Coomaraswamy (HB) – Assim seja…

De aquí también la plegaria, «Lo que tú eres, eso sea yo», y el significado eterno de la pregunta crítica «¿en la partida de quién, cuando yo parta de aquí, estaré yo partiendo?», es decir ¿en mi sí mismo, o en «su Sí mismo inmortal» y «Conductor»?. Si se han verificado las respuestas acertadas, si uno ha encontrado al Sí mismo, y ha hecho todo lo que tiene que hacerse (krtakrtya), sin ningún residuo de potencialidad (krtya, BG. III.17), entonces se ha alcanzado efectivamente el fin último de nuestra vida. Nunca se insistirá demasiado en que la liberación y la inmortalidad pueden, no tanto «alcanzarse» como «realizarse», igualmente aquí y ahora como en cualquier más allá. El «liberado en esta vida» (jivan mukta) «ya no muere más» (na punar mriyate). «El Comprehensor de ese Sí mismo sin muerte, sin edad, contemplativo, a quien nada falta y que nada desea, no tiene miedo de la muerte». Habiendo muerto ya, como lo señala el shufi, es «un hombre muerto que anda». Un tal Comprehensor ya no ama más a sí mismo o a otros, sino que él es el Sí mismo en sí mismo y en ellos. La muerte al propio sí mismo de uno, es también la muerte a los «demás»; y si el «hombre muerto» parece ser «inegoísta», esto no será el resultado de motivos altruistas, excepto accidentalmente, y porque él es, literalmente, de-sí-mismado. Liberado de sí mismo, de todos los estatutos, de todos los deberes, de todos los derechos, ha devenido un Movedor-a-voluntad (kamacari), lo mismo que el Espíritu (Vayu, atma devanam) que «se mueve como quiere» (yatha vasam carati), y, como lo expresa San Pablo, «ya no está más bajo la ley».

Esta es la imparcialidad sobrehumana de aquellos que han encontrado a su Sí mismo, —«él mismo “Yo soy” en todos los seres, de quienes no hay ninguno que yo ame y ninguno que yo odie»; la libertad de aquellos que han cumplido la condición requerida por Cristo a sus discípulos, de odiar a padre y a madre e igualmente a su propia «vida» en el mundo. Nosotros no podemos decir lo que el liberado (mukta) es, sino sólo lo que no es—, ¡Trasumanar significar per verba non si poria! [Paradiso I.70].

Pero puede decirse que aquellos que no se han conocido a sí mismos, no son libres ahora ni nunca serán libres, y que «grande es la destrucción» de estas víctimas de sus propias sensaciones. La autología brahmánica no es más pesimista que optimista, sino sólo más autorizada que cualquier otra ciencia cuya verdad no dependa de nuestros deseos. No es más pesimista reconocer que todo lo que es extraño al Sí mismo es un desastre, que optimista reconocer que allí donde no hay ningún «otro» no hay literalmente nada que haya de temerse. Que nuestro Hombre Exterior es «otro» aparece claramente en la expresión: «yo no puedo confiar en mí mismo» —¡pero cuán implícitamente confío en mi Sí mismo!— y «me olvidé de mí mismo». Lo que se ha llamado el «optimismo natural» de las Upanishads, es su afirmación de que nuestra consciencia de ser, aunque inválida en tanto que una consciencia de ser Fulano, es absolutamente válida, y su doctrina de que la Gnosis de la Deidad Inmanente, nuestro Hombre Interior, puede realizarse ahora: «Eso eres tú». En las palabras de San Pablo, «Vivo autem, jam non ego» (Gal. 2.20).

Que esto es así, o que «Él es», no puede demostrarse en la sala de clase, donde sólo se tratan tangibles cuantitativos. Al mismo tiempo, no sería científico negar una presuposición para la que es posible una prueba experimental. En el caso presente, se prescribe una Vía para aquellos que consienten seguirla: y es precisamente en este punto, donde debemos volvernos desde los principios primeros a la operación a cuyo través, más bien que por la cual, pueden verificarse; en otras palabras, desde la consideración de la vida contemplativa a la consideración de la vida activa o sacrificial.

Ananda Coomaraswamy