La naturaleza de esta procesión divina en la Persona, la relación del Uno con los Muchos, y la originación de nuestra consciencia y mutabilidad, no se formulan más claramente en ninguna otra parte que en Maitri Upanishad II.6 sig. Aquí la Persona inteligenciante (manomayah purushah, cf. Mundaka Upanishad II.2.7), Prajâpati, el Progenitor (el Soplo, Atharva Veda Samhitâ XI.4.11), despertando como si fuera del sueño, se divide a sí mismo quíntuplemente, para despertar (pratibodhanâya) a sus hijos sin vida. «Él, teniendo todavía fines inalcanzados (akrtârthah), desde dentro del corazón consideró, “Coma yo de los objetos sensoriales (arthân asnâni)”. Por consiguiente, pasando a través de estas aberturas (khânimâni bhitvâ) y saliendo, con cinco rayos (rasmibhih) come de los objetos sensoriales (vishayân atti): estos poderes cognitivos (buddhindriyâni = prajñâni, prajña-mâtrâ, tan-mâtrâ, inteligencias) son sus “rayos” o sus “riendas”, los órganos de acción (karmendriyâni) son sus corceles, el cuerpo es su carro, la mente (manas = nous) es su Gobernante (niyantr), su naturaleza (prakrti = physis) el látigo; impelido sólo por él como su energizante, este cuerpo gira como la rueda del alfarero; impelido sólo por él este cuerpo se levanta en un estado de consciencia (cetanavat); sólo él es su movedor». Como un espectador (prekshakah, visionador, presenciador), y como él es en sí mismo (svasthah = apathes, autos, en eauto estos, Hermes, Lib II.12A), transmigra (carati) completamente inafectado (alepyah) por los destinos en los que sus vehículos, ya sean eminentes o ineminentes, están implicados; pero mientras se considera a sí mismo como este hombre, Fulano, mientras se identifica a sí mismo con sus experiencias y PASIONES, «se enreda a sí mismo consigo mismo, como un pájaro en la red»; y como «sí mismo elemental (bhutâtman)» es vencido por la causalidad, el bien y el mal, y todos los «pares» de contradictorios. La cura para este Sí mismo elemental ha de encontrarse en la disipación de su «ignorancia» (avidyâ) con el reconocimiento de «su propio Sí mismo inmortal y Duque», de quien se dice en otra parte, en el más famoso de los logoi Aupanishada, que «Eso eres Tú». Sobre la Psicología Tradicional e India, o más bien Neumatología
Esta psicología profunda se deriva toda directamente de Platón, principalmente de Leyes 644E, 645A. La doctrina de Platón del alma irracional y mortal (con sus partes mejor y peor) y su distinción del Alma racional e inmortal es, por supuesto, idéntica a la distinción india de nuestro sí mismo pasible y «su Sí mismo inmortal y Duque». Estos dos moran juntos en la casa o ciudad del cuerpo, o viajan en uno y el mismo vehículo corporal; y entonces surge la cuestión de quién lo controlará. En la figura de la marioneta Platón habla del hombre como literalmente «dis-traído» por sus PASIONES. Dice que estos afectos en nosotros (tauta ta pathe en emin) nos empujan acá y allá (anthelkousi), y siendo contrarios unos a otros (allelais enantiai, como en Aristóteles, De anima III.10.433b.5) lo hacen en direcciones contrarias, ya sea hacia el bien o ya sea hacia el mal, según pueda ser el caso. Pero hay «un sagrado hilo de la Razón, un hilo conductor, un hilo de oro, a saber, la Ley común del cuerpo político, y a este hilo debemos agarrarnos siempre y cooperar con él, para que el tipo de oro dentro de nosotros pueda vencer a los demás tipos». La doctrina de Aristóteles es la misma, aunque no usa el «mito» de la marioneta: la moción implica siempre una elección de algún tipo, pero la elección puede hacerse de acuerdo con la Razón (logismos), o puede estar determinada por las Pasiones (epithymia); y en este último caso (el del etto eauton de Platón, República 431B, 440b, etc.) la moción resultante será irracional. La Mente (de la mente) es siempre recta; pero el apetito y las imágenes mentales (phantasia = samkalpa o rupa) pueden ser rectos o errados (De anima III.10.433a.22 sig.). Sobre la Psicología Tradicional e India, o más bien Neumatología
