La doctrina iniciática es, en su esencia, puramente metafísica en el sentido verdadero y original de este término; pero, en el islam como en las demás formas Tradicionales, conlleva además, a título de aplicaciones más o menos directas a diversos dominios contingentes, todo un conjunto complejo de «ciencias Tradicionales»; y estando estas ciencias como suspendidas de los principios metafísicos de los que dependen y derivan enteramente, y extrayendo por otra parte de ese vinculamiento y de las «transposiciones» que el mismo permite todo su valor real, son por ahí, si bien que a un rango secundario y subordinado, parte integrante de la doctrina misma y en punto ninguno añadiduras o agregados más o menos artificiales y superfluos. Hay algo ahí que parece particularmente difícil de comprender para los occidentales, sin duda porque no pueden encontrar entre ellos ningún punto de comparación a este respecto; hubo sin embargo ciencias análogas en occidente, en la Antigüedad y en la Edad Media, pero son ya cosas enteramente olvidadas de los modernos, quienes ignoran la verdadera naturaleza de las ciencias en cuestión y con frecuencia ni tan siquiera conciben su existencia; y, muy especialmente, los que confunden el esoterismo con el misticismo no saben cuáles pueden ser las funciones y el lugar de esas ciencias, que, evidentemente, representan conocimientos tan alejados como es posible de lo que pueden ser las preocupaciones de un místico, y cuya incorporación al «çûfîsmo», por consiguiente, constituye para ellos un indescifrable enigma. Tal es la ciencia de los números y de las letras, de la que hemos indicado un ejemplo más atrás para la interpretación del término çûfî, y que no se encuentra bajo una forma comparable más que en la qabbalah hebraica, en razón de la estrecha afinidad de lenguas que sirven a la expresión de estas dos Tradiciones, lenguas de las que la ciencia en cuestión es incluso la única que puede dar la comprensión profunda. Tales son también las diversas ciencias «cosmológicas» que entran en parte en lo que se designa bajo el nombre de «HERMETISMO», y debemos notar a este propósito que la alquimia no es entendida en un sentido «material» más que por los ignorantes para los que el simbolismo es letra muerta, aquellos mismos que los verdaderos alquimistas de la Edad Media occidental estigmatizaban con los nombres de «sopladores» y de «quemadores de carbón», y que fueron los auténticos precursores de la química moderna, por poco halagüeño que sea para ésta un tal origen. Del mismo modo, la astrología, otra ciencia cosmológica, es en realidad muy distinta cosa que el «arte adivinatorio» o la «ciencia conjetural» que quieren ver ahí únicamente los modernos; la misma se refiere ante todo al conocimiento de las «leyes cíclicas», que juega una función importante en todas las doctrinas Tradicionales. Hay por otra parte una cierta correspondencia entre todas estas ciencias que, por el hecho de que proceden esencialmente de los mismos principios, son, bajo cierto punto de vista, como representaciones diferentes de una sola y misma cosa: Así, la astrología, la alquimia e inclusive la ciencia de las letras no hacen por así decir más que traducir las mismas verdades en las lenguas propias a diferentes órdenes de realidad, unidos entre ellos por la ley de la analogía universal, fundamento de toda correspondencia simbólica; y, en virtud de esta misma analogía, esas ciencias encuentran, por una transposición apropiada, su aplicación en el dominio del «microcosmo» tanto como en el del «macrocosmo», ya que el proceso iniciático reproduce en todas sus fases, el proceso cosmológico mismo. Es menester por lo demás, para tener la plena consciencia de todas estas correlaciones, haber llegado a un grado muy elevado de la jerarquía iniciática, grado que se designa como el «azufre rojo» (el-Kebrît el ahmar); y el que posee este grado puede, por la ciencia denominada simiâ (palabra que es menester no confundir con Kimiâ), operando algunas mutaciones sobre las letras y los números, actuar sobre los seres y las cosas que corresponden a éstos en el orden cósmico. El jafr, que, según la Tradición, debe su origen a Seyidnâ Ali mismo, es una aplicación de esas mismas ciencias a la presión de los acontecimientos futuros; y esta aplicación en la que intervienen naturalmente las «leyes cíclicas» a las cuales hacíamos alusión hace un momento, presenta, para quien sepa comprenderla e interpretarla (pues hay ahí como una especie de «criptografía», lo que no es por lo demás más de sorprender que la notación algebraica), todo el rigor de una ciencia exacta y matemática. Se podrían citar muchas otras «ciencias Tradicionales» de las que algunas parecerían quizás todavía más extrañas a los que en punto ninguno tienen el hábito de estas cosas; pero es menester limitarnos, y no podríamos insistir más sobre esto sin salir del cuatro de esta exposición en que debemos forzosamente atenernos a las generalidades. 9 AEIT EL ESOTERISMO ISLÁMICO
En todo esto, no hacemos en suma más que expresar en otros términos y más explícitamente lo que ya hemos dicho más atrás sobre la necesidad de un vinculamiento efectivo y directo y la vanidad de un vinculamiento «ideal»; y, a este respecto, es menester no dejarse engañar por las denominaciones que se atribuyen algunas organizaciones, denominaciones a las que no tienen ningún derecho, pero con las que intentan darse una apariencia de autenticidad. Así, para retomar un ejemplo que ya hemos citado en otras ocasiones, existe una multitud de agrupaciones, de origen muy reciente, que se titulan «rosacrucianos», sin haber tenido jamás el menor contacto con los Rosa-Cruz, bien entendido, aunque no fuera más que por alguna vía indirecta y desviada, y sin saber siquiera lo que éstos han sido en realidad, puesto que se los representan casi invariablemente como habiendo constituido una «sociedad», lo que es un error grosero y también específicamente moderno. Lo más frecuentemente, es menester no ver ahí más que la necesidad de adornarse con un título efectista o la voluntad de imponerse a los ingenuos; pero, incluso si se considera el caso más favorable, es decir, si se admite que la constitución de algunas de esas agrupaciones procede de un deseo sincero de vincularse «idealmente» a los Rosa-Cruz, eso no será todavía, bajo el punto de vista iniciático, más que una pura nada. Por lo demás, lo que decimos sobre este ejemplo particular se aplica igualmente a todas las organizaciones inventadas por los ocultistas y demás «neoespiritualistas» de todo género y de toda denominación, organizaciones que, sean cuales sean sus pretensiones, no pueden, en toda verdad, ser calificadas más que de «pseudoiniciáticas», ya que no tienen absolutamente nada real que transmitir, y ya que lo que presentan no es más que una contrahechura, e incluso muy frecuentemente una parodia o una caricatura de la iniciación (NA: Investigaciones que hemos debido hacer sobre este tema, en un tiempo ya lejano, nos han conducido a una conclusión formal e indudable que debemos expresar aquí claramente, sin preocuparnos de los furores que la misma puede arriesgarse a suscitar por diversos lados: si se pone aparte el caso de la supervivencia posible de algunas raras agrupaciones de HERMETISMO cristiano de la edad media, por lo demás extremadamente restringidas, es un hecho que, de todas las organizaciones con pretensiones iniciáticas que están actualmente extendidas en el mundo occidental, no hay más que dos que, por decaídas que estén una y otra a consecuencia de la ignorancia y de la incomprehensión de la inmensa mayoría de sus miembros, pueden reivindicar un origen tradicional auténtico y una transmisión iniciática real; estas dos organizaciones, que, a decir verdad, no fueron primitivamente más que una sola, aunque con ramas múltiples, son el Compañerazgo y la Masonería. Todo lo demás no es más que fantasía o charlatanismo, cuando no sirve incluso para disimular algo peor; ¡y en este orden de ideas, no hay invención, por absurda o por extravagante que sea, que no tenga en nuestra época alguna posibilidad de triunfar y de ser tomada en serio, desde los delirios ocultistas sobre las «iniciaciones en astral» hasta el sistema americano, de intenciones sobre todo «comerciales», de las pretendidas «iniciaciones por correspondencia»!). 267 RGAI DE LA REGULARIDAD INICIÁTICA
La distinción que indicamos está lejos de reducirse a una simple cuestión de terminología, y se vincula en realidad a algo que es de un orden mucho más profundo, puesto que el término Rosa-Cruz, como lo hemos explicado, es propiamente la designación de un grado iniciático efectivo, es decir, de un cierto estado espiritual, cuya posesión, evidentemente, no está ligada de una manera necesaria al hecho de pertenecer a una cierta organización definida. Lo que representa, es lo que se puede llamar la perfección del estado humano, ya que el símbolo mismo de la Rosa-Cruz, por los dos elementos de los que está compuesto, figura la reintegración del ser en el centro de este estado y la plena expansión de sus posibilidades individuales a partir de este centro; por consiguiente, marca muy exactamente la restauración del «estado primordial», o, lo que equivale a lo mismo, el acabamiento de la iniciación a los «misterios menores». Por otro lado, desde el punto de vista que se puede llamar «histórico», es menester tener en cuenta el hecho de que esta designación de Rosa-Cruz, ligada expresamente al uso de un cierto simbolismo, no ha sido empleada más que en algunas circunstancias determinadas de tiempo y de lugar, fuera de las cuales sería ilegítimo aplicarla; se podría decir que aquellos que poseían el grado de que se trata han aparecido como Rosa-Cruz en esas circunstancias únicamente y por razones contingentes, como, en otras circunstancias, han podido aparecer bajo otros nombres y bajo otros aspectos. Eso, bien entendido, no quiere decir que el símbolo mismo al que se refiere este nombre no pueda ser mucho más antiguo que el empleo que se ha hecho así de él, e incluso, como para todo símbolo verdaderamente tradicional, sería sin duda completamente vano buscarle un origen definido. Lo que queremos decir, es sólo que el nombre sacado del símbolo no ha sido aplicado a un grado iniciático sino a partir del siglo XIV, y, además, únicamente en el mundo occidental; así pues, no se aplica más que en relación a una cierta forma tradicional, que es la del esoterismo cristiano, o, más precisamente todavía, la del HERMETISMO cristiano; volveremos más adelante sobre lo que es menester entender exactamente por el término «HERMETISMO». 876 RGAI ROSA-CRUZ Y ROSACRUCIANOS
Lo que acabamos de decir está indicado por la «leyenda» misma de Christian Rosenkreutz, cuyo nombre es por lo demás puramente simbólico, y en el que es muy dudoso que sea menester ver un personaje histórico, hayan dicho lo que hayan dicho algunos de él, sino que aparece más bien como la representación de lo que se puede llamar una «entidad colectiva» (NA: Esta «leyenda» es en suma del mismo género que las demás «leyendas» iniciáticas a las que ya hemos hecho alusión precedentemente.). El sentido general de la «leyenda» de este fundador supuesto, y en particular los viajes que le son atribuidos (NA: Recordaremos aquí la alusión que hemos hecho más atrás al simbolismo iniciático del viaje; por lo demás, sobre todo en conexión con el HERMETISMO, hay muchos otros viajes, como los de Nicolás Flamel por ejemplo, que parecen tener ante todo una significación simbólica.), parece ser que, después de la destrucción de la Orden del Temple, los iniciados al esoterismo cristiano se reorganizaron, de acuerdo con los iniciados al esoterismo islámico, para mantener, en la medida de lo posible, el lazo que había sido aparentemente roto por esta destrucción; pero esta reorganización debió hacerse de una manera más oculta, invisible en cierto modo, y sin tomar su apoyo en una institución conocida exteriormente y que, como tal, habría podido ser destruida todavía una vez más (NA: De ahí el nombre de «Colegio de los Invisibles» dado algunas veces a la colectividad de los Rosa-Cruz.). Los verdaderos Rosa-Cruz fueron propiamente los inspiradores de esta reorganización, o, si se quiere, fueron los poseedores del grado iniciático del que hemos hablado, considerados especialmente en tanto que desempeñaron este papel, que se continuó hasta el momento donde, a consecuencia de otros acontecimientos históricos, el lazo tradicional del que se trata fue definitivamente roto para el mundo occidental, lo que se produjo en el curso del siglo XVII (NA: La fecha exacta de esta ruptura está marcada, en la historia exterior de Europa, por la conclusión de los tratados de Westfalia, que pusieron fin a lo que subsistía todavía de la «Cristiandad» medieval para sustituirla por una organización puramente «política» en el sentido moderno de esta palabra.). Se dice que los Rosa-Cruz se retiraron entonces a oriente, lo que significa que, en adelante, ya no ha habido en occidente ninguna iniciación que permita alcanzar efectivamente este grado, y también que la acción que se había ejercido a su través hasta entonces para el mantenimiento de la enseñanza tradicional correspondiente dejó de manifestarse, al menos de una manera regular y normal (NA: Sería completamente inútil buscar determinar «geográficamente» el lugar de retiro de los Rosa-Cruz; de todas las aserciones que se encuentran sobre este punto, la más verdadera es ciertamente aquella según la cual se «retiraron al reino del Prestejuan», no siendo éste otra cosa, como lo hemos explicado en otro parte (NA: El Rey del Mundo, PP. 13-l5, ed. francesa), que una representación del centro espiritual supremo, donde se conservan efectivamente en estado latente, hasta el fin del ciclo actual, todas las formas tradicionales, que por una razón o por otra, han dejado de manifestarse en el exterior.). 878 RGAI ROSA-CRUZ Y ROSACRUCIANOS
