Al examinar el Tiempo y la Eternidad en los contextos griegos, me abstendré de entrar en un análisis largo del «atomismo» griego como un todo; puesto que parece que debe hacerse una distinción entre los átomos físicos, de los que los cuerpos pueden ser un compuesto, y el tiempo atómico que divide y une entre sí períodos de tiempo, de la misma manera que el punto divide o une entre sí las partes de una línea. Si algo ha de estar «hecho de» ellos, los átomos físicos deben tener alguna dimensión, por pequeña que sea; pero el átomo de tiempo es un cero, y, explícitamente, «no una parte del tiempo». Sería más verdadero (aunque no más exacto) decir que el pasado y el futuro son partes del átomo de tiempo, que describir un período de tiempo como «hecho de» átomos de tiempo; de la misma manera que el punto es el principio y el sine qua non de la extensión, pero los puntos, que no tienen ninguna extensión, no pueden sumarse para hacer una longitud, y no puede decirse que las cosas extensas están «hechas de» puntos. Y así, con lógica perfecta, Platón no dice que los elementos son «atómicos», sino sólo que existen en partículas «tan pequeñas que son invisibles», y que sólo forman masas visibles cuando estas partículas se juntan en número suficiente (Timeo 56 C).
Similarmente, aunque un «ahora atómico» y un «punto indivisible» son esenciales a su pensamiento (Física 6.3, 234 A), Aristóteles no es un «atomista» en el sentido material; sabe que «nada continuo puede estar hecho de átomos» (ex atomon) y que «toda magnitud es continua» (Física 232 A, cf. 241 A): los átomos no tienen ninguna magnitud, y no se puede hablar de que los átomos estén unos «junto» a otros porque lo que hay entre dos puntos es siempre una dimensión (o, en otro caso, serían uno y el mismo punto), Física 231 A, B – 8.8, 264 A, cf. 241 A. Nuestro interés está sólo en el átomo o punto, real y absolutamente indivisible e indimensionado, que da un significado al tiempo o al espacio1 , y no en «átomos» tales como los que ahora se han «fisionado» efectivamente, o en los de los «atomistas» tales como Leucipo, para quien «hay un número infinito de ellos, y ellos son invisibles debido a la pequeñez de su tamaño» (Aristóteles, De gen. corr. A, 8.324 B 35)2 ; átomos que «no son matemáticamente indivisibles», sino que cada uno de los cuales «tiene magnitud» y extensión3 , y de los cuales, por lo tanto, pueden estar constituidas las cosas perceptibles, —átomos que, de hecho, sólo pueden llamarse así mientras los hombres aún no hayan sido capaces de dividirlos, y que en realidad son sólo partículas4 .
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