Este es el problema del auto-dominio, por cuya causa se enseña la psicología tradicional, y al cual Platón vuelve tan a menudo. Cuando el gobierno interior es de la parte mejor del alma por la parte peor, es decir, de la mente por la turba de las PASIONES, entonces decimos que un hombre es «esclavo de sí mismo» (etto auton) y así le censuramos; pero cuando, inversamente, el gobierno interior es de la parte peor del alma por la parte mejor, entonces decimos que es «dueño de sí mismo» (kreitto auton), a modo de alabanza; y lo mismo se aplica al recto gobierno de los Estados (República 431; Leyes 645B, 841C; Protágoras 358, etc.). En otras palabras, «este hombre y su esposa, la razón y la carne… están comprometidos en contiendas y altercados día y noche» (Rumî, Mathnawî I.2617); «El Sí mismo es a la vez el único amigo y el único enemigo del sí mismo: El Sí mismo es el amigo del sí mismo en el caso de aquel cuyo sí mismo ha sido vencido por el Sí mismo, pero siempre está en guerra como el enemigo del no-Sí mismo» (Bhagavad Gîtâ VI. 5.6). Esta es, míticamente, la batalla de los Dioses y los Titanes, los Devas y los Asuras dentro de vosotros, único lugar donde el Dragón puede ser matado; y, éticamente, es la psicomaquía de las Virtudes y los Vicios. El resultado es literalmente de victoria o muerte, pues, como toda nuestra tradición asume, hay una división real entre los salvados y los condenados. Sobre la Psicología Tradicional e India, o más bien Neumatología
Se distinguen así dos Vías o Ciclos (âvarta), una Vía «humana» y otra «suprahumana», manavârta y brahmapatha, una Vía de retorno (pitryâna) y otra de no-retorno (devayâna); que corresponden exactamente a lo que en el budismo Mahâyâna se llaman respectivamente, las Vías «Mundanal» o «Enseñada» (laukika, saiksha) y «Transmundanal», «Inenseñada», «Pura» o «Aria» (lokottara, asaiksha, anâsrava, ârya), de las cuales la primera conduce al Viajero a la «Sumidad del Ser Contingente» (bravâgra), que es la estación más alta alcanzable por un Bodhisattva como tal, desde donde procede por la segunda a la omnisciencia y a la Budeidad. No ha de inferirse que una vez alcanzada la Sumidad del Ser Contingente uno abandona la Vía Mundanal y entra en la Transmundanal. Por el contrario, aunque sólo la Vía Mundanal es practicable en el más bajo de los «Tres Mundos», o más bien «Estados del Ser Contingente» (kâmadhâtu, rupadhâtu, ârupyadhâtu), más allá de este nivel de referencia las Vías discurren juntas, pero acaban en puntos diferentes -«Sólo la Vía Transmundanal o Aria puede destruir las PASIONES que quedan en la Sumidad del Ser Contingente» (Abhidharmakosa VI.47). Tampoco los «Mundos», aunque son la esfera de la transmigración, deben concebirse sólo en un sentido espacial o temporal (el Ârupyadhâtu, en particular, es «sin lugar», asthâna); en conexión con lo presente al menos, los «Mundos» son más bien estados del ser que penetran la totalidad del tiempo y el espacio, y se distinguen algo así como uno distingue entre la «Vida de Placer» y la «Vida Activa» y la «Vida contemplativa», o entre la vida del «Hogareño» y la vida del «Sin hogar». Por ejemplo, se considera que el Buddha alcanzó el bhavâgra (la «Sumidad del Ser Contingente») cuando ocupó su sede debajo del Árbol, y que alcanzó en el acto la Budeidad omnisciente, en virtud de la Vía Aria que había estado siguiendo previamente. Aspectos Bhakta de la Doctrina del ÂTMAN
