Así pues, los Daimones Agathos y Kakos, los sí mismos Limpio y Sucio, Cristo y Anticristo, habitan ambos en nosotros, y su oposición está dentro de nosotros. El Cielo y el Infierno son las imágenes divididas del Amor y la Cólera in divinis, donde la Luz y la Obscuridad son indivisas, y el Cordero y el León yacen juntos. En el comienzo, como todas las tradiciones testifican, el cielo y la tierra eran un uno y un junto; esencia y naturaleza son uno en Dios, e incumbe a cada hombre juntarlas de nuevo dentro de sí mismo.
Todas estas son nuestras repuestas. Satán no es una Persona real y singular, sino una personalidad múltiplemente postulada, una «Legión». Cada una de estas personalidades es capaz de redención (apokatastasis), y puede, si quiere, devenir nuevamente lo que ella era antes de que «cayera» — Lucifer, Phósforus, Helel, Scintilla, la Estrella de la Manana, un Rayo del Sol Supernal; debido a que la Chispa, por muy apagada que pueda parecer, es un Asbestos que no puede extinguirse, ni siquiera en el infierno. Pero, en el sentido en que no puede pensarse una redención de todos los seres que tenga lugar en un único tiempo, y puesto que habrá almas diabolizadas en necesidad de redención en todos los tiempos, Satán debe ser concebido como condenado para siempre, entendiendo por «condenado», auto-excluido de la visión de Dios y del conocimiento de la Verdad.
El problema con el que hemos comenzado ha sido ampliamente resuelto, pero todavía queda que cumplir la tarea más difícil de una «anonadación de sí mismo» efectiva y la consecuente «realización de Sí mismo» hacia las cuales apuntan las respuestas, y para las cuales la Teología es solo una preparación parcial. Satán y el Ego no son entidades reales, sino conceptos postulados y válidos solo para los propósitos presentes, provisionales y prácticos; ambos son fotogramas compuestos, por así decir de X1, X2, X3. A menudo se ha dicho que el ardid más ingenioso del Diablo es persuadirnos de que su existencia es una mera «superstición». De hecho, sin embargo, nada puede ser más peligroso que negar su existencia, la cual es tan real, aunque no más que la nuestra; nosotros no deberíamos atrevernos a negar a Satán hasta que nos hayamos negado a nosotros mismos, como debe hacer todo el que quiera seguir a Aquel que no dijo ni hizo nada «por sí mismo». «¿Qué es Amor?, el mar de no-existencia»1 , y «a quienquiera que entra allí, diciendo “Ello es yo“, Yo (Dios) le golpeo en el rostro»2 ; «¿Qué es Amor?, lo sabrás cuando tú devengas Mí mismo»3 .
(1939)
NOTAS