En el cristianismo, la significación del Presente se expresa por las palabras de Cristo, «Dejad que los muertos entierren a sus muertos» y «No os inquietéis por el mañana» ( Mateo 8:22 y 6:34 ). El atomos nun de Aristóteles es inequívocamente en 1 Cor. 15:51, 52 «Mirad, voy a enseñaros un misterio; no todos nosotros dormiremos, pero todos nosotros seremos cambiados. En un momento, en un abrir y cerrar de ojos ( en atomo, en rip he ophothalmou — el as-sa‘at islámico ), en el último ( toque de la ) trompeta… los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos cambiados»; un dicho que también nos recuerda el «Único-instante del Despertar» ( eka-ksana-sambhodi ) budista. Pues, de la misma manera que para Aristóteles y los budistas, así también en el cristianismo la corruptibilidad es inseparable de toda existencia en el tiempo; y ser «resucitado incorruptible» sólo puede implicar un paso desde el flujo de la existencia temporal a una eternidad presente en la que no hay ningún ayer ni ningún mañana, y en la que el cristiano ya ha vivido en la medida en que ha sido capaz de cumplir los mandamientos de Cristo de acabar con el pasado y de no inquietarse por el mañana. Pienso que, justamente en este sentido, A. A. Bowman observa que «la preocupación religiosa de la vida es específicamente la preocupación de una vida de experiencia que renace momentáneamente en cada instante que pasa»: y parece que se espera realmente que el verdadero cristiano sea, tanto como el sufi, un «hijo del momento»; y tanto como el Arahant budista un Liberado, «para quien no hay ni pasado ni futuro» ( S. 1.141 ). La realidad del presente eterno está ligada también con la del Espíritu Santo, cuya operación es inmediata, «Y súbitamente ( aphono ) vino un sonido del cielo como de un viento impetuoso» ( Hechos 2:2 ). En conexión con esto, Santo Tomás, al examinar el problema, de Si la Justificación del Impío Tiene Lugar en un Instante o Sucesivamente ( Sum. Theol. 1.2 113.7 ) decide que tal justificación «no es sucesiva, sino instantánea» ( es decir, justamente lo que los budistas habrían llamado un «único-instante de despertar» ); pues una tal justificación depende del movimiento de la Gracia, que es repentino, y del libre albedrío del hombre «cuyo movimiento es por naturaleza instantáneo»; la justificación no puede ser sucesiva, porque «querer y no querer — los movimientos del libre albedrío — no son sucesivos, sino instantáneos». En respuesta a la objeción adicional de que las condiciones opuestas no pueden coincidir en el mismo instante, y que así debe haber un último instante en el estado de pecado, y otro en el estado de gracia, replica que «la sucesión de los opuestos en el mismo sujeto debe considerarse diferentemente en las cosas que están sujetas al tiempo y en las que están por encima del tiempo. Pues en las cosas que están sujetas al tiempo, no hay ningún “último instante” en la que la forma previa sea inherente al sujeto; pero hay el último tiempo, y el primer instante en que la forma subsecuente es inherente a la materia o sujeto; y esto por la razón de que, en el tiempo, nosotros no tenemos que considerar un instante como precediendo inmediatamente a otro instante, puesto que los instantes no se suceden uno a otro inmediatamente en el tiempo, ni tampoco los puntos de una línea, como lo prueba ( Aristóteles ) en Física 6.1. Pero el tiempo se termina por un instante. De aquí que todo el tiempo previo en que algo está moviéndose hacia su forma, ello está bajo la forma opuesta; pero en el último instante de este tiempo, que es también el primer instante del tiempo subsecuente, ello tiene la forma que es el término del momento. Pero en las cosas que están por encima del tiempo la cosa es de otro modo… Eso que se justifica es la mente humana, y ésta está por encima del tiempo, aunque está sujeta al tiempo accidentalmente, en la medida en que ella comprende con continuidad y tiempo… Nosotros debemos por lo tanto… decir que no hay ningún último instante en que el pecado sea inherente, sino un último tiempo; mientras que hay un primer instante en que la gracia es inherente; y en todo el tiempo previo el pecado era inherente».