La deidad inmanente es así el único Fructuario (bhoktr, r. bhrij, comer, usar, gozar, experimentar como, por ejemplo, en Jaiminîya Upanishad Brâhmana II.10) dentro del mundo y en los individuos. «Al Sí mismo, uncido con el yugo de la facultad sensorial, ellos llaman el “Fructuario”» (Katha Upanishad III.4); «esta Persona dentro de vosotros es el único Fructuario y la Naturaleza es su usufructo (bhojyam, Maitri Upanishad VI.10)», «Cuando asume su puesto en el oído, el ojo, el tacto, el gusto y el olfato, siente los objetos de los sentidos (vishayân upasevate)»; los «sabores nacidos del contacto» (Bhagavad Gîtâ XV.7-9, V.22). Esto es, por supuesto, en su naturaleza pasible, en la que, literalmente sim-patiza con «nosotros», en tanto que el experiente (bhoktr), tanto de los placeres como de los dolores (Bhagavad Gîtâ XIII.20, 22), de lo real y lo irreal (Maitri Upanishad VII.11.8), de los cuales, «nuestra» vida y desarrollo, son solo el producto (Aitareya Âranyaka II.3.6), una mezcla de corruptible e incorruptible, de visible e invisible (Shvetâsvatara Upanishad I.8). Sin embargo, en «nosotros», debido justamente a su naturaleza fruicional (bhoktrtvât), el sí mismo está preso y sin dominio, y no puede liberarse de todas sus limitaciones (sarva-pâsaih), ni de sus nacimientos en matrices eminentes o ineminentes, hasta que reconoce su propia esencia divina (Shvetâsvatara Upanishad I.7,8; Maitri Upanishad III.2 sig.; Bhagavad Gîtâ XIII.21) es decir, hasta que «nosotros» sabemos quién somos, y devenimos lo que nosotros somos, Dios en Dios y plenamente despiertos (Brahma-bhutâ, buddhâ). Hacia ese fin hay una Vía y una Senda Real y una Regla dispositiva a la erradicación de toda «otreidad», medios que a menudo se llaman una medicina; corresponde literalmente al «paciente» (pues tales son todos aquellos cuyas «imperiosas PASIONES», buenas o malas, son sus señores) decidir si sigue o no el régimen prescrito; o si el fin no le atrae, seguir «comiendo, bebiendo y holgando» con los oi polloi nomixontes eayton panta ketemata. Sobre la Psicología Tradicional e India, o más bien Neumatología
Los Maruts, los «Dioses Tempestades» védicos y, en nosotros, nuestras «tempestuosas PASIONES», se identifican expresamente con los Soplos (Aitareya Brâhmana III.16, prânâ vai marutah, svâpayah prânâh) o son la fuente de nuestros Soplos (Shatapatha Brâhmana IX.3.1.7, prânâ vai mârutah). En tanto que Rudras son los hijos de Rudra (Agni) y Prshri (la Tierra), pero ganan sus «nombres sacrificiales» por su cooperación y su «clamor en torno» a Indra en el sacrificio de Vrtra, y así «por libre consentimiento (svadhâm anu) obtuvieron el renacimiento» (Rig Veda Samhitâ I.6.4, punar garbhatvam erire con V.29.1 y VIII.53.5, 6), es decir, se regeneran, desde la operación sacrificial, como dioses (Rig Veda Samhitâ X.56.7, karmanah… mahna… udajâyanta devâh). Apenas hay necesidad de decir que los dioses, en su pluralidad, eran originalmente mortales, y que solo obtuvieron su inmortalidad por «mérito» (Rig Veda Samhitâ X.63.4; Shatapatha Brâhmana II.2.2.8, XI.1.2.12, XI.2.3.6), o que, por esta misma razón, los Soplos sacrificiales son los «Dioses Perfectibles» (Rig Veda Samhitâ X.90.16, sâdhyâh santi devâh, con referencia a aquellos primeros sacrificadores a quienes Sâyana llama acertadamente «las “formas del Soplo de Prajâpati”», prajâpati-prâna-rupâ ; Shatapatha Brâhmana X.2.2.3, prânâ vai sâdhyâh devâh, «los “Dioses Perfectibles” son los Soplos»). Indra («impeledor de los Rishis», Rig Veda Samhitâ VIII.51.3) es «el Rishi de los Maruts» (Rig Veda Samhitâ V.29.1); y ellos son notablemente «sacrificadores domésticos» (grhamedhinah, Shatapatha Brâhmana II.5.3.4) y participan en la sesión sacrificial (sattra) en tanto que iniciados acompañantes de su Grhapati (Indra, Prajâpati, Agni, Pañcavimsa Brâhmana X.3.5, 6, XIV.14.9) – donde la «casa», es por supuesto, la de este cuerpo en el que nosotros vivimos. Es en su capacidad de sacrificadores como los Maruts concuerdan íntimamente con los Soplos, pues «los dioses, nacidos de la mente, y uncidos a la mente, son los Soplos; en ellos uno sacrifica inmaterialmente» (teshu paroksham juhoti, Taittirîya Samhitâ VI.1.4.4), y con miras a la inmortalidad, puesto que la inmortalidad solo puede ganarse con ofrendas incorporales (Aitareya Brâhmana II.14). Sobre la Psicología Tradicional e India, o más bien Neumatología