Coomaraswamy (Akimcanna) – Liberação

Por otra parte, en las palabras del Maestro Eckhart, «La Sagrada Escritura clama por la liberación del sí mismo». En esta ensenanza universal y unánime, que afirma una libertad y autonomía absoluta, espacial y temporal, alcanzable igualmente aquí y ahora como en cualquier otro lugar, esta atesorada «personalidad» nuestra es a la vez una prisión y una falacia, de la cual solamente la Verdad os hará libres [evasão] : una prisión, a causa de que toda definición limita aquello que se define, y una falacia a causa de que en esta «personalidad» psicofísica, siempre cambiante, compuesta y corruptible, es imposible aprehender una substancia constante, e imposible por lo tanto reconocer ninguna substancia auténtica o «real». En la medida en que el hombre es meramente un «animal racional y mortal», la tradición está de acuerdo con el determinista moderno en afirmar que «este hombre», Fulano (yoyamayasma evam namo evam gotto, Samyutta Nikaya III.25) no tiene libre albedrío [não-liberdade] ni elemento alguno de inmortalidad. Cuán poca validez atribuye a esta convicción del libre albedrío del hombre, aparecerá si reflexionamos que si bien nosotros hablamos de «hacer lo que nosotros queremos», jamás hablamos de «ser cuando nosotros queremos», y que concebir una libertad espacial que no es también una libertad temporal implica una contradicción. Sin embargo, la tradición se aparta de la ciencia replicando al hombre que confiesa ser solo un animal racional y mortal que él ha «olvidado quien es» (Boecio, De consolatione philosophiae, prosa VI), le requiere «Conócete a ti mismo» [gnothi seauton], y le advierte «Si no te conoces a ti mismo, vete» (si ignoras te, egredere, Cantar de Salomón, I:8). La tradición, en otras palabras, afirma la validez de nuestra consciencia de ser pero la distingue del Fulano que nosotros pensamos ser. La validez de nuestra consciencia de ser no se establece en metafísica (como lo es en filosofía) por el hecho del pensamiento o conocimiento; al contrario, nuestro ser verdadero se distingue de las operaciones del pensamiento discursivo y del conocimiento empírico, que son simplemente los trabajos causalmente determinados del «animal racional y mortal», y que han de considerarse yathabhutam, no como afectos sino solo como efectos en los cuales nosotros (en nuestro ser verdadero) no estamos implicados realmente, sino solo supuestamente. La tradición difiere pues del «positivista» (sánscrito nastika, pali natthika) al afirmar una naturaleza espiritual que no es otra que inmensurable, innumerable, infinita e inaccesible a la observación, y cuya realidad, por lo tanto, la ciencia empírica no puede afirmar ni negar. Es a este «Espíritu»4 (griego pneuma; sánscrito atman; pali atta; árabe ruh, etc.) en tanto que distinguido del cuerpo y del alma —es decir, de todo lo que es fenómenico y formal (griego soma y psyche; sánscrito y pali nama-rupa y savijnana-kaya, savinnana-kaya, «nombre y apariencia», el «cuerpo con su consciencia»)— a lo que la tradición atribuye con perfecta consistencia una libertad absoluta, espacial y temporal. Nuestro sentido del libre albedrío es tan válido en sí mismo como nuestro sentido de ser, y tan inválido como nuestro sentido de ser Fulano. Hay un libre albedrío, es decir, una voluntad incondicionada por nada externo a su propia naturaleza; pero es «nuestro» solamente en la medida en que hemos abandonado todo lo que entendemos, según el sentido común, por «nosotros mismos» y por nuestra voluntad «propia». Solo Su servicio es libertad perfecta. «El Fatum está en las causas creadas mismas» (Summa Theologica I.116.2); «lo que más se aleja de la Mente Primera está más profundamente implicado en las redes del Fatum (es decir, del karma, la operación ineluctable de las «causas mediatas»); y todo está tanto más libre del Fatum cuanto más se acerca al eje de todas las cosas. Y si se establece en la constancia de la Mente Supernal, que no necesita moverse, entonces es superior a la necesidad del Fatum» (Boecio, De consolatione philosophiae, prosa IV). Esta libertad del Movedor Inmutable («ese que, él mismo en reposo, aventaja a los que corren», Isavasya Upanishad IV) respecto de toda necessitas coactionis es la del espíritu que sopla donde y como quiere (opou thelei pnei, San Juan 3:8; carati yatha vasam, Rg Veda Samhita X.168.4)5 . Para poseerle, uno debe haber «nacido de nuevo, del Espíritu» (San Juan 3:7-8) y así «en el espíritu» (San Pablo, passim), uno debe haber «encontrado y despertado al Espíritu (yasyanuvittah pratibuddha atma, Brhadaranyaka Upanishad IV.4.13), uno debe estar en excessus («partido de» uno mismo, de los propios sentidos de uno), en samadhi (etimológica y semánticamente «síntesis»), unificado (eko bhutah, cf. ekodi-bhava), o, en otras palabras, «muerto», en el sentido en que «el Reino de Dios no es para nadie sino para el complemente muerto» (Maestro Eckhart), y en el sentido en que Rumi habla de un «hombre muerto andando» (Mathnawi VI.742-755), o también en el de la muerte iniciática como el preludio a una regeneración. No hay, por supuesto, ninguna conexión necesaria entre la liberación y la muerte física7 : un hombre puede estar liberado tanto «ahora en el tiempo de esta vida» (ditthe va dhamme parinibbuto, jivan mukta), como en cualquier otro tiempo, dependiendo todo solo de su recuerdo de «quien es él», y esto es lo mismo que el olvido de uno mismo, que «odiar la propia vida de uno» (la psique, el «alma», o el «sí mismo individual», San Lucas 14:26), que deficere a se tota y a semetipsa liquescere (San Bernardo) [proprium e esse], que la «muerte del alma» (Maestro Eckhart), que «nada más que el espíritu sale fuera de sí mismo, fuera del tiempo, y entra en una nada pura» (Johannes Tauler), deviniendo así «libre como la Divinidad en su no existencia» (Maestro Eckhart); y que haber dicho «Hágase Tu voluntad, no la mía» o, en otras palabras, haber sido perfeccionado en el «islam» (la sumisión a la Voluntad divina) [alma e espírito].


NOTAS

4 Los fenómenos de este «espíritu» (las realizaciones de sus posibilidades de manifestación bajo condiciones dadas) son todos los fenómenos cualesquiera que sean, entre los cuales, los llamados «espiritualistas», no tienen ningún rango privilegiado; al contrario, «un ratón es milagro suficiente.»
5 Rg Veda Samhita X.168.3-4, San Juan 3:7-8, y Gylfaginning 18 presentan paralelos notables (cf. Edda Snorra Sturlusonarmed Skáldatali, ed. Gudni Jónsson (Reykjavik, 1935).—ED).
7 «Entonces el polvo retornará a la tierra que él era: y el espíritu retornará a Dios que lo dio» (Eclesiastés 12:7). Nuestro sentido de ser puede estar «en el espíritu» o «en el polvo», y estar así «salvado o perdido». Es un bien para el «que ha tenido la fortaleza de despertar antes de que el cuerpo esté debilitado» (Katha Upanishad VI.4).

Ananda Coomaraswamy