Hay todavía un punto sobre el que debemos volver para más precisión: hemos dicho que debió haber, en el origen del Rosacrucianismo, una colaboración entre iniciados a los dos esoterismos cristiano e islámico; esta colaboración debió continuarse también después, puesto que se trataba precisamente de mantener el lazo entre las iniciaciones de oriente y occidente. Iremos incluso más lejos: los mismos personajes, hayan venido del cristianismo o del islamismo, han podido, si han vivido en oriente y en occidente (y, aparte de todo simbolismo, las alusiones constantes a sus viajes hacen pensar que este debió ser el caso de muchos de entre ellos), ser a la vez Rosa-Cruz y (ûfîs (o mutaçawwufin de los grados superiores), puesto que el estado espiritual que habían alcanzado implicaba que estaban más allá de las diferencias que existen entre las formas exteriores, y que no afectan en nada a la unidad esencial y fundamental de la doctrina tradicional. Bien entendido, por eso no conviene menos mantener, entre Taçawwuf y Rosacrucianismo, la distinción que es la de las dos formas diferentes de enseñanza tradicional; y los Rosacrucianos, discípulos más o menos directos de los Rosa-Cruz, son únicamente aquellos que siguen la vía especial del HERMETISMO Cristiano; pero no puede haber ninguna organización iniciática plenamente digna de este nombre y que posea la consciencia efectiva de su meta, que no tenga, en la cima de su jerarquía, seres que hayan rebasado la diversidad de las apariencias formales. Esos podrán, según las circunstancias, aparecer como Rosacrucianos, como mutaçawwufîn, o en otros aspectos todavía; ellos son verdaderamente el lazo vivo entre todas las tradiciones, porque, por su consciencia de la unidad, participan efectivamente en la gran Tradición primordial, de la que todas las demás se derivan por adaptación a los tiempos y a los lugares, y que es una como la Verdad misma. 886 RGAI ROSA-CRUZ Y ROSACRUCIANOS
Hemos dicho precedentemente que los Rosa-Cruz eran propiamente seres llegados a la terminación efectiva de los «misterios menores», y que la iniciación rosacruciana, inspirada por ellos, era una forma particular que se vinculaba al HERMETISMO cristiano; relacionando esto con lo que acabamos de explicar en último lugar, se debe poder comprender ya que el HERMETISMO, de una manera general, pertenece al dominio de lo que se designa como la «iniciación real». No obstante, será bueno aportar todavía algunas precisiones sobre este punto, ya que ahí también se han introducido muchas confusiones, y la palabra «HERMETISMO» misma es empleada por muchos de nuestros contemporáneos de una manera muy vaga e incierta; en eso no queremos hablar sólo de los ocultistas, para los cuales la cosa es muy evidente, pero hay otros que, aunque estudian la cuestión de una manera más seria, quizás a causa de algunas ideas preconcebidas, no parecen haberse dado cuenta muy exactamente de lo que se trata en realidad. 926 RGAI ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL HERMETISMO
Es menester notar primeramente que esta palabra «HERMETISMO» indica que se trata de una tradición de origen egipcio, revestida después de una forma helenizada, sin duda en la época alejandrina, y transmitida bajo esta forma, en la edad media, a la vez al mundo islámico y al mundo cristiano, y, agregaremos, al segundo en gran parte por la intermediación del primero (NA: Esto hay que relacionarlo también con lo que hemos dicho de las relaciones que tuvo el Rosacrucianismo, en su origen mismo, con el esoterismo islámico.), como lo prueban los numerosos términos árabes o arabizados adoptados por los hermetistas europeos, comenzando por la palabra misma de «alquimia» (el-kimyâ) (NA: Esta palabra es árabe en su forma, pero no en su raíz; deriva verosímilmente del nombre de Kêmi o «Tierra negra» dado al antiguo Egipto, lo que indica todavía el origen de que se trata.). Así pues, sería completamente abusivo extender esta designación a otras formas tradicionales, como lo sería otro tanto por ejemplo, llamar «Kabbala» a otra cosa que al esoterismo hebraico (NA: La significación del término Qabbalah es exactamente la misma que la de la palabra «tradición»; pero, puesto que esta palabra es hebraica, no hay ninguna razón, cuando se emplea otra lengua diferente del hebreo, para aplicarla a otras formas tradicionales que aquella a la que pertenece en propiedad, y eso no podría más que dar lugar a confusiones. Del mismo modo, la palabra Taçawwuf, en árabe, puede tomarse para designar todo aquello que tiene un carácter esotérico e iniciático, en cualquier forma tradicional que sea; pero, cuando uno se sirve de una lengua diferente, conviene reservarle para la forma islámica a la que pertenece por su origen.); bien entendido, no es que no existan equivalentes suyos en otras partes, pues estos equivalentes existen ciertamente, de suerte que esta ciencia tradicional que es la alquimia (NA: Notamos desde ahora, que es menester no confundir o identificar pura y simplemente alquimia y HERMETISMO; hablando propiamente, el HERMETISMO es una doctrina, y la alquimia es solo una aplicación suya.) tiene su correspondencia exacta en doctrinas como las de la India, del Tíbet y de la China, aunque con modos de expresión y métodos de realización naturalmente bastante diferentes; pero, desde que se pronuncia el nombre de «HERMETISMO», con eso se especifica una forma claramente determinada, cuya proveniencia no puede ser otra que grecoegipcia. En efecto, la doctrina que se designa así se atribuye por eso mismo a Hermes, en tanto que éste era considerado por los griegos como idéntico al Thoth egipcio; por lo demás, esto presenta a esta doctrina como esencialmente derivada de una enseñanza sacerdotal, ya que Thoth, en su papel de conservador y de transmisor de la tradición, no es otra cosa que la representación misma del antiguo sacerdocio egipcio, o más bien, para hablar más exactamente, del principio de inspiración «suprahumano» del que éste tenía su autoridad y en nombre del cual formulaba y comunicaba el conocimiento iniciático. Sería menester no ver en eso la menor contradicción con el hecho de que esta doctrina pertenece propiamente al dominio de la iniciación real, ya que debe entenderse bien que, en toda tradición regular y completa, es el sacerdocio el que, en virtud de su función esencial de enseñanza, confiere igualmente las dos iniciaciones, directa o indirectamente, y quien asegura así la legitimidad efectiva de la iniciación real misma, al vincularla a su principio superior, de la misma manera que el poder temporal no puede sacar su legitimidad más que de una consagración recibida de la autoridad espiritual (NA: Cf. Autoridad espiritual y Poder temporal, cap. II.). 928 RGAI ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL HERMETISMO
Dicho eso, la cuestión principal que se plantea es ésta: lo que se ha mantenido bajo este nombre de «HERMETISMO», ¿puede ser considerado como constituyendo una doctrina tradicional completa en sí misma? La respuesta no puede ser más que negativa, ya que en eso no se trata estrictamente más que de un conocimiento que no es de orden metafísico, sino sólo cosmológico, entendiendo esta palabra en su doble aplicación «macrocósmica» y «microcósmica», ya que no hay que decir que, en toda concepción tradicional, hay siempre una estrecha correspondencia entre estos dos puntos de vista. Por consiguiente, no es admisible que el HERMETISMO, en el sentido que esta palabra ha tomado desde la época alejandrina y que ha guardado constantemente desde entonces, represente, aunque sea a título de «readaptación», la integridad de la tradición egipcia, tanto más cuanto que eso sería claramente contradictorio con el papel esencial desempeñado en ésta por el sacerdocio, papel que acabamos de recordar; aunque, a decir verdad, el punto de vista cosmológico parece haber sido desarrollado especialmente en él, en la medida al menos en la que todavía es posible actualmente saber algo a su respecto, por poco preciso que sea, y aunque sea en todo caso lo más sobresaliente que hay en todos los vestigios suyos que subsisten todavía, ya se trate de texto o de monumentos, es menester no olvidar que el punto de vista cosmológico no puede ser nunca más que un punto de vista secundario y contingente, una aplicación de la doctrina principial al conocimiento de lo que podemos llamar el «mundo intermediario», es decir, del dominio de la manimanifestación sutil donde se sitúan los prolongamientos extracorporales de la individualidad humana, o las posibilidades mismas cuyo desarrollo concierne propiamente a los «misterios menores» (NA: El punto de vista cosmológico comprende también, bien entendido, el conocimiento de la manifestación corporal, pero la considera sobre todo en tanto que se vincula a la manifestación sutil como a su principio inmediato, en lo cual difiere enteramente del punto de vista profano de la física moderna.). 930 RGAI ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL HERMETISMO
Podría ser interesante, pero sin duda bastante difícil, buscar cómo esta parte de la tradición egipcia ha podido encontrarse en cierto modo aislada y conservarse de una manera aparentemente independiente, incorporarse después al esoterismo islámico y al esoterismo cristiano de la edad media (lo que, por lo demás, no habría podido constituir una doctrina completa), hasta el punto de devenir verdaderamente parte integrante del uno y del otro, y de proporcionarles todo un simbolismo que, por una transposición conveniente, ha podido servir incluso a veces de vehículo a verdades de un orden más elevado (NA: En efecto, una tal transposición es posible siempre, desde que el lazo con un principio superior y verdaderamente transcendente no está roto, y hemos dicho que la «Gran Obra» hermética misma puede ser considerada como una representación del proceso iniciático en su conjunto; únicamente, entonces ya no se trata del HERMETISMO en sí mismo, sino más bien en tanto que puede servir de base a algo de un orden diferente, de una manera análoga a aquella en la que el esoterismo tradicional mismo puede ser tomado como base de una forma iniciática.). No queremos entrar aquí en estas consideraciones históricas demasiado complejas; sea como sea, en lo que concierne a esta cuestión particular, recordaremos que las ciencias del orden cosmológico son efectivamente aquellas que, en las civilizaciones tradicionales, han sido sobre todo el patrimonio de los kshatriyas o de sus equivalentes, mientras que la metafísica pura era propiamente, como ya lo hemos dicho, el de los brâhmanes. Por eso es por lo que, debido a un efecto de la rebelión de los kshatriyas contra la autoridad espiritual de los brâhmanes, se han podido ver constituirse a veces corrientes tradicionales incompletas, reducidas únicamente a estas ciencias separadas de su principio transcendente, e incluso, así como lo hemos indicado más atrás, desviadas en el sentido «naturalista», por la negación de la metafísica y el desconocimiento del carácter subordinado de la ciencia «física» (NA: No hay que decir que aquí tomamos esta palabra en su sentido antiguo y estrictamente etimológico.), así como también (puesto que las dos cosas se dan estrechamente, como las explicaciones que hemos dado ya deben hacerlo comprender suficientemente) por el desconocimiento del origen esencialmente sacerdotal de toda enseñanza iniciática, incluso de la destinada más particularmente al uso de los kshatriyas. Esto no quiere decir, ciertamente, que el HERMETISMO constituya en sí mismo una tal desviación o que implique nada de ilegítimo, lo que, evidentemente, habría hecho imposible su incorporación a formas tradicionales ortodoxas; pero es menester reconocer que, en efecto, puede prestarse a ello bastante fácilmente por su naturaleza misma, por poco que se presenten circunstancias favorables a esta desviación (NA: Tales circunstancia se han presentado concretamente, en occidente, en la época que marca el paso de la edad media a los tiempos modernos, y es lo que explica la aparición y la difusión, que señalábamos más atrás, de algunas desviaciones de este género durante el periodo del Renacimiento.); y, por lo demás, más generalmente, ese es el peligro de todas las ciencias tradicionales, cuando se cultivan en cierto modo por sí mismas, lo que expone a perder de vista su vinculamiento al orden principial. La alquimia, que, por así decir, se podría definir como la «técnica» del HERMETISMO, es en realidad un «arte real», si se entiende por ello un modo de iniciación más especialmente apropiado a la naturaleza de los kshatriyas (NA: Hemos dicho que el «arte real» es propiamente la aplicación de la iniciación correspondiente; pero la alquimia tiene en efecto el carácter de una aplicación de la doctrina, y los medios de la iniciación, si se consideran colocándose en un punto de vista en cierto modo «descendente», son evidentemente una aplicación de su principio mismo, mientras que inversamente, desde el punto de vista «ascendente», son el «soporte» que permite acceder a éste.); pero eso mismo marca precisamente su lugar exacto en el conjunto de una tradición regularmente constituida, y, además, es menester no confundir los medios de una realización iniciática, cualesquiera que puedan ser, con su meta, que, en definitiva, es siempre el conocimiento puro. 932 RGAI ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL HERMETISMO
Por otro lado, es menester desconfiar perfectamente de una cierta asimilación que se tiende a veces a establecer entre el HERMETISMO y la «magia»; incluso si se quiere entonces tomar ésta en un sentido bastante diferente de aquel en el que se la entiende de ordinario, es muy de temer que eso mismo, que es en suma un abuso de lenguaje, no pueda sino provocar confusiones más bien enojosas. En su sentido propio, la magia no es en efecto, como ya lo hemos explicado ampliamente, más que una de las más inferiores entre todas las aplicaciones del conocimiento tradicional, y no vemos que pueda haber la menor ventaja en evocar su idea cuando se trata en realidad de cosas que, aunque son todavía contingentes, son no obstante de un nivel notablemente más elevado. Por lo demás, puede que en eso haya también algo más que una simple cuestión de terminología mal aplicada: esta palabra «magia» ejerce sobre algunos, en nuestra época, una extraña fascinación, y, como ya lo hemos anotado, la preponderancia acordada a un tal punto de vista, aunque no fuera más que de intención, está ligada también a la alteración de las ciencias tradicionales separadas de su principio metafísico; sin duda, ese es el escollo principal contra el que corre el riesgo de estrellarse toda tentativa de reconstitución o de restauración de tales ciencias, si no se comienza por lo que es verdaderamente el comienzo bajo todas las relaciones, es decir, por el principio mismo, que es también, al mismo tiempo, el fin en vista del cual todo lo demás debe estar normalmente ordenado. 934 RGAI ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL HERMETISMO