Todo esto podría haberse expresado, y quizás aún más claramente, en los términos del círculo ( trochos tes geneseos, bhava-cakra ) y de su ( séptimo ) rayo, donde la sucesión temporal corresponde a la moción a lo largo de su circunferencia, y la moción ex tempore del libre albedrío a la moción centrífuga ( a saber, la caída o el descenso adentro de la materia ) y a la moción centrípeta ( a saber, la ascensión o la resurrección ).
En la Summa Contra Gentiles 1.14, 15 Santo Tomás examina la eternidad de Dios. Basa su argumento sobre las aserciones de la inmutabilidad de Dios en Malaquías 3:6, Jas. 1:17 y Núm. 23:19; cita a Aristóteles, «el tiempo es la enumeración de la moción» ( Física 4.11-5, 219 B ) y señala que sólo las cosas que están en el tiempo pueden medirse, pero «Dios no se mueve en absoluto, y así no puede ser medido por el tiempo; tampoco existe “antes o después”, o deja de existir después de haber existido, o puede encontrarse en Él una sucesión cualquiera… sino que Él tiene toda Su existencia a la vez ( simul ); y esa es la naturaleza ( ratio ) de la eternidad»; y concluye con Ps. 101:13 ( 102:12 ): «Pero tú, oh Señor, durarás siempre» y 28 ( 27 ) «Pero tú eres el mismo, y tus años no tendrán fin». Cf. Bhagavad Gita. 2.20, «Ni habiendo devenido, ni jamás por devenir…»
En la Summa Theologica 1.10 «Sobre la Inmutabilidad de Dios», Santo Tomás distingue más plenamente entre el tiempo, la aeviternidad y la eternidad. «La idea de tiempo consiste en la numeración del antes y el después en el movimiento; así pues, la idea de la eternidad consiste igualmente en la aprehensión de la uniformidad de lo que es fuera del movimiento. Además, se dice que son medidas por el tiempo aquellas cosas que tienen un comienzo y un final en el tiempo… Pero, en cuanto a lo que es completamente inmutable, ello no puede tener ninguna sucesión, de manera que no tiene ningún comienzo ni ningún final… La eternidad se llama “todo”, no porque tenga partes, sino debido a que no carece de nada… la expresión “todo simultáneamente” se usa para quitar la idea del tiempo, y la palabra “perfecto” para excluir el ahora de tiempo… Se dice que hace la eternidad el ahora que permanece quieto… La aeviternidad difiere del tiempo, y de la eternidad, como el medio entre ambos… Los ángeles, que tienen un ser incambiable en lo que concierne a su naturaleza, y con cambiabilidad en lo que concierne a elección… se miden por la aeviternidad… El tiempo tiene antes y después; la aeviternidad en sí misma no tiene antes ni después, que, sin embargo, pueden anexarse a ella; mientras que la eternidad no tiene antes ni después, ni es compatible con ellos en absoluto. ( Pero ) la aeviternidad a veces se toma por “edad”, es decir, el espacio de la duración de una cosa; y así nosotros decimos “muchas aeviternidades” cuando queremos decir “edades”».
Así pues, la «aeviternidad» es el término que podría aplicarse al tiempo de vida de los Dioses indios «nacidos con una vida ( ayus, cf. aion ) de un “millar de años”; de la misma manera que uno podría ver en la distancia la otra orilla, así ellos veían la otra orilla de su propia vida» ( Satapatha Brahmana. 11.1.6.15, cf. Taittiriya Samhita. 5.7.3 sig. ); donde su «no morir» ( amrtattva ) contrasta, por una parte, con el «no morir» prematuramente del hombre que vive durante un centenar de años, y por otra, con la inmortalidad atemporal de Brahma.