente enroscada. Y, en efecto, Ibn Arabi nos ha conservado en las páginas de su Futuha el diseño o croquis que acabamos de describir y que a continuación reproducimos en la página siguiente.

Suprimiendo en ese diseño los elementos que para el cotejo son de un valor accesorio o los repetidos por motivos de simetría artística, y traduciendo al castellano las inscripciones arábigas, daría de sí el esquema reproducido debajo en la misma lámina (figura 2a — figuras não reproduzida aqui).

Los dantistas, interpretando gráficamente las descripciones del poeta florentino, han trazado también planos de la arquitectura del infierno, como de las otras mansiones de ultratumba. Manfredi Porena, en su Commento gráfico alia Divina Commedia per uso delle scuole (Milano, 1902), dibuja la planta o proyección horizontal del infierno dantesco en idéntica forma que el plano infernal de Ibn Arabi, salva la diferencia del número de los círculos concéntricos, que son diez en aquél y siete en éste. Véase reproducida en la misma lámina (figura 3a, parte superior o circular). Porena la describe en el texto (p. 9), diciendo que «consta de diez espacios en forma de anillo, concéntricos entre sí y gradualmente menores y más profundos».

Pero, además, traza Porena (como se ve en la parte inferior de la misma figura 3a) el perfil correspondiente a la planta, o sea la sección longitudinal del infierno dantesco, que aparece como una serie de diez escalones o gradas de un anfiteatro. En la edición Fraticelli, de la Divina Comedia, insértase también este mismo diseño de perfil. Ibn Arabi no nos da en su Futuha la figura de esta sección longitudinal; pero otros sufies que la han trazado en sustitución de la planta, coinciden absolutamente con esos diseños dantescos del perfil. Véase, en efecto, el perfil del infierno islámico (figura 4a), debido al autor turco Ibrahim Hakki, que aparece en su obra enciclopédica Ma’rifet N’ameb.

Miguel Asín Palacios