Otra cuestión que se relaciona también directamente con el HERMETISMO es la de la «longevidad», que ha sido considerada como uno de los caracteres de los verdaderos Rosa-Cruz, y de la que, por lo demás, bajo una forma o bajo otra, se habla en todas las tradiciones; esta «longevidad», cuya obtención se considera generalmente como constituyendo una de las metas de la alquimia y como implícita en la terminación misma de la «Gran Obra» (NA: La «piedra filosofal» es al mismo tiempo, bajo otros aspectos, el «elixir de la larga vida» y la «medicina universal».), tiene varias significaciones que es menester tener buen cuidado de distinguir entre sí, ya que se sitúan en realidad a niveles muy diferentes entre las posibilidades del ser. El sentido más inmediato, pero que, a decir verdad, está lejos de ser el más importante, es evidentemente el de una prolongación de la vida corporal; y, para comprender la posibilidad de ello, es bueno remitirse a la enseñanza según la cual la duración de la vida humana ha ido disminuyendo progresivamente en el curso de las diferentes fases del ciclo recorrido por la presente humanidad terrestre desde sus orígenes hasta la época actual (NA: Cf. El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. XXIII.). Si se considera el proceso iniciático, en su parte referida a los «misterios menores», como haciendo en cierto modo remontar al hombre el curso de este ciclo, así como ya lo hemos indicado, para conducirle, gradualmente, desde el estado presente hasta el «estado primordial», por eso mismo debe hacerle adquirir, en cada etapa, todas las posibilidades del estado correspondiente, comprendida la posibilidad de una vida más larga que la del hombre ordinario actual. Que esta posibilidad sea realizada efectivamente o no, eso es otra cuestión; y de hecho, se dice que aquel que ha devenido verdaderamente capaz de prolongar así su vida, no hace nada generalmente al respecto, a menos que tenga para eso razones de un orden muy particular, porque la cosa ya no tiene realmente ningún interés para él (del mismo modo que las transmutaciones metálicas y otros efectos de este género para aquel que es capaz de realizarlos, lo que se refiere en suma al mismo orden de posibilidades); e incluso no puede encontrar más que ventajas en no dejarse demorar por eso en esas etapas que no son todavía más que preliminares y muy alejadas de la verdadera meta, ya que la puesta en obra de tales resultados secundarios y contingentes, a todos los grados, no puede nunca más que distraer al ser de lo esencial. 946 RGAI TRANSMUTACIÓN Y TRANSFORMACIÓN
Por el contrario, la «transmutación» no es propiamente más que un cambio de estado, en el interior del dominio formal que comprende todo el conjunto de los estados individuales, o incluso, más simplemente todavía, un cambio de modalidad, en el interior del dominio individual humano, lo que, por lo demás, es el único caso que hay lugar a considerar de hecho (NA: En efecto, no hay ningún interés en considerar el paso a otros estados individuales, puesto que la perfección del estado humano mismo permite acceder directamente a los estados supraindividuales, así como ya lo hemos explicado precedentemente.); con esta «transmutación», volvemos pues a los «misterios menores», a los que se refieren en efecto las posibilidades de orden extracorporal cuya realización puede ser comprendida en el término de «longevidad», aunque en un sentido diferente del que hemos considerado en primer lugar y que no rebasaba el orden corporal mismo. Aquí todavía, hay que hacer otras distinciones, según se trate de extensiones cualesquiera de la individualidad humana o de su perfección en el «estado primordial»; y, para comenzar por las posibilidades de orden menos elevado, diremos primeramente que es concebible que, en algunos casos y por algunos procedimientos especiales que dependen propiamente del HERMETISMO o de lo que se le corresponde en otras tradicionales (ya que aquello de lo que se trata se conoce en particular en las tradiciones hindú y extremo oriental), los elementos mismos que constituyen el cuerpo puedan ser «transmutados» y «sutilizados» para ser transferidos a una modalidad extracorporal, donde el ser podrá desde entonces existir en condiciones menos estrechamente limitadas que las del dominio corporal, concretamente bajo la relación de la duración. En parecido caso, el ser desaparecerá en un cierto momento sin dejar detrás de él ningún rastro de su cuerpo; por lo demás, en circunstancia particulares, podrá reaparecer temporalmente en el mundo corporal, en razón de las «interferencias» que existen entre éste y las demás modalidades del estado humano; así pueden explicarse muchos hechos que los modernos se empeñan naturalmente en calificar de «leyendas», pero en las que, sin embargo, hay mucho de realidad (NA: Parece que este caso sea concretamente el de algunos Siddhas de la India, que, a juzgar por las descripciones que se dan de su morada, viven en realidad en «otra tierra», es decir, en uno de los dwîpas que aparecen sucesivamente al exterior en los diferentes Manvantaras, y que, durante los periodos que pasan al estado «no sensible», subsisten en los prolongamientos extracorporales del dominio humano.). Por lo demás, es menester no ver ahí nada de «transcendente» en el verdadero sentido de esta palabra, puesto que en eso no se trata todavía más que de posibilidades humanas, cuya realización no puede tener interés más que para un ser al que hace capaz de desempeñar alguna «misión» especial; fuera de este caso, eso no sería en suma más que una simple «digresión» en el curso del proceso iniciático, y una detención más o menos prolongada en la vía que debe conducir normalmente a la restauración del «estado primordial». 952 RGAI TRANSMUTACIÓN Y TRANSFORMACIÓN
Aquí, hay lugar a hacer una precisión importante: el verbo amar, que se emplea en el texto bíblico, y que se traduce habitualmente por «decir», tiene en realidad como sentido principal, tanto en hebreo como en árabe, el de «mandar» u «ordenar»; la Palabra divina es la «orden» (amr) por la que se efectúa la creación, es decir, la producción de la manimanifestación universal, ya sea en su conjunto, ya sea en una cualquiera de sus modalidades (NA: Debemos recordar aquí la conexión que existe entre los dos sentidos diferentes de la palabra «orden», que ya hemos mencionado en una nota precedente.). Según la tradición islámica igualmente, la primera creación es la de la Luz (NA: En-Nûr), que se dice min amri’Llah, es decir, que procede inmediatamente de la orden o del mandato divino; y, si puede decirse, esta creación se sitúa en el «mundo», es decir, en el estado o en el grado de existencia, que, por esta razón, se designa como âlamul-amr, y que, hablando propiamente, constituye el mundo espiritual puro. En efecto, la Luz inteligible es la esencia (dhât) del «Espíritu» (NA: Er-Rûh), y éste, cuando se considera en el sentido universal, se identifica a la Luz misma; por eso es por lo que las expresiones En-Nûr el-muhammadî y Er-Rûh el-muhammadî son equivalentes, designando una y otra la forma principial y total del «Hombre Universal» (NA: Ver El Simbolismo de la Cruz, p. 58, ed. francesa.), que es awwalu khalqi’Llah, «el primero de la creación Divina». Ese es el verdadero «Corazón del Mundo», cuya expansión produce la manifestación de todos los seres, mientras que su contracción los conduce finalmente a su Principio (NA: El simbolismo del doble movimiento del corazón debe considerarse aquí como equivalente al movimiento bien conocido, concretamente en la tradición hindú, de las dos fases inversas y complementarias de la respiración; en los dos casos, se trata siempre de una expansión y de una contracción alternadas, que corresponden también a los dos términos coagula y solve del HERMETISMO, pero a condición de tener cuidado de observar que las dos fases deben tomarse en sentido inverso según que las cosas se consideren en relación al Principio o en relación a la manifestación, de tal suerte que es la expansión principial la que determina la «coagulación» de lo manifestado, y es la contracción principial la que determina su «solución».); y así es a la vez «el primero y el último» (el-awwal wa el-akher) en relación a la creación, como Allâh mismo es «el Primero y el Último» en el sentido absoluto (NA: Todo esto tiene igualmente una relación con el papel de Metatron en la Kabbala hebraica.). «Corazón de los corazones y Espíritu de los espíritus» (NA: Qalbul-qulûbi wa Rûhul-arwâh), es en su seno donde se diferencian los «espíritus» particulares, los ángeles (el-malâikah) y los «espíritus separados» (el-arwâh el mujarradah), que son así formados de la Luz primordial como de su única esencia, sin mezcla de los elementos que representan las condiciones determinantes de los grados inferiores de la existencia (NA: Es fácil ver que esto de lo que se trata aquí puede ser identificado al dominio de la manifestación supraindividual.). 1028 RGAI «VERBUM, LUX ET VITA»
Si hubiese aún una iniciación virtual, como algunos lo han considerado en las objeciones que nos han hecho, y si por consiguiente aquellos que han recibido los sacramentos cristianos o incluso sólo el bautismo, no tuviesen desde entonces ninguna necesidad de buscar otra forma de iniciación sea cual sea, (NA: Creemos firmemente, a decir verdad, que ése no fue para muchos el principal motivo que les llevó a querer persuadirse que los cristianos han guardado un valor iniciático; en el fondo, quisieron dispensarse de toda adhesión iniciática regular y poder nada menos que pretender obtener resultados de este orden: incluso si admiten que esos resultados no pueden ser más que excepcionales en las condiciones presentes, cada uno se cree gustosamente destinado a estar entre las excepciones, obviamente no hay en ello más que una lamentable ilusión.) ¿cómo podríamos explicar la existencia de organizaciones iniciáticas específicamente cristianas, tales como las que han existido incontestablemente durante toda la Edad Media, y cuál podría ser entonces su razón de ser, puesto que sus ritos particulares fueron de alguna manera duplicados de los ritos ordinarios del Cristianismo? Se dirá que éstas constituyen o representan solamente una iniciación a los «misterios menores», de manera que la búsqueda de otra iniciación vendría impuesta a los que tuvieran la voluntad de ir más lejos y acceder a los «misterios mayores»; pero, además de que es muy inverosímil, por no decir más, que todos los que entraron en las organizaciones de las que hablamos hayan sido preparados para abordar ese dominio, hay contra tal suposición un hecho decisivo: es la existencia del HERMETISMO cristiano, puesto que, por definición, el HERMETISMO trata precisamente de los «misterios menores»; y no hablemos de las iniciaciones de oficio, que se refieren también a este mismo dominio y que, en el caso en que no pueden ser llamadas específicamente cristianas, no requieren por ello menos de sus miembros, en un medio cristiano, la práctica del exoterismo correspondiente. 1280 ESOTERISMO CRISTIANO CRISTIANISMO E INICIACIÓN
Uno de los símbolos de los que queremos hablar es el del triángulo cuyo vértice está dirigido hacia abajo; es como una especie de representación esquemática de la copa sacrificial, y se reencuentra a este nivel en ciertos yantras o símbolos geométricos de la India. Por otra parte, lo que es muy remarcable desde nuestro punto de vista, es que la misma figura es igualmente un símbolo del corazón, pues reproduce además su forma y la simplifica; el «triángulo del corazón» es una expresión corriente en las tradiciones orientales. Esto nos lleva a una observación que tiene también su interés: es que la representación del corazón inscrito en un triángulo dispuesto así tiene en sí algo muy legítimo, ya se trate de un corazón humano o del Corazón divino, y que es bastante significativa cuando se la relaciona con los emblemas usados por cierto HERMETISMO cristiano de la Edad Media, cuyas intenciones fueron siempre plenamente ortodoxas. Si se ha querido a veces, en los tiempos modernos, atribuir a tal representación un sentido blasfemo, (NA: Regnabit, agosto-septiembre de 1924.) es que se ha alterado, conscientemente o no, el significado primitivo de los símbolos, hasta invertir su valor normal; ahí se da un fenómeno del que se podrían citar varios ejemplos, y que encuentra además su explicación en el hecho de que algunos símbolos son efectivamente susceptibles de una doble interpretación y tienen dos caras opuestas. La serpiente por ejemplo y también el león ¿no significan a la vez y según el caso, a Cristo y a Satán? No podemos pensar en exponer aquí a este respecto una teoría general que nos alejaría mucho del tema, pero se comprenderá que hay algo que hace muy delicado el manejo de los símbolos, y también que este punto requiere una atención especial cuando se trata de descubrir el sentido real de algunos emblemas y de traducirlos correctamente. 1413 ESOTERISMO CRISTIANO EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL
Lo que es menester sobre todo retener de este pasaje, es que el grado de que se trata, como casi todos los que se vinculan a la misma serie, presenta una significación claramente hermética (Un alto Masón que parece más versado en esa ciencia enteramente moderna y profana que se llama «historia de las religiones» que en el verdadero conocimiento iniciático, el conde de Goblet d’Alviella, ha creído poder dar de este grado puramente hermético y cristiano una interpretación búdica, bajo el pretexto de que hay una cierta semejanza entre el título de Príncipe de Gracia y el de Señor de Compasión.); y lo que conviene observar más particularmente a este respecto, es la conexión del HERMETISMO con las Órdenes de caballería. Éste no es el lugar de buscar el origen histórico de los altos grados del Escocismo, ni de discutir la teoría tan controvertida de su descendencia templaria; pero, ya sea que haya habido una filiación real y directa o solo una reconstitución, por ello no es menos cierto que la mayoría de estos grados, y también algunos de los que se encuentran en otros ritos, aparecen como los vestigios de organizaciones que tenían antiguamente una existencia independiente (Es así como hubo efectivamente una Orden de los Trinitarios u Orden de Gracia, que tenía como meta, al menos exteriormente, el rescate de los prisioneros de guerra.), y concretamente de esas antiguas Órdenes de caballería cuya fundación está ligada a la historia de las Cruzadas, es decir, a una época donde no hubo solo relaciones hostiles, como lo creen aquellos que se atienen a las apariencias, sino también activos intercambios intelectuales entre Oriente y Occidente, intercambios que se operaron sobre todo por la mediación de las Órdenes en cuestión. ¿Es menester admitir que es en Oriente donde estas Órdenes tomaron los datos herméticos que asimilaron, o no se debe pensar más bien que poseyeron desde su origen un esoterismo de este género, y que es su propia iniciación la que las hizo aptas para entrar en relaciones sobre este terreno con los orientales? Esa es todavía una cuestión que no pretendemos resolver, pero la segunda hipótesis, aunque menos frecuentemente considerada que la primera (Algunos han llegado hasta atribuir al blasón, cuyas relaciones con el simbolismo hermético son bastante estrechas, un origen exclusivamente persa, mientras que, en realidad, el blasón existía desde la antigüedad en un gran número de pueblos, tanto occidentales como orientales, y concretamente entre los pueblos célticos.), no tiene nada de inverosímil para quien reconoce la existencia, durante toda la edad media, de una tradición iniciática propiamente occidental; y lo que llevaría también a admitirlo, es que Órdenes fundadas más tarde, y que no tuvieron nunca relaciones con Oriente, estuvieron provistas igualmente de un simbolismo hermético, como la Orden del Toisón de Oro, cuyo nombre mismo es una alusión tan clara como es posible a este simbolismo. Sea como sea, en la época de Dante, el HERMETISMO existía ciertamente en la Orden del Temple, lo mismo que el conocimiento de algunas doctrinas de origen más ciertamente árabe, doctrinas que Dante mismo parece no haber ignorado tampoco, y que le fueron transmitidas sin duda también por esta vía; nos explicaremos más adelante sobre este último punto. 1486 RGED CAPÍTULO III
