René Guénon — Robert Fludd
Hay más aún: el diamante se considera como la “piedra preciosa” por excelencia; y esta “piedra preciosa” es también, como tal, un símbolo de Cristo, que se encuentra aquí identificado a su otro símbolo, la “piedra angular”; o, si se prefiere, ambos símbolos están así reunidos en uno. Podría decirse entonces que esa piedra, en cuanto representa un “acabamiento” o un “cumplimiento” (Desde el punto de vista “constructivo”, es la “perfección” de la realización del plan del arquitecto; desde el punto de vista alquímico, es la “perfección” o fin último de la “Gran Obra”; hay exacta correspondencia entre uno y otro), es, en el lenguaje de la tradición hindú, un chintàmani, lo que equivale a la expresión alquímica de Occidente “piedra filosofal” (El diamante entre las piedras y el oro entre los metales son lo más precioso, y tienen además un carácter “luminoso” y “solar”; pero el diamante, al igual que la “piedra filosofal”, a la cual se asimila aquí, se considera como más precioso aún que el oro); y es muy significativo a este respecto que los hermetistas cristianos hablen a menudo de Cristo como la verdadera “piedra filosofal”, no menos que como la “piedra angular” (El simbolismo de la “piedra angular” se encuentra expresamente mencionado, por ejemplo, en diversos pasajes de las obras herméticas de Robert Fludd, citados por A. E. Waite, The Secret Tradition in Freemasonry, PP. 27-28; por otra parte, debe señalarse que tales pasajes contienen esa confusión con la “piedra fundamental” de que hablábamos al principio, lo que el autor que los cita dice por su cuenta acerca de la “piedra angular” en varios lugares del mismo libro tampoco es muy adecuado para esclarecer el punto, y no puede sino contribuir más bien a mantener la confusión indicada). Nos vemos reconducidos así a lo que decíamos anteriormente, con motivo de los dos sentidos en que puede entenderse la expresión árabe rukn el-arkàn, sobre la correspondencia existente entre el simbolismo arquitectónico y el alquímico; y, para terminar con una observación de alcance muy general este estudio ya largo, pero sin duda aún incompleto, pues el tema es de aquellos que son casi inagotables, podemos agregar que dicha correspondencia no es, en el fondo, sino un caso particular de la que existe análogamente, aunque de un modo quizá no siempre tan manifiesto, entre todas las ciencias y todas las artes tradicionales, pues en realidad todas ellas son otras tantas expresiones y aplicaciones diversas de las mismas verdades de orden principial y universal. SFCS : LA “PIEDRA ANGULAR”
Ahora que hemos hecho conocer suficientemente la vida y el carácter de Mme Blavatsky, debemos hablar un poco acerca de sus obras: si no se deben a las revelaciones de ningún «Mahâtmâ» auténtico, ¿de dónde provienen los conocimientos bastante variados que tienen? Esos conocimientos, los había adquirido de una manera natural en el curso de sus numerosos viajes, y también por lecturas diversas, aunque hechas sin método y bastante mal asimiladas. Ella poseía «una cultura vasta, aunque un poco salvaje», ha dicho Sinnett mismo. Se cuenta que durante sus primeras peregrinaciones por el Levante en compañía de Metamon, había penetrado en algunos monasterios del monte Athos, y que es en sus bibliotecas donde descubrió, entre otras cosas, la teoría alejandrina del Logos. Durante su estancia en Nueva York, leyó las obras de Jacob Boehme, que fueron sin duda casi todo lo que conoció referente a la teosofía auténtica, y también las de Eliphas Lévi, a las que cita tan frecuentemente; probablemente leyó también la Qabbalah Denudata de Knorr de Rosenroth, y varios otros tratados sobre Kábala y Hermetismo. En las cartas que Olcott dirigía en aquella época a Stainton Moses, se hace mención de algunas obras de carácter bastante variado; leemos por ejemplo esto: «Le remito a usted, para una interesante compilación de hechos mágicos, a los trabajos de (Gougenot) de Mousseaux, que, aunque es un católico ciego y creyente implícito en el diabolismo, ha recogido una multitud de hechos preciosos, que el espíritu ilustrado y emancipado de usted estimará en su valor. También encontrará beneficioso leer los trabajos sobre las sectas orientales y las órdenes sacerdotales; y hay algunas particularidades interesantes en los Modern Egyptians de Lane». En otra carta posterior, además de mencionarse L’Etoile Flamboyante y la Magia Adamica, de las que ya hemos hablado, se trata acerca de un escrito hermético anónimo, titulado The Key to the conceiled Things since the beginning of the World. En otra carta, Olcott recomienda a su corresponsal la lectura del Spiritisme dans le Monde de Jacolliot, y otros libros del mismo autor sobre la India, libros que, por lo demás, no contienen absolutamente nada serio; y todas estas lecturas eran sin duda las que Olcott mismo leía entonces con Mme Blavatsky, de la que decía en esta misma carta, escrita en 1876: «Espere a que nosotros tengamos tiempo de acabar su libro, y entonces encontrará al ocultismo tratado en buen inglés; muchos misterios de Fludd y de Filaletes, de Paracelso y de Agripa, están interpretados de manera que cualquiera que lo desee puede leerlos». El Teosofismo : IX — LAS FUENTES DE LAS OBRAS DE Mme BLAVATSKY