Aquella doctrina esotérica, cualquiera que sea la designación particular que se le quiera dar hasta la aparición del Rosacrucianismo propiamente dicho (si es que se encuentra necesario darle una), presentaba caracteres que permiten hacerla entrar en lo que se llama bastante generalmente el HERMETISMO. La historia de esta tradición hermética está íntimamente ligada a la de las Órdenes de caballería; y, en la época de que nos ocupamos, era conservada por organizaciones iniciáticas como la de la Fede Santa y de los Fieles de Amor, y también por aquella Massenie del Santo Graal de la que el historiador Henri Martin habla en estos términos (Histoire de France, t. III, PP. 398-399.), precisamente a propósito de las novelas de caballería, que son también una de las grandes manifestaciones literarias del esoterismo en la edad media: «En el Titurel, la leyenda del Grial alcanza su última y espléndida transfiguración, bajo la influencia de ideas que Wolfram (El Templario suabo Wolfram d’Eschenbach, autor de Perceval, e imitador del benedictino satírico Guyot de Provins, que él mismo designa bajo el nombre singularmente deformado de «Kyot de Provence».) parecía haber embebido en Francia, y particularmente en los Templarios del mediodía de Francia. Ya no es pues en isla de Bretaña, sino en Galia, cerca de los confines de España, donde el Grial está conservado. Un héroe llamado Titurel funda un templo para depositar en él el santo Vaso, y es el profeta Merlín quien dirige esa construcción misteriosa, iniciado como ha sido por José de Arimatea en persona en el plano del Templo por excelencia, es decir, del Templo de Salomón (Henri Martin agrega aquí en nota: «Perceval acabó por transferir el Grial y reedificar el templo en la India, y es el Prestejuan, ese jefe fantástico de una cristiandad oriental imaginaria, que heredó la guardia del Santo Vaso».). La Caballería del Grial deviene aquí la Massenie, es decir, una Franc-Masonería ascética, cuyos miembros se llaman los Templistas, y se puede entender aquí la intención de religar a un centro común, figurado por este Templo ideal, la Orden de los Templarios y las numerosa confraternidades de constructores que renovaron entonces la arquitectura de la edad media. Se entrevén en eso muchas aberturas sobre lo que se podría llamar la historia subterránea de aquellos tiempos, mucho más complejos de lo que se cree generalmente… Lo que es muy curioso y de lo que apenas si se puede dudar, es de que la Franc-Masonería moderna se remonta de escalón en escalón hasta la Massenie du Saint Graal» (Tocamos aquí un punto muy importante, pero que no podríamos tratar sin salirnos mucho de nuestro tema: hay una relación muy estrecha entre el simbolismo mismo del Grial y el «centro común» al que Henri Martin hace alusión, aunque sin que parezca suponer su realidad profunda, como tampoco comprende evidentemente lo que simboliza, en el mismo orden de ideas, la designación del Prestejuan y de su reino misterioso.). 1540 RGED CAPÍTULO IV
Uno de los símbolos a que queremos referirnos es el triángulo con el vértice hacia abajo; es como una suerte de representación esquemática de la copa sacrificial, y con tal valor se encuentra en ciertos yantra o símbolos geométricos de la India. Por otra parte, es particularmente notable desde nuestro punto de vista que la misma figura sea igualmente un símbolo del corazón, cuya forma reproduce simplificándola: el “triángulo del corazón” es expresión corriente en las tradiciones orientales. Esto nos conduce a una observación tampoco desprovista de interés: que la figuración del corazón inscrito en un triángulo así dispuesto, no tiene en sí nada de ilegítimo, ya se trate del corazón humano o del Corazón divino, y que, inclusive, resulta harto significativa cuando se la refiere a los emblemas utilizados por cierto HERMETISMO cristiano medieval, cuyas intenciones fueron siempre plenamente ortodoxas. Si a veces se ha querido, en los tiempos modernos, atribuir a tal representación un sentido blasfemo (véase Regnabit, agosto-septiembre de 1924), es porque, conscientemente o no, se ha alterado la significación primera de los símbolos hasta invertir su valor normal; se trata de un fenómeno del cual podrían citarse muchos ejemplos y que por lo demás encuentra su explicación en el hecho de que ciertos símbolos son efectivamente susceptibles de doble interpretación, y tienen como dos faces opuestas. La serpiente, por ejemplo, y también el león, ¿no significan a la vez, según los casos, Cristo y Satán? No podemos entrar a exponer aquí, a ese respecto, una teoría general, que nos llevaría demasiado lejos; pero se comprenderá que hay en ello algo que hace muy delicado al manejo de los símbolos y también que este punto requiere especialísima atención cuando se trata de descubrir el sentido real de ciertos emblemas y traducirlo correctamente. 1948 EMS I: EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL
Una de las razones de esta particularidad hay que encontrarla en la importancia de las significaciones vinculadas con el número seis, ya que la figura que estamos considerando no es, en el fondo, sino uno de los símbolos geométricos que corresponden a dicho número. Si unimos sus extremidades de dos en dos (fig. 7), se obtiene otro símbolo senario muy conocido, el doble triángulo (fig. 8), conocido más comúnmente por el nombre de “sello de Salomón”. Es una figura usada muy frecuentemente entre los Judíos y entre los Árabes, pero es también un emblema cristiano; fue incluso, como nos ha señalado L. Charbonneau-Lassay, uno de los antiguos símbolos de Cristo, como lo fue también otra figura equivalente, la estrella de seis puntas (fig. 9), que no es en suma más que una variante, y como lo es también, por supuesto, el Crismón mismo, lo que es una razón más para establecer entre todos estos signos un estrecho vínculo. El HERMETISMO cristiano del Medioevo veía en los dos triángulos opuestos y entrelazados, donde uno es como reflejo o la imagen invertida del otro, una representación de la unión de las dos naturalezas, divina y humana, en la persona de Cristo; y el número seis incluye entre sus significados los de unión y de mediación, que convienen perfectamente al Verbo encarnado. Por otra parte, el mismo número seis, según la Kábala hebrea, es el número de la creación (la obra de los seis días), y, bajo este aspecto, atribuir el símbolo al Verbo no deja de tener justificación, pues es como una especie de traducción gráfica del “per quem omnia facta sunt” del Credo. 1963 EMS II: EL CRISMÓN Y EL CORAZÓN EN LAS ANTIGUAS MARCAS CORPORATIVAS
No nos corresponde examinar aquí en su conjunto la cuestión tan compleja y controvertida de la pluralidad de orígenes de la Masonería; nos limitamos a tomar en consideración lo que puede llamarse el aspecto corporativo, representado por la Masonería operativa, o sea, las antiguas fraternidades de constructores. Al igual que las demás corporaciones, estas últimas poseían un simbolismo religioso, o si se prefiere, hermético-religioso, en relación con las concepciones de aquel esoterismo católico tan difundido en la Edad Media, cuyos vestigios se encuentran por doquier en los monumentos y hasta en la literatura de aquella época. A pesar de cuanto sostienen numerosos historiadores, la confluencia del HERMETISMO con la Masonería se remonta a mucho antes de la afiliación de Elías Ashmole a esta última (1646); por nuestra parte pensamos incluso que, durante el siglo XVII solamente se trató de reconstruir, bajo este aspecto, una tradición que en gran parte ya se había perdido. Algunos, que parecen estar bien informados de la historia de las corporaciones, llegan incluso a fijar con mucha precisión la fecha de esta pérdida de la antigua tradición, allá por el año 145910. Nos parece indiscutible que los dos aspectos operativo y especulativo han estado siempre reunidos en las corporaciones de la Edad Media, que utilizaban por lo demás ciertas expresiones muy claramente herméticas como aquella de “Gran Obra”, con aplicaciones diversas pero siempre analógicamente correspondientes entre sí11. 2021 EMS V: A PROPÓSITO DE LOS SIGNOS CORPORATIVOS Y DE SU SENTIDO ORIGINAL
Para hacerlo comprender, volveremos al simbolismo ya indicado, según el cual el corazón se asimila al sol y el cerebro a la luna. Ahora bien; el sol y la luna, o más bien los principios cósmicos representados por estos dos astros, se figuran a menudo como complementarios, y en efecto lo son desde cierto punto de vista; se establece entonces entre ambos una suerte de paralelismo o de simetría, ejemplos de lo cual seria fácil encontrar en todas las tradiciones. Así, el HERMETISMO hace del sol y la luna (o de sus equivalentes alquímicos, el oro y la plata) la imagen de los dos principios, activo y pasivo, o masculino y femenino según otro modo de expresión, que constituyen ciertamente los dos términos de un verdadero complementarismo. Por otro lado, si se consideran las apariencias de nuestro mundo, según es legítimo hacerlo, el sol y la luna tienen efectivamente papeles comparables y simétricos, siendo, según la expresión bíblica, “los dos grandes luminares, el luminar mayor como regidor del día y el luminar menor como regidor de la noche” (Génesis, 1, 16); y algunas lenguas extremo-orientales (chino, annamita, malayo) los designan con términos que son, análogamente, simétricos, pues significan “ojo del día” y “ojo de la noche” respectivamente. Empero, si se va más allá de las apariencias, no e posible ya mantener esa especie de equivalencia, puesto que el sol es por sí mismo una fuente de luz, mientras que la luna no hace sino reflejar la luz que recibe de él. (12) La luz lunar no es en realidad sino un reflejo de la luz solar; podría decirse, pues, que la luna, en cuanto “luminar”, no existe sino por el sol. 2161 EMS XV: CORAZÓN Y CEREBRO
De un Yuga a otro, la degeneración se acompaña de un decrecimiento de la duración, que es por otra parte considerado como influenciando la longitud de la vida humana; y lo que importa ante todo a este respecto, es la relación que existe entre las duraciones respectivas de estos diferentes periodos. Si la duración total del Manvantara es representada por 10, la del Krita-Yuga o Satya-Yuga lo estará por 4, la del Trêtâ-Yuga por 3, la del Dwâpara-Yuga por 2, y la del Kali-Yuga por 1; estos números son también los de los pies del toro simbólico del Dharma que son figurados como reposando sobre la tierra durante los mismos periodos. La división del Manvantara se efectúa pues siguiendo la fórmula 10=4+3+2+1, que es, en sentido inverso, la de la Tetraktis pitagórica: 1+2+3+4=10; esta última fórmula corresponde a lo que el lenguaje del HERMETISMO occidental llama la «circulatura del cuadrado», y la otra corresponde al problema inverso de la «cuadratura del círculo», que expresa precisamente la relación del fin del ciclo con su comienzo, es decir, la integración de su desarrollo total; hay ahí todo un simbolismo a la vez aritmético y geométrico, que no podemos más que indicar todavía de pasada para no alejarnos demasiado de nuestro sujeto principal. 2471 FTCC ALGUNAS PRECISIONES SOBRE LA DOCTRINA DE LOS CICLOS CÓSMICOS
Bajo este título: La Tradizione Ermetica nei suoi Simboli, nella sua Dottrina e nella sua «Ars Regia (I Vol. G. Laterza, Bari, 1931. Esta obra ha aparecido después de entonces en traducción francesa. )», M. J. Evola acaba de publicar una obra interesante a muchos respectos, pero que muestra una vez más, si había necesidad de ello, la oportunidad de lo que hemos escrito recientemente sobre las relaciones de la iniciación sacerdotal y de la iniciación real (Ver Apercepciones sobre la Iniciación, cap. XL. ). Reencontramos ahí en efecto esa afirmación de independencia de la segunda, a la cual el autor quiere precisamente vincular el HERMETISMO, y esa idea de dos tipos Tradicionales distintos, hasta incluso irreductibles, contemplativo el uno y activo el otro, que serían, de una manera general, respectivamente característicos de oriente y de occidente. También debemos hacer ciertas reservas sobre la interpretación que se da al simbolismo hermético, en la medida en que la misma está influenciada por una tal concepción, aunque, por otra parte, muestra bien que la verdadera alquimia es de orden espiritual y no material, lo que es la exacta verdad y una verdad muy frecuentemente desconocida o ignorada de los modernos que tienen la pretensión de tratar estas cuestiones. 2571 FTCC LA TRADICIÓN HERMÉTICA
Aprovecharemos de esta ocasión para precisar todavía algunas nociones importantes, y en primer lugar la significación que conviene atribuir al término «HERMETISMO» en sí mismo, que algunos de nuestros contemporáneos parecen emplear un poco a diestro y siniestro. Este término indica que se trata esencialmente de una Tradición de origen egipcio, revestida después de una forma helenizada, sin duda en la época alejandrina, y transmitida bajo esta forma, en la Edad Media, a la vez al mundo islámico y al mundo cristiano, y, agregaremos que al segundo en gran parte por la intermediación del primero, como lo prueban los numerosos términos árabes o arabizados adoptados por los hermetistas europeos, comenzando por el término mismo de «alquimia» (el-Kimia) (Este término es árabe en su forma, pero no en su raíz; deriva verosímilmente del nombre de Kémi o «Tierra negra» dado al antiguo Egipto. ). Sería pues del todo ilegítimo extender esta designación a otras formas Tradicionales, como lo sería otro tanto por ejemplo, llamar «Kabbala» a otra cosa que el esoterismo hebraico; no es, bien entendido, que no existan equivalencia de ello en otras partes, y existen incluso, de suerte que esta ciencia Tradicional que es la alquimia tiene su exacta correspondencia en doctrinas como las de la India, del Tíbet y de la China, aunque con modos de expresión y métodos de realización naturalmente bastante diferentes; pero desde que se pronuncia el nombre de «HERMETISMO», se especifica por ahí mismo una forma claramente determinada cuya proveniencia no puede ser más que greco-egipcia. En efecto, la doctrina así designada es por ello mismo atribuida a Hermes, en tanto que éste era considerado por los griegos como idéntico al Thoth egipcio; y haremos destacar de inmediato que esto va contra la tesis de M. Evola, al presentar esta doctrina como esencialmente derivada de una enseñanza sacerdotal, ya que Thoth, en su función de conservador y de transmisor de la Tradición, no es otra cosa que la representación misma del antiguo sacerdocio egipcio, o antes, para hablar más exactamente, del principio de inspiración de quien éste tenía su autoridad y en el nombre del cual formulaba y comunicaba el conocimiento iniciático. 2572 FTCC LA TRADICIÓN HERMÉTICA
Ahora se plantea una cuestión: ¿Constituye lo que se ha mantenido bajo ese nombre de «HERMETISMO» una doctrina Tradicional completa? La respuesta no puede ser más que negativa, ya que no se trata estrictamente más que de un conocimiento de orden no metafísico, sino solamente cosmológico (entendiéndole por lo demás en su doble aplicación «macrocósmica» y «microcósmica»). No es pues admisible que el HERMETISMO, en el sentido que este término ha tomado desde la época alejandrina y que ha guardado constantemente desde entonces, represente la integralidad de la Tradición egipcia; aunque, en ésta, el punto de vista cosmológica parece haber sido particularmente desarrollado, y aunque sea en todo caso lo que hay de más visible en todos los vestigios que de la misma subsisten, ya sea que se trate de textos o de monumentos; es menester no olvidar que jamás puede ser más que un punto de vista secundario y contingente, una aplicación de la doctrina al conocimiento de lo que podemos denominar el «mundo intermediario». Sería interesante, pero sin duda bastante difícil, buscar cómo esta parte de la Tradición egipcia ha podido encontrarse en cierto modo aislada y conservarse de una manera aparentemente independiente, y después incorporarse al esoterismo islámico y al esoterismo cristiano de la Edad Media (lo que no hubiera podido hacer una doctrina completa), hasta el punto de devenir verdaderamente parte integrante de uno y otro, y de proveerles todo un simbolismo que, por una transposición conveniente, ha podido incluso servir en los mismos a veces de vehículo a verdades de un orden más elevado. No es éste el lugar de entrar en estas consideraciones históricas muy complejas, pero, sea como fuere, debemos decir que el carácter propiamente cosmológico del HERMETISMO, si no justifica la concepción de M. Evola, la explica al menos en una cierta medida, ya que las ciencias de este orden son efectivamente las que, en todas las civilizaciones Tradicionales han sido sobre todo el patrimonio de los kshatriyas o de sus equivalentes, mientras que la metafísica pura era el de los brâhmanes. Es por lo que, por un efecto de la revuelta de los kshatriyas contra la autoridad espiritual de los brâhmanes, se han podido ver constituirse a veces corrientes Tradicionales incompletas, reducidas a esas solas ciencias separadas de su principio, e incluso desviadas en el sentido «naturalista», por negación de la metafísica y desconocimiento del carácter subordinada de la ciencia «física», tanto (y las dos cosas van estrechamente unidas) como del origen sacerdotal de toda enseñanza iniciática, incluso más particularmente destinada al uso de los kshatriyas, así como lo hemos explicado en diversas ocasiones. No es decir, ciertamente, que el HERMETISMO constituye en sí mismo una tal desviación o que implica esencialmente algo ilegítimo (lo que habría vuelto imposible su incorporación a formas Tradicionales ortodoxas); pero es menester en efecto reconocer que pueden prestarse bastante fácilmente por su naturaleza misma (y está ahí, más generalmente, el peligro de todas las ciencias Tradicionales) a la desviación considerada, en cuanto que son cultivadas en cierto modo para ellas mismas, lo que expone a perder de vista su vinculamiento al orden principal. La alquimia, que podría definirse como siendo por así decir la «técnica» del HERMETISMO, es muy realmente un «arte real», si se entiende por ahí un modo de iniciación más especialmente apropiado a la naturaleza de los kshatriyas; pero eso mismo marca su lugar exacto en el conjunto de una Tradición regularmente constituida, y, además, es menester no confundir los medios de una realización iniciática, cualesquiera que puedan ser, con su meta final, que es siempre de conocimiento puro. 2573 FTCC LA TRADICIÓN HERMÉTICA
Otro punto que nos parece contestable en la tesis de M. Evola, es la asimilación que tiende casi constantemente a establecer entre el HERMETISMO y la «magia»; es verdad que parece tomar ésta en un sentido bastante diferente de aquel en el que se la entiende de ordinario, pero mucho nos tememos que eso mismo no pueda sino provocar confusiones ante todo enojosas. Inevitablemente, en efecto, desde que se habla de «magia», se piensa en una ciencia destinada a producir fenómenos más o menos extraordinarios, concretamente (pero no exclusivamente) en el orden sensible; cualesquiera que haya podido ser el origen del término, esta significación le ha devenido de tal modo inherente que conviene dejársela. No es entonces más que la parte inferior de todas las aplicaciones del conocimiento Tradicional, incluso podríamos decir que la más despreciada, cuyo ejercicio es abandonado a aquellos a los que sus limitaciones individuales hacen incapaces para desarrollar otras posibilidades; no vemos ninguna ventaja en evocar la idea de la misma cuando se trata en realidad de cosas que, incluso todavía contingentes, son empero notablemente más elevadas; y, si no hay en eso más que una cuestión de terminología, es menester convenir que sin embargo tiene su importancia. Por lo demás, puede que haya ahí algo más: Ese término de «magia» ejerce sobre algunos, en nuestra época, una extraña fascinación, y, como lo hemos ya anotado en nuestro precedente artículo al cual hacíamos alusión en el comienzo, la preponderancia acordada a un tal punto de vista, aunque no estuviera siquiera más que en la intención, está todavía ligada a la alteración de las ciencias Tradicionales separadas de su principio metafísico, y está sin duda ahí el escollo en el cual se tropieza toda tentativa de reconstitución de tales ciencias, si no se comienza por lo que es verdaderamente el comienzo bajo todas las relaciones, es decir, por el principio mismo, que es también el fin en vistas del cual todo lo demás debe ser normalmente ordenado. 2574 FTCC LA TRADICIÓN HERMÉTICA
Al hablar de la Tradición hermética precedentemente, decíamos que ésta se refiere propiamente a un conocimiento de orden no metafísico, sino solo cosmológico, entendiéndole por lo demás en su doble aplicación «macrocósmica» y «microcósmica». Esta afirmación, aunque no siendo más que la expresión de la estricta verdad, no ha tenido la fortuna de complacer a algunos, que, viendo el HERMETISMO a través de su propia fantasía, querrían hacer entrar ahí de todo indistintamente; es verdad que esos no saben apenas lo que puede ser la metafísica pura… Sea como fuere, debe ser bien entendido que de ningún modo hemos querido despreciar las ciencias Tradicionales que son de la incumbencia del HERMETISMO, ni a las que se les corresponden en otras formas Tradicionales de oriente o de occidente; pero es menester saber poner cada cosa en su sitio, y estas ciencias como todo conocimiento especializado, no son empero más que secundarias y derivadas en relación a los principios, de los cuales no son más que la aplicación a un orden inferior de realidad. Solo pueden pretender lo contrario los que querrían atribuir al «Arte real» la preeminencia sobre el «Arte sacerdotal» (Hemos considerado esta cuestión en Autoridad espiritual y poder temporal.- A propósito de la expresión de «Arte real» que se ha conservado en la masonería, se podrá notar aquí la curiosa semejanza que existe entre los nombres de Hermes y de Hiram; eso no quiere decir, evidentemente, que estos dos nombres hayan tenido un origen lingüístico común, pero su constitución no es por ello menos idéntica, y el conjunto HRM del cual están esencialmente formados podría todavía dar lugar a otras aproximaciones. ); y quizás que está justamente ahí, en el fondo, la razón más o menos consciente de estas protestas a las cuales acabamos de hacer alusión. 2579 FTCC HERMES
Sin preocuparnos en medida de más de lo que cada uno puede pensar o decir, ya que no está en nuestros hábitos tener en cuenta esas opiniones individuales que no existen al respecto de la Tradición, no nos parece inútil aportar algunas nuevas precisiones que confirman lo que ya hemos dicho, y eso refiriéndonos más particularmente a lo que concierne a Hermes, dado que al menos nadie puede contestar que es de éste de quien el HERMETISMO extrae su nombre (Debemos mantener que el HERMETISMO es en efecto de proveniencia heleno-egipcia, y que no se puede sin abuso extender esta denominación a lo que, bajo formas diversas, corresponde a éste en otras Tradiciones, como tampoco se puede por ejemplo, llamar Kabbala a una doctrina que no fuera específicamente hebraica. Sin duda, si escribiéramos en hebreo, diríamos qabbalah para designar la Tradición en general, de igual modo que en árabe, llamaríamos taçawwuf a la iniciación bajo cualesquiera forma que esto sea: Pero, trasladados a otra lengua, los términos hebreos, árabes, etc…, deben ser reservados a las formas Tradicionales cuya expresión respectiva son sus lenguas de origen, cualesquiera que sean por lo demás las comparaciones o incluso las asimilaciones a las que pueden dar lugar legítimamente; y es menester no confundir en ningún caso un cierto orden de conocimiento, considerado en sí mismo, con tal o cual forma especial de la cual ha sido revestido en circunstancias históricas determinadas. ). El Hermes griego tiene efectivamente caracteres que responden muy exactamente a lo que es cuestión aquí, y que son expresados concretamente por su principal atributo, el caduceo, del cual habremos sin duda de examinar más completamente el simbolismo en alguna otra ocasión; por el momento, nos bastará decir que este simbolismo se refiere esencial y directamente a lo que puede llamarse la «alquimia humana» (Ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. XXI.), y que concierne a las posibilidades del estado sutil, incluso si éstas no deben ser tomadas más que como el medio preparatorio de una realización superior, como lo son, en la Tradición hindú, las prácticas equivalente que relevan del Hatha-Yoga. Se podrá por lo demás transferir esto al orden cósmico, dado que todo lo que está en el hombre tiene su correspondencia en el mundo e inversamente (Es así que se dice en los Rasâil Ikhwân es-Safâ, «El mundo es un gran hombre, y el hombre es un pequeño mundo» (el-âlam insân kabir, wa el insân âlam çeghir).- Es por lo demás en virtud de esta correspondencia que una cierta realización en el orden «microcósmico» podrá entrañar a título de consecuencia accidental para el ser que ha llegado a ella, una realización exterior refiriéndose al orden «macrocósmico», sin que esta última haya sido buscada especialmente y por ella misma, así como lo hemos indicado a propósito de algunos casos de transmutaciones metálicas en nuestro precedente capítulo sobre la «Tradición hermética». ); aquí todavía, y en razón de esta correspondencia misma, se tratará propiamente del «mundo intermediario», donde son puestas en obra fuerzas cuya naturaleza dual está muy nítidamente figurada por las dos serpientes del caduceo. Recordaremos también, a este respecto, que Hermes es representado como el mensajero de los Dioses y como su intérprete (hermenentes), función que es en efecto la de un intermediario entre los mundos celeste y terrestre, y que tiene además la función de «sicopompo», que, en un orden inferior, se refiere manifiestamente también al dominio de las posibilidades sutiles (Estas dos funciones de mensajero de los Dioses y de «sicopompos» podrían, astrológicamente, ser referidas respectivamente a un aspecto diurno y a un aspecto nocturno; y también se puede, por otra parte, reencontrar ahí la correspondencia de las dos corrientes descendente y ascendente que simbolizan las dos serpientes del caduceo. ). 2580 FTCC HERMES
Se podría quizás objetar, cuando se trata de HERMETISMO, que Hermes tiene aquí el lugar del Thoth egipcio al cual ha sido identificado, y que Thoth representa propiamente la Sabiduría, atribuida al sacerdocio en tanto que conservado y transmisor de la Tradición; eso es verdad, pero, como esa asimilación no ha podido ser hecha sin razón, es menester admitir que en eso debe considerarse más especialmente un cierto aspecto de Thoth, correspondiente a una cierta parte de la Tradición, la que comprende los conocimientos que se refieren al «mundo intermediario»; y, de hecho, todo lo que puede saberse de la antigua civilización egipcia, según los vestigios que la misma ha dejado, muestra precisamente que los conocimientos de este orden estaban allí mucho más desarrollados y que habían tomado una importancia mucho más considerable que por cualquier otra parte. Por lo demás, hay otra aproximación, incluso podríamos decir que otra equivalencia, que muestra en efecto que esa objeción estaría sin alcance real: En la India, el planeta Mercurio (o Hermes) es llamado Budha, nombre cuya raíz significa propiamente la Sabiduría; aquí todavía, basta determinar el orden en el cual esta Sabiduría, que en su esencia es el principio inspirador de todo conocimiento, debe encontrar su aplicación más particular cuando la misma es atribuida a esta función especializada (Es menester no confundir este nombre de Budha con el de Buddha, designación de Shâkya-Muni, si bien ambos tienen la misma significación radical, y aunque por otra parte algunos atributos del Budha planetario hayan sido transferidos ulteriormente al Buddha histórico, siendo representado éste como habiendo sido «iluminado» por la irradiación de este astro, del cual habría así en cierto modo absorbido la esencia en él mismo.- Anotamos a este propósito que la Madre de Buddha es llamada Mâyâ-Dêvî y que, entre los griegos y los latinos, Maïa era también la madre de Hermes o de Mercurio. ). 2581 FTCC HERMES
Por otro lado, hay casi siempre una estrecha conexión establecido entre Henoch (Seyidna Idris) y Elías (Seyidna Dhûl-Kifl), elevados uno y otro al cielo sin haber pasado por la muerte corporal (Se dice que deben manifestarse de nuevo sobre la tierra al fin del ciclo: Son los dos «testigos» de los que se habla en el capítulo XI del Apocalipsis. ), y la Tradición islámica los sitúa a ambos en las esfera solar. Del mismo modo, según la Tradición rosicruciana, Elías Artista, que preside en la «Gran Obra» hermética (Encarna en cierto modo la naturaleza del «fuego filosófico», y se sabe que, según el relato bíblico, el profeta Elías fue elevado al cielo sobre un «carro de fuego»; esto se refiere al vehículo ígneo (taijasa en la doctrina hindú) que, en el ser humano, corresponde al estado sutil (Ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. XIV).), reside en la «Ciudadela solar», que es por lo demás propiamente la morada de los «inmortales» (en el sentido de los Chirajîvîs de la Tradición hindú, es decir, de los seres «dotados de longevidad», o cuya vida se perpetúa a través de toda la duración del ciclo) (Ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. I.- Recordaremos también, bajo el punto de vista alquímico, la correspondencia del Sol con el oro, designado por la Tradición hindú como la «luz mineral»; el «oro potable» de los hermetistas es por lo demás la misma cosa que el «brebaje de inmortalidad», que también se llama «licor de oro» en el Taoísmo.), y que representa uno de los aspectos del «Centro del Mundo». Todo esto es seguramente muy digno de reflexión, y, si se le agregan también las Tradiciones que, un poco por todas partes, asimilan simbólicamente el Sol mismo al fruto del «Árbol de la Vida» (Ver El Simbolismo de la Cruz, cap. IX. ), se comprenderá quizás la relación especial que tiene la influencia solar con el HERMETISMO, en tanto que éste, como los «misterios menores» de la antigüedad, tiene por meta esencial la restauración del «estado primordial» humano: ¿No es la «Ciudadela solar» de los Rosa-Cruz la que debe «descender del cielo a la tierra», al fin del ciclo, bajo la forma de la «Jerusalém celeste», realizando la «cuadratura del círculo» según la medida perfecta de la «caña de oro»? 2585 FTCC HERMES
Añadiremos algunas palabras sobre el tema de los principales símbolos del Anima Mundi: uno de los más habituales es la serpiente, en razón de que el mundo «anímico» es el dominio propio de las fuerzas cósmicas, que, aunque actúan también en el mundo corporal, pertenecen en sí mismas al orden sutil; y esto se vincula naturalmente a lo que hemos dicho más atrás del simbolismo de la doble espiral y del simbolismo del caduceo; por lo demás, la dualidad de los aspectos que reviste la fuerza cósmica corresponde bien al carácter intermediario de este mundo «anímico», que hace de él propiamente el lugar de encuentro de las influencias celestes y de las influencias terrestres. Por otra parte, la serpiente, en tanto que símbolo del Anima Mundi, se representa lo más frecuentemente bajo la forma del Ouroboros; esta forma conviene en efecto al principio anímico en tanto que está del lado de la esencia en relación al mundo corporal; pero, bien entendido, está al contrario del lado de la substancia en relación al mundo espiritual, de suerte que, según el punto de vista desde el que se le considere, puede tomar los atributos de la esencia o los de la substancia, lo que da, por así decir, la apariencia de una doble naturaleza. Estos dos aspectos se encuentran reunidos de una manera bastante notable en otro símbolo del Anima Mundi, que pertenece al HERMETISMO de la edad media (NA: Fig. 15): en él se ve un círculo en el interior de un cuadrado «animado», es decir, colocado sobre uno de sus ángulos para sugerir la idea del movimiento, mientras que el cuadrado que reposa sobre su base expresa al contrario la idea de estabilidad (NA: Cf. El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. XX.); y lo que hace a esta figura particularmente interesante desde el punto de vista donde nos colocamos al presente, es que las formas circular y cuadrada que son sus elementos tienen en ella significaciones respectivas exactamente concordantes con las que tienen en la tradición extremo oriental (NA: Al comparar esta figura con la figura 8, se constatará que la imagen esquemática del «mundo intermediario» aparece en cierto modo como una «inversión» de figura del conjunto del Cosmos; sería posible deducir de esta observación, en lo que concierne a las leyes de la manifestación sutil, algunas consecuencias bastante importantes, que no podemos pensar en desarrollarlas aquí.). 2768 RGGT «SPIRITUS», «ANIMA», «CORPUS»
Sin entrar en detalles que estarían aquí fuera de propósito, se puede decir que el Azufre, cuyo carácter activo le hace asimilable a un principio ígneo, es esencialmente un principio de actividad interior, que se considera que irradia a partir del centro mismo del ser. En el hombre, o por similitud con éste, esta fuerza interna se identifica frecuentemente de una cierta manera con el poder de la voluntad; por lo demás, esto no es exacto más que a condición de entender la voluntad en un sentido mucho más profundo que su sentido psicológico ordinario, y de una manera análoga a aquella donde se puede hablar por ejemplo de la «Voluntad divina» (NA: Señalamos a este propósito que la palabra griega theion, que es la designación del Azufre, significa también al mismo tiempo «divino».) o, según la terminología extremo oriental, de la «Voluntad del Cielo», puesto que su origen es propiamente «central», mientras que todo lo que considera la psicología es simplemente «periférico» y no se refiere en suma más que a modificaciones superficiales del ser. Por lo demás, es intencionadamente como mencionamos aquí la «Voluntad del Cielo», ya que, sin poder ser asimilado al Cielo mismo, el Azufre, por su «interioridad», pertenece al menos, evidentemente, a la categoría de las influencias celestes; y, en lo que concierne a su identificación con la voluntad, se puede decir que, si no es verdaderamente aplicable al caso del hombre ordinario (a quien la psicología toma exclusivamente como objeto de su estudio), sí está plenamente justificada, por el contrario, en el caso del «hombre verdadero», que se sitúa en el centro de todas las cosas, y cuya voluntad, por consiguiente, está necesariamente unida a la «Voluntad del Cielo» (NA: Encontraremos más adelante esta consideración de la voluntad a propósito del ternario, «Providencia, Voluntad, Destino». — El «hombre transcendente», es decir, el que ha realizado en sí mismo el «Hombre Universal» (el-insânul-kâmil) es, en el lenguaje del HERMETISMO islámico, designado él mismo como el «Azufre rojo» (el-kebrîtul-ahmar), que también es representado simbólicamente por el Fénix; entre él y el «hombre verdadero» u «hombre primordial» (el-insânul-qadîm), la diferencia que existe es la que hay entre la «obra al rojo» y la «obra al blanco», que corresponden a la perfección respectiva de los «misterios mayores» y de los «misterios menores».). 2776 RGGT EL AZUFRE, EL MERCURIO Y LA SAL
En cuanto al Mercurio, su pasividad, correlativamente a la actividad del Azufre, hace que se le mire como un principio húmedo (NA: Es por eso por lo que, entre sus diferentes designaciones, se encuentra también la de «húmedo radical».); y que se le considere como reaccionando desde el exterior, de suerte que desempeña a este respecto el papel de una fuerza centrípeta y compresiva, que se opone a la acción centrífuga y expansiva del Azufre y que la limita en cierto modo. Por todos estos caracteres respectivamente complementarios, actividad y pasividad, «interioridad» y «exterioridad», expansión y compresión, se ve que, para volver al lenguaje extremo oriental, el Azufre es yang y el Mercurio es yin, y que, si el primero es referido al orden de las influencias celestes, el segundo debe serlo al orden de las influencias terrestres. No obstante, es menester tener en cuenta que el Mercurio no se sitúa en el dominio corporal, sino más bien en el dominio sutil o «anímico»: en razón de su carácter de «exterioridad», se le puede considerar como representando el «ambiente», y éste debe ser concebido entonces como constituido por el conjunto de las corrientes de la doble fuerza cósmica de la que hemos hablado precedentemente (NA: Se recordará aquí lo que hemos indicado más atrás sobre el tema de la doble espiral considerada como «esquema del ambiente»; el Mercurio de los hermetistas es en suma la misma cosa que la «luz astral» de Paracelso, o lo que algunos autores más recientes, como Éliphas Lévi, han llamado más o menos justamente el «gran agente mágico», aunque, en realidad, su puesta en obra en el dominio de las ciencias tradicionales está muy lejos de limitarse a esta aplicación de orden inferior que constituye la magia en el sentido propio de esta palabra, así como lo muestran suficientemente las consideraciones que hemos expuesto a propósito de la «solución» y de la «coagulación» herméticas. — Cf. también, sobre la diferencia del HERMETISMO y de la magia, Apercepciones sobre la Iniciación, cap. XLI.). Por lo demás, es en razón de la doble naturaleza o del doble aspecto que presenta esta fuerza, y que es como un carácter inherente a todo lo que pertenece al «mundo intermediario», por lo que el Mercurio, aunque se considera principalmente como un principio húmedo así como acabamos de decirlo, no obstante a veces es descrito como un «agua ígnea» (e inclusive alternativamente como un «fuego líquido») (NA: Por lo demás, las corrientes de fuerza sutil pueden dar efectivamente una impresión de este género a aquellos que las perciben, y eso puede ser incluso una de las causas de la ilusión «fluídica» tan común a este respecto, sin prejuicio de las razones de otro orden que han contribuido a dar nacimiento a esta ilusión o a mantenerla (cf. El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. XVIII).), y eso sobre todo en tanto que sufre la acción del Azufre, que «vigoriza» esta doble naturaleza y la hace pasar de la potencia al acto (NA: Es entonces lo que los hermetistas llaman el Mercurio «animado» o «doble», para distinguirle del Mercurio ordinario, es decir, tomado pura y simplemente tal cual es en sí mismo.). 2777 RGGT EL AZUFRE, EL MERCURIO Y LA SAL
Por otra parte, si se entiende la Naturaleza en su sentido primero, es decir, como la Naturaleza primordial e indiferenciada que es la raíz de todas las cosas (la Mûla-Prakriti de la tradición hindú), no hay que decir que se identifica a la Tierra de la tradición extremo oriental; pero lo que aporta aquí una complicación, es que, cuando se habla de la Naturaleza como objeto de conocimiento, se la toma ordinariamente en un sentido menos estricto y más extenso que éste, y a ella se refiere el estudio de todo lo que se puede llamar la naturaleza manifestada, es decir, de todo lo que constituye el conjunto mismo del medio cósmico todo entero (NA: El empleo de la misma palabra «natura» en los dos sentidos, en las lenguas occidentales, aunque es inevitable, no deja de prestarse a algunas confusiones; en árabe, la Naturaleza primordial es El-Fitrah, mientras que la naturaleza manifestada es et-tabiyah.). Se podría justificar esta extensión, hasta un cierto punto, diciendo que esta naturaleza es considerada entonces bajo el aspecto «substancial» más bien que bajo el aspecto «esencial», o que, como en el Sânkhya hindú, las cosas son consideradas en ella propiamente como las producciones de Prakriti, reservando por así decir la influencia de Purusha, sin la cual, no obstante, ninguna producción podría ser realizada efectivamente, ya que, partiendo solo de la potencia pura, evidentemente no podría pasar nada de la potencia al acto; en efecto, en esta manera de considerar las cosas, quizás hay un carácter inherente al punto de vista mismo de la «física» o «filosofía natural» (NA: Tomamos aquí la palabra «física» en el sentido antiguo y etimológico de «ciencia de la naturaleza» en general; pero, en inglés, la expresión natural philosophy, que era originariamente sinónima de la primera, ha servido durante mucho tiempo en los tiempos modernos, y al menos hasta Newton, para designar incluso la «física» en el sentido restringido y «especializado» en el que se la entiende ordinariamente en nuestra época.). No obstante, puede sacarse una justificación más completa de la precisión de que, en relación al hombre, el conjunto cósmico es considerado como formando el «mundo exterior»; en efecto, no se trata entonces más que de un simple cambio de nivel, si se puede decir, que responde más propiamente al punto de vista humano, ya que, de una manera relativa al menos, todo lo que es «exterior» puede llamarse «terrestre», del mismo modo que todo lo que es «interior» puede llamarse «celeste». Aquí podemos acordarnos también de lo que hemos expuesto sobre el tema del Azufre, del Mercurio y de la Sal: lo que es «divino», puesto que es necesariamente «interior» a todas las cosas (NA: A este propósito, se podrá recordar la palabra del Evangelio: «Regnum Dei intra vos est».), actúa, en relación al hombre, a la manera de un principio «sulfuroso» (NA: Volvemos a encontrar aquí el doble sentido de la palabra griega theion.), mientras que lo que es «natural», puesto que constituye el «ambiente», juega por eso mismo el papel de un principio «mercurial», como ya lo hemos explicado al hablar de las relaciones del ser con el medio; y el hombre, producto de lo «divino» y de la «naturaleza» a la vez, se encuentra situado así, como la Sal, en el límite común de ese «interior» y de ese «exterior», es decir, en otros términos, en el punto donde se encuentran y equilibran las influencias celestes y las influencias terrestres (NA: Naturalmente, estas consideraciones, que dependen propiamente del HERMETISMO, van mucho más lejos que la simple filosofía exotérica; pero ésta tiene en efecto necesidad, por eso mismo de que es exotérica, de ser justificada por algo que la rebasa.). 2860 RGGT «DEUS», «HOMO», «NATURA»
Si, en lugar de considerar cada individuo aisladamente, se considera el conjunto del dominio formado por un grado determinado de la Existencia, tal como el dominio individual donde se despliega el estado humano, o no importa cual otro dominio análogo de la existencia manifestada, definido semejantemente por un cierto conjunto de condiciones especiales y limitativas, Purusha es, para un tal dominio ( que comprende todos los seres que desarrollan en él, tanto sucesiva como simultáneamente, sus posibilidades de manifestación correspondientes ), asimilado a Prajâpati, el “Señor de los seres producidos”, expresión de Brahma mismo en tanto que es concebido como Voluntad Divina y Ordenador Supremo ( Prajâpati es también Vishwakarma, el “principio constructivo universal”; su nombre y su función son por lo demás susceptibles de aplicaciones múltiples y más o menos especializadas, según se les refiera o no a la consideración de tal o cual estado determinado. ). Esta Voluntad se manifiesta más particularmente, en cada ciclo especial de existencia, como el Manu de ese ciclo, que le da su Ley ( Dharma ); en efecto, así como ya lo hemos explicado en otra parte, Manu no debe considerarse en modo alguno como un personaje ni como un “mito” ( al menos en el sentido vulgar de esta palabra ), sino más bien como un principio, que es propiamente la Inteligencia cósmica, imagen reflejada de Brahma ( y en realidad una con Él ), que se expresa como el Legislador primordial y universal ( Es interesante notar que, en otras tradiciones, el Legislador primordial es designado también por nombres cuya raíz es la misma que la del Manu hindú: tales son, concretamente, el Menés o Mina de los egipcios, el Minos de los griegos y el Menw de los celtas; es pues un error considerar estos nombres como designando personajes históricos. ). Del mismo modo que Manu es el prototipo del hombre ( mânava ), la pareja Purusha-Prakriti, en relación a un estado de ser determinado, puede considerarse como equivalente, en el dominio de la existencia que corresponde a ese estado, a lo que el esoterismo islámico llama el “Hombre Universal” ( El-Insânul-Kâmil ) ( NA: Es el Adam Qadmon de la Qabbalah hebraica; es también el “Rey” ( Wang ) de la tradición extremo oriental ( Tao-Te-King, XXV ) ), concepción que, por lo demás, puede extenderse después a todo el conjunto de los estados manifestados, y que establece entonces la analogía constitutiva de la manifestación universal y de su modalidad individual humana ( Recordamos que es sobre esta analogía donde reposa esencialmente la institución de las castas. — Sobre el papel de Purusha considerado desde el punto de vista que indicamos aquí, ver concretamente el Purusha-Sûkta del Rig Vêda, X, 90. — Vishwakarma, aspecto o función del “Hombre Universal”, corresponde al “Gran arquitecto del Universo” de las iniciaciones occidentales. ), o, para emplear el lenguaje de algunas escuelas occidentales, del “macrocosmo” y del “microcosmo” ( Estos términos pertenecen en propiedad al HERMETISMO, y son de aquellos para los cuales estimamos no tener que ocuparnos del empleo más o menos abusivo que ha podido hacerse de ellos por los pseudoesoteristas contemporáneos. ). 3092 HDV IV
Llamamos muy particularmente la atención sobre esto: el centro de que se trata es el punto fijo que todas las tradiciones están de acuerdo en designar simbólicamente como el «Polo», puesto que es alrededor de él donde se efectúa la rotación del mundo, representado generalmente por la rueda, tanto en los Celtas como en los Caldeos y en los Hindúes (El símbolo céltico de la rueda se ha conservado en la edad media; se pueden encontrar numerosos ejemplos de él sobre las iglesias románicas, y el rosetón gótico mismo parece ser un derivado suyo, ya que hay una relación cierta entre la rueda y las flores emblemáticas tales como la rosa en Occidente y el loto en Oriente.). Tal es la verdadera significación del swastika, este signo que se encuentra difundido por todas partes, desde el Extremo Oriente hasta el Extremo Occidente (Este mismo signo no ha sido extraño al HERMETISMO Cristiano: hemos visto, en el antiguo monasterio de los Carmelitas de Loudun, símbolos muy curiosos, que datan verosímilmente de la segunda mitad del siglo XV, y entre los cuales el swastika ocupa, con el signo del que hablaremos más adelante, uno de los lugares más importantes. Es bueno anotar, en esta ocasión, que los Carmelitas, que han venido de Oriente, vinculan la fundación de su Orden a Elías y a Pitágoras (como la Masonería, por su lado, se vincula a la vez a Salomón y al mismo Pitágoras, lo que constituye una similitud bastante destacable), y también que, por otra parte, algunos pretenden que en la edad media tenían una iniciación muy vecina de la de los Templarios, así como los religiosos de la Merced; se sabe que esta última Orden ha dado su nombre a un grado de la Masonería escocesa, del cual hemos hablado bastante largamente en El Esoterismo de Dante.), y que es esencialmente el «signo del Polo»; sin duda es aquí la primera vez, en la Europa moderna, que se hace conocer su sentido real. En efecto, los sabios contemporáneos han buscado vanamente explicar este símbolo mediante las teorías más fantasiosas; la mayoría de entre ellos, obsesionados por una suerte de idea fija, han querido ver en él, como casi por todas partes, un signo exclusivamente «solar» (La misma precisión se aplica concretamente a la rueda, cuya verdadera significación acabamos de indicar igualmente.), mientras que, si lo ha devenido a veces, no ha podido ser más que accidentalmente y de un manera desviada. Otros han estado más cerca de la verdad al considerar al swastika como el símbolo del movimiento; pero esta interpretación, sin ser falsa, es muy insuficiente, ya que no se trata de un movimiento cualquiera, sino de un movimiento de rotación que se cumple alrededor de un centro o de un eje inmutable; y es el punto fijo el que es, lo repetimos, el elemento esencial al que se refiere directamente el símbolo en cuestión (No citaremos más que de memoria la opinión, todavía más fantasiosa que todas las demás, que hace del swastika el esquema de un instrumento primitivo destinado a la producción del fuego; ahora bien, si este símbolo tiene a veces una cierta relación con el fuego, puesto que es concretamente un emblema de Agni, es por razones completamente diferentes.). 5813 RGRM CAPÍTULO II
La realización efectiva de los estados múltiples del ser se refiere a la concepción de lo que diferentes doctrinas tradicionales, y concretamente el esoterismo islámico, designan como el “Hombre Universal” ( NA: El “Hombre Universal” ( en árabe El-Insânul-kâmil ) es el Adam Qadmôn de la Qabbalah hebraica; es también el “Rey” ( Wang ) de la tradición extremo oriental ( Tao-te-king, XXV ). — Existen, en el esoterismo islámico, un gran número de tratados de diferentes autores sobre El-Insânul-kâmil; aquí solo mencionaremos, como más particularmente importantes desde nuestro punto de vista, los de Mohyiddin ibn Arabi y de Abdul-Karîm El-Jîli. ) ), concepción que, como lo hemos dicho en otra parte, establece la analogía constitutiva de la manifestación universal y de su modalidad individual humana, o, para emplear el lenguaje del HERMETISMO occidental del “macrocosmo” y del “microcosmo” ( NA: Ya nos hemos explicado en otra parte sobre el empleo que hacemos de estos términos, así como de algunos otros para los cuales estimamos no tener que preocuparnos más del abuso que se ha podido hacer de ellos a veces ( El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. II y IV ). — Estos términos, de origen griego, tienen también en árabe sus equivalentes exactos ( El-Kawnul-kebir y El-Kawnuç-çeghir ), términos que se toman en la misma acepción. ). Por lo demás, esta noción puede considerarse a diferentes grados y con extensiones diversas, puesto que la misma analogía permanece válida en todos los casos ( Se podría hacer una precisión semejante en lo que concierne a la teoría de los ciclos, que no es en el fondo más que otra expresión de los estados de existencia: todo ciclo secundario reproduce en cierto modo, a una escala menor, fases correspondientes a las del ciclo más extenso al cual está subordinado. ): así, ella puede restringirse a la humanidad misma, considerada ya sea en su naturaleza específica, ya sea incluso en su organización social, ya que es sobre esta analogía donde reposa esencialmente, entre otras aplicaciones, la institución de las castas ( Cf. el Purusha-Sûkta del Rig-Vêda, X, 90. ). A otro grado, ya más extenso, la misma noción puede abarcar el dominio de existencia correspondiente a todo el conjunto de un estado de ser determinado, cualquiera que sea por lo demás ese estado ( Sobre este punto, y a propósito del Vaishwânara de la tradición hindú, ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, capítulo XII. ); pero esta significación, sobre todo si se trata del estado humano, incluso tomado en el desarrollo integral de todas sus modalidades, o de otro estado individual, no es todavía propiamente más que “cosmológica”, y lo que debemos considerar esencialmente aquí, es una transposición metafísica de la noción del hombre individual, transposición que debe efectuarse en el dominio extraindividual y supraindividual. En este sentido, y si uno se refiere a lo que recordábamos hace un momento, la concepción del “Hombre Universal”, se aplicará primero, y más ordinariamente, al conjunto de los estados de manifestación; pero puede hacérsela todavía más universal, en la plenitud de la verdadera acepción de esta palabra, extendiéndola igualmente a los estados de no manifestación, y por consiguiente a la realización completa y perfecta del ser total, entendiendo éste en el sentido superior que hemos indicado precedentemente, y siempre con la reserva de que el término “ser” mismo ya no puede tomarse entonces más que en una significación puramente analógica. 6026 SC II
). En efecto, él está en el centro, de donde las seis direcciones salen por radiación, y a donde vienen, en el movimiento de retorno, a neutralizarse dos a dos, de suerte que, en este punto único, su triple oposición cesa enteramente, y nada de lo que resulta de ella o de lo que se localiza en ella puede alcanzar al ser que permanece en la unidad inmutable. Puesto que éste no se opone a nada, nada podría oponerse a él tampoco, ya que la oposición es necesariamente una relación recíproca, que exige dos términos en presencia, y que, por consiguiente, es incompatible con la unidad principial; y la hostilidad, que no es más que una consecución o una manifestación exterior de la oposición, no puede existir al respecto de un ser que está fuera y más allá de toda oposición. El fuego y el agua, que son el tipo de los contrarios en el “mundo elemental”, no pueden herirle, ya que, a decir verdad, ya no existen para él en tanto que contrarios, puesto que han entrado, equilibrándose y neutralizándose el uno al otro por la reunión de sus cualidades aparentemente opuestas, pero realmente complementarias ( El fuego y el agua, no considerados ya bajo el aspecto de la oposición, sino bajo el del complementarismo, son una de las expresiones de los dos principios activo y pasivo en el dominio de la manimanifestación corporal o sensible; las consideraciones que se refieren a este punto de vista han sido desarrolladas especialmente por el HERMETISMO. ), en la indiferenciación del éter primordial. 6140 SC VII
Esto permite comprender en qué sentido debe entenderse el término intermediario de la “Gran Triada” que considera la tradición extremo oriental: los tres términos son el “Cielo” ( Tien ), la “Tierra” ( Ti ) y el “Hombre” ( Jen ), y este último desempeña en cierto modo un papel de “mediador” entre los otros dos, como si uniera en él sus dos naturalezas. Es verdad que, incluso en lo que concierne al hombre individual, se puede decir que participa realmente del “Cielo” y de la “Tierra”, que son la misma cosa que Purusha y Prakriti, los dos polos de la manimanifestación universal; pero no hay ahí nada que sea especial al caso del hombre, ya que es necesariamente lo mismo para todo ser manifestado. Para que pueda desempeñar efectivamente, al respecto de la Existencia universal, el papel de que se trata, es menester que el hombre haya llegado a situarse en el centro de todas las cosas, es decir, que haya alcanzado al menos el estado del “hombre verdadero”; pero entonces todavía no le ejerce efectivamente más que para un grado de la Existencia; y es solo en el estado del “hombre trascendente” cuando esta posibilidad se realiza en su plenitud. Esto equivale a decir que el verdadero “mediador”, en quien la unión del “Cielo” y de la “Tierra” está plenamente realizada por la síntesis de todos los estados, es el “Hombre Universal”, que es idéntico al Verbo; y, notémoslo de pasada, muchos puntos de las tradiciones occidentales, incluso en el orden simplemente teológico, podrían encontrar en esto su explicación más profunda ( NA: La unión del “Cielo” y de la “Tierra” es la misma cosa que la unión de las dos naturalezas divina y humana en la persona de Cristo, en tanto que éste es considerado como el “Hombre Universal”. Entre los antiguos símbolos de Cristo se encuentra la estrella de seis puntas, es decir, el doble triángulo del “sello de Salomón” ( cf, El Rey del Mundo, cap. IV ); ahora bien, en el simbolismo de una escuela hermética a la que se vinculaban Alberto el Grande y Santo Tomás de Aquino, el triángulo recto representa la Divinidad, y el triángulo inverso la naturaleza humana ( “hecha a la imagen de Dios”, como su reflejo en sentido inverso en el “espejo de las Aguas” ), de suerte que la unión de los dos triángulos figura la de las dos naturalezas ( Lâhût y Nasût en el esoterismo islámico ). Hay que destacar, desde el punto de vista especial del HERMETISMO, que el ternario humano: “spiritus, anima, corpus”, está en correspondencia con el ternario de los principios alquímicos: “azufre, mercurio, sal”. — Por otra parte, desde el punto de vista del simbolismo numérico, el “sello de Salomón” es la figura del número 6, que es el número “conjuntivo” ( la letra “vau” en hebreo y en árabe ), el número de la unión y de la mediación; es también el número de la creación, y, como tal, conviene también al Verbo “per quem omnia facta sunt”. Las estrellas de cinco y seis puntas representan respectivamente el “microcosmo” y el “macrocosmo”, y también el hombre individual ( ligado a las cinco condiciones de su estado, a las cuales corresponden los cinco sentidos y los cinco elementos corporales ) y el “Hombre Universal” o Logos. El papel del Verbo, en relación a la Existencia universal, puede precisarse todavía por la agregación de la cruz trazada en el interior de la figura del “sello de Salomón”: el brazo vertical liga los vértices de los dos triángulos opuestos, o los dos polos de la manifestación y el brazo horizontal representa entonces la “superficie de las Aguas”. — En la tradición extremo oriental, se encuentra un símbolo que, aunque difiere del “sello de Salomón” por la disposición, le es numéricamente equivalente: seis trazos paralelos, llenos o quebrados según los casos ( los sesenta y cuatro “exagramas” de Wen-wang en el Yi-King, formado cada uno de ellos por la superposición de dos de los ocho koua o “trigramas” de Fo-hi ), constituyen los “gráficos del Verbo” ( en relación con el simbolismo del Dragón ); estos “gráficos” representan también al “Hombre” como término medio de la “Gran Triada” ( el “trigrama” superior corresponde al “Cielo” y el “trigrama” inferior a la “Tierra”, lo que les identifica respectivamente a los dos triángulos recto e inverso del “sello de Salomón” ). ). 6556 SC XXVIII
Por otra parte, puesto que el “Cielo” y la “Tierra” son dos principios complementarios, uno activo y el otro pasivo, su unión puede representarse por la figura del “Andrógino”, y esto nos lleva a algunas de las consideraciones que hemos indicado desde el comienzo en lo que concierne al “Hombre Universal”. Aquí también, la participación de los dos principios existe para todo ser manifestado, y se traduce en él por la presencia de los dos términos yang y yin, pero en proporciones diversas y siempre con la predominancia del uno o del otro; la unión perfectamente equilibrada de estos dos términos no puede realizarse más que en el “estado primordial” ( NA: Por eso es por lo que las dos mitades del yin-yang constituyen por su reunión la forma circular completa ( que corresponde en el plano a la forma esférica en el espacio de tres dimensiones ). ). En cuanto al estado total, en él no puede tratarse de ninguna distinción del yang y del yin, que han entrado entonces en la indiferenciación principial; aquí ni siquiera se puede pues hablar del “Andrógino”, lo que implica ya una cierta dualidad en la unidad misma, sino solo de la “neutralidad” que es la del Ser considerado en sí mismo, más allá de la distinción de la “esencia” y de la “sustancia”, del “Cielo” y de la “Tierra”, de Purusha y de Prakriti. Es pues solo en relación a la manifestación como la pareja Purusha-Prakriti puede ser, como lo decíamos más atrás, identificada al “Hombre Universal” ( Lo que decimos aquí del verdadero lugar del “Andrógino” en la realización del ser y de sus relaciones con el “estado primordial”, explica el papel importante que esta concepción desempeña en el HERMETISMO, cuyas enseñanzas se refieren al dominio cosmológico, así como a las extensiones del estado humano en el orden sutil, es decir, en suma a lo que se puede llamar el “mundo intermediario”, que es menester no confundir con el domino de la metafísica pura. ); es también desde este punto de vista, evidentemente, como éste es el “mediador” entre el “Cielo” y la “Tierra”, puesto que estos dos términos mismos desaparecen desde que se pasa más allá de la manifestación ( NA: Con esto se puede comprender el sentido superior de esta frase del Evangelio: “El Cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. El Verbo mismo, y por consiguiente el “Hombre Universal” que le es idéntico, está más allá de la distinción del “Cielo” y de la “Tierra”; permanece pues eternamente tal cual es, en su plenitud de ser, mientras que toda manifestación y toda diferenciación ( es decir, todo orden de la existencia contingente ) se han desvanecido en la “transformación” total. ). 6558 SC XXVIII
Uno de los símbolos a que queremos referirnos es el triángulo con el vértice hacia abajo; es como una suerte de representación esquemática de la copa sacrificial, y con tal valor se encuentra en ciertos yantra o símbolos geométricos de la India. Por otra parte, es particularmente notable desde nuestro punto de vista que la misma figura sea igualmente un símbolo del corazón, cuya forma reproduce simplificándola: el “triángulo del corazón” es expresión corriente en las tradiciones orientales. Esto nos conduce a una observación tampoco desprovista de interés: que la figuración del corazón inscripto en un triángulo así dispuesto no tiene en sí nada de ilegítimo, ya se trate del corazón humano, o del Corazón divino, y que, inclusive, resulta harto significativa cuando se la refiere a los emblemas utilizados por cierto HERMETISMO cristiano medieval, cuyas intenciones fueron siempre plenamente ortodoxas. Si a veces se ha querido, en los tiempos modernos, atribuir a tal representación un sentido blasfemo ( (Ver Reg., agosto-septiembre de 1924)), es porque, conscientemente o no, se ha alterado la significación primera de los símbolos hasta invertir su valor normal; se trata de un fenómeno del cual podrían citarse muchos ejemplos y que por lo demás encuentra su explicación en el hecho de que ciertos símbolos son efectivamente susceptibles de doble interpretación, y tienen como dos faces opuestas. La serpiente, por ejemplo, y también el león, ¿no significan a la vez, según los casos, Cristo y Satán? No podemos entrar a exponer aquí, a ese respecto, una teoría general, que nos llevaría demasiado lejos; pero se comprenderá que hay en ello algo que hace muy delicado al manejo de los símbolos y también que este punto requiere especialísima atención cuando se trata de descubrir el sentido real de ciertos. emblemas y traducirlo correctamente ( (Cf. Le Règne de la quantité et les signes des temps, cap. XXIX: “Le renversement des symboles”)). 6643 SFCS EL SAGRADO CORAZON Y LA LEYENDA DEL SANTO GRAAL
En diversas oportunidades, nos vimos llevados en el curso de nuestros estudios ( (Cf. Le Symbolisme de la Croix, cap. VI. nota final, y Les Principes du Calcul infintésimal)) a aludir a la Tetraktys pitagórica, y hemos indicado entonces la fórmula numérica: 1+2+3+4=10, por la cual se muestra la relación que une directamente el denario al cuaternario. Por lo demás, sabida es la particularísima importancia que le atribuían los pitagóricos, y que se manifestaba notablemente en el hecho de prestar juramento “por la sagrada Tetraktys”; quizá no ha sido tan observado el que los pitagóricos tenían también otra fórmula de juramento: “por el cuadrado de cuatro”; y hay entre ambos una relación evidente, ya que el número cuatro es, podría decirse, su base común. Podría deducirse de aquí, entre otras consecuencias, que la doctrina pitagórica debía presentarse con un carácter más “cosmológico” que puramente metafísico, lo que, por otra parte, no es ningún caso excepcional cuando se trata de las tradiciones occidentales, pues ya hemos tenido ocasión de formular una observación análoga en lo referente al HERMETISMO. La razón de esta inferencia, que puede parecer extraña a primera vista a quien no está habituado al uso del simbolismo numérico, es que el cuaternario se ha considerado siempre y en todas partes como el número propio de la manifestación universal; señala, pues, a este respecto, el punto de partida mismo de la “cosmología”, mientras que los números antecedentes, o sea la unidad, el binario y el ternario, se refieren estrictamente a la “ontología”; así, la importancia particular otorgada al cuaternario se corresponde perfectamente con la otorgada al punto de vista “cosmológico”, mismo. 6795 SFCS LA TETRAKTYS Y EL “CUADRADO DE CUATRO”
Por otra parte, si se unen de dos en dos los extremos no contiguos de los seis rayos, se obtiene la conocida figura del hexagrama o “sello de Salomón”, formada por dos triángulos equilateros opuestos y entrelazados; la estrella de seis puntas propiamente dicha, que no difiere sino en que se traza solamente el contorno exterior, no es, evidentemente, sino una variante de ese mismo símbolo. El HERMETISMO cristiano medieval veía, en los dos triángulos del hexagrama, entre otras cosas, una representacioón de la únión de las dos naturalezas, divina y humana, en la persona de Cristo; y el número seis, con el cual dicho símbolo está naturalmente relacionado, tiene entre sus significaciones la de unión y mediación, que conviene perfectamente en tal caso (En el simbolismo extremo-oriental, seis rasgos dispuestos de otro modo, en forma de lineas paralelas, representan análogamente el término medio de la “Gran Tríada”, es decir, el Mediador entre el cielo y la tierra, el “Hombre verdadero”, que une en sí las dos naturalezas: celeste y terrestre). Ese mismo número es también, segun la Cábala hebrea, el número de la creación (la “obra de los seis días” del Génesis, en relación con las seis direcciones del espacio); y a este respecto, además, la atribucíón de su símbolo al Verbo se justifica igualmente bien: es, en suma, como una especie de traducción gráfica del omnia per ipsurn facta sunt del Evangelio de San Juan. 7141 SFCS LOS SÍMBOLOS DE LA ANALOGÍA
Otro símbolo muy difundido e inmediatamente vinculado con el mismo orden de ideas, es el de la escala, y se trata también de un símbolo “axial”; como lo dice A. K. Coomaraswamy”, el “Eje del Universo es como una escala por la cual se efectúa un perpetuo movimiento ascendente y descendente” (The. Inverted Tree, p. 20). Permitir que tal movimiento se realice es, en efecto, el destino esencial de la escala; y puesto que, según acabamos de ver, el árbol o el mástil desempeña también la misma función, bien puede decirse que en este respecto la escala es su equivalente. Por otra parte, la forma más particular de la escala sugiere algunas observaciones; sus dos travesaños verticales corresponden a la dualidad del “Árbol de la Ciencia”, o, en la Cábala hebrea, a las dos “columnas”, la de derecha y la de izquierda, del “árbol sefirótico”; ni unos ni otras son propiamente “axiales”, y la “columna del medio”, que es la propiamente “axial”, no está figurada de modo sensible (como en el caso en que tampoco lo está el pilar central de un edificio); pero, por lo demás, la escala íntegra, en su conjunto, se encuentra en cierto modo “unificada” por los peldaños que unen a los dos travesaños entre sí, y que, hallándose situados horizontalmente entre éstos, tienen forzosamente sus respectivos puntos medios ubicados sobre el eje mismo (En el antiguo HERMETISMO cristiano, se encuentra como equivalente, a este respecto, cierto simbolismo de la letra H, con sus dos trazos verticales y el horizontal que los une). Se ve que la escala ofrece, así, un simbolismo muy completo: es, podría decirse, como un “puente” vertical que se eleva a través de todos los mundos y permite recorrer toda su jerarquia, pasando de peldaño en peldaño; y, a la vez, los peldaños son los mundos mismos, es decir, los diferentes niveles o grados de la Existencia universal (El simbolismo del “puente”, en sus diversos aspectos, podría dar lugar, naturalmente a muchas otras consideraciones (véase caps. LXIII y LXIV); cabría también recordar, en relación con este asunto el simbolismo islámico de la “tabla guardada” (el-lawhu-l-mahfûz), prototipo “intemporal” de las Escrituras sagradas, la cual, desde lo más alto de los cielos, desciende verticalmente atravesando todos los mundos). 7171 SFCS EL SIMBOLISMO DE LA ESCALA
Hemos aludido a cierta relación existente entre la luz y la lluvia, en cuanto una y otra simbolizan igualmente los influjos celestes o espirituales ( (Cap. LIX: “Kâla-mukha”)). Esta significación es evidente. en lo que respecta a la luz; en lo que concierne a la lluvia, la hemos indicado en otro lugar (La Grande Triade, cap. XIV), señalando que entonces se trata sobre todo del descenso de esos influjos al mundo terrestre, y destacando que ese es en realidad el sentido profundo, enteramente independiente de cualquier aplicación “mágica”, de los difundidos ritos que tienen por objeto “hacer llover” (Este simbolismo de la lluvia se ha conservado, a través de la tradición hebrea, hasta en la misma liturgia católica: Rorate Caeli desuper et nubes pluant Iustum (Isaías, XLV, 8)). Por otra parte, tanto la luz como la lluvia tienen un poder “vivificante”, que representa con exactitud la acción de los influjos de que se trata (Ver a este respecto, en lo que concierne a la luz, Aperçus sur l’Initiation, cap. XLVII); con este carácter se vincula también, más en particular, el simbolismo del rocío, que, como es natural, se halla en estrecha conexión con el de la lluvia y es común a numerosas formas tradicionales, desde el HERMETISMO (La tradición rosacruz asocia muy en especial el rocío y la luz, estableciendo una relación por consonancia entre Rosa-Lux y Rosa-Crux) y la Cábala hebrea (Recordaremos, también, a este respecto, que el nombre Metatrón, por las diferentes interpretaciones que de él se dan, se vincula a la vez a la “luz” y a la “lluvia”; y el carácter propiamente “solar” de Metatrón pone a éste en relación directa con las consideraciones que desarrollaremos en seguida) hasta la tradición extremo-oriental (Ver Le Roi du Monde, cap. III, y Le Symbolisme de la Croix, cap. IX). 7219 SFCS LA LUZ Y LA LLUVIA
Para hacerlo comprender, volveremos al simbolismo, ya indicado ( “Le Coeur rayonnant et le Coeur enflammé” (cf. aqui, cap. LXIX)), según el cual el corazón se asimila al sol y el cerebro a la luna. Ahora bien; el sol y la luna, o más bien los principios cósmicos representados por estos dos astros, se figuran a menudo como complementarios, y en efecto lo son desde cierto punto de vista; se establece entonces entre ambos una suerte de paralelismo o de simetría, ejemplos de lo cual sería fácil encontrar en todas las tradiciones. Así, el HERMETISMO hace del sol y la luna (o de sus equivalentes alquímicos, el oro y la plata) la imagen de los dos principios, activo y pasivo, o masculino y femenino según otro modo de expresión, que constituyen ciertamente los dos términos de un verdadero complementarismo (Por otra parte, debe señalarse que, en cierto respecto, cada uno de los dos términos puede polarizarse a su vez en activo y pasivo, de donde las figuraciones del sol y de la luna como andróginos; así, Jano, en uno de sus aspectos, es Lunus-Luna, según lo hemos señalado anteriorrnente (“Á propos de quelques symboles hermético-religieux”, en Reg., diciembre de 1925, cuya materia fue retomada en el artículo que forma aquí el cap. XVIII: “Algunos aspectos del simbolismo de Jano”). Puede comprenderse, por consideraciones análogas, que la fuerza centrífuga y la centrípeta estén referidas respectivamente, desde cierto punto de vista, al cerebro y al corazón, y que, desde otro, lo estén ambas al corazón, como correspondiendo a dos fases complementarias de su función central). Por otra parte, si se consideran las apariencias de nuestro mundo, según es legítimo hacerlo, el sol y la luna tienen efectivamente papeles comparables y simétricos, siendo, según la expresión bíblica, “los dos grandes luminares, el luminar mayor como regidor del día y el luminar menor como regidor de la noche” (Génesis, 1, 16); y algunas lenguas extremo-orientales (chino, annamita, malayo) los designan con términos que son, análogamente, simétricos, pues significan “ojo del día” y “ojo de la noche” respectivamente. Empero, si se va más allá de las apariencias, no es posible ya mantener esa especie de equivalencia, puesto que el sol es por sí mismo una fuente de luz, mientras que la luna no hace sino reflejar la luz que recibe de él (Esto podría generalizarse: la “receptividad” caracteriza siempre y en todas partes al principio pasivo, de modo que no hay verdadera equivalencia entre éste y el principio activo, aunque, en otro sentido, sean mutuamente necesarios, no siendo el uno activo y el otro pasivo sino en esa su mutua relación). La luz lunar no es en realidad sino un reflejo de la luz solar; podría decirse, pues, que la luna, en cuanto “luminar”, no existe sino por el sol. 7312 SFCS CORAZON Y CEREBRO