Revolta contra o Mundo Moderno
Estos valores generales toman un relieve particular en la nobleza guerrera de los bushis o samurais y en su ética, el bushido. La orientación de la Tradición, en el Japón, es esencialmente activa, es decir, guerrera, pero con la contrapartida de una formulación interior. La ética del samurai tiene un carácter tan guerrero como ascético, con aspectos sagrados y rituales. Se asemeja, de forma notable, a la del Medievo caballeresco y feudal europeo. Fuera del shintoismo, el Zen, que es una forma esotérica del budismo, ha jugado un papel en la formación del samurai, pero también en la formación tradicional de la vida japonesa en general, comprendidas las artes y el artesanado (la existencia de sectas que han cultivado el budismo en sus formas más recientes, desnudas y religiosas, llegando hasta la forma devocional del amidismo, no han modificado de forma notable la orientación preponderante del espíritu nipón). Al margen del bushido, conviene recordar igualmente la idea tradicional de la muerte sacrificial guerrera, que se ha mantenido hasta los kamikazes, los pilotos-suicida de la segunda guerra mundial. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 8
El budismo de los orígenes, obra de un asceta de estirpe guerrera, puede ser considerado, en diversos grados, como una reacción contra estas tendencias y también contra el interés puramente especulativo y el formalismo ritualista que prevalecían en muchos medios brahmanicos. La doctrina budista del despertar, cuando declara que la vía del “hombre vulgar, que no ha conocida nada, sin comprensión de lo que es santo, ajeno a la santa doctrina, inaccesible a la santa doctrina; sin comprensión de lo que es noble, ajeno a la doctrina de los nobles, inaccesible a la doctrina de los nobles”, es la vía de la identificación de sí mismo, sea con las cosas y los elementos, sea con la naturaleza, con el todo, e incluso con la divinidad teista (Brahama) plantea de la forma más neta el princiopio de una ascesis aristocrática orientada hacia un fin verdaderamente trascendente. Se trata pues de una reforma acaecida con ocasión de una crisis de la espiritualidad tradicional indo-aria, por lo demás contemporánea de las que se manifestaron en otras civilizaciones, tanto en Oriente como en Occidente. No menos característico, a este respecto, es el espíritu pragmático y realista que opone el budismo a lo que es simple doctrina o dialéctica y se convertirá en Grecia en pensamiento “filosófico”. El budismo no se opone a la doctrina tradicional del atma más que en la medida en donde esta no corresponde ya a una realidad viviente, donde desvirilizándose, en la casta brahamana, en un sistema de teorías y especulaciones, negando a todo ser mortal el atma, negando, en el fondo, la doctrina misma de la reencarnación (el budismo, en efecto, no admite la supervivencia de un núcleo personal idéntico a través de las diferentes encarnaciones: no es un “yo”, sino es el “deseo”, tanha, quien se reencarna), reafirmando sin embargo el atma bajo las especies de nirvana, es decir, de un estado que no se puede alcanzar sino excepcionalmente, mediante la ascesis, el budismo pone en marcha un tema “heroico” (la conquista de la inmortalidad) frente a los ecos de una auto-conciencia divina primordial conservada en diferentes doctrinas de la casta de los brahamamna, pero que, a través de un proceso de oscurecimiento ya en curso, no correspopnde, en la mayor parte de los hombres, a una experiencia vivida. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 8
En un período más tardío, el contraste entre los dos temas se expresa de una forma característica en la oposición entre la doctrina de la bakti de Ramanuja y la doctrina Vedanta de Shamkara. En diversos aspectos, la doctrina de Shamkara aparece impresa con el espíritu de una ascesis intelectual desnuda y severa. En su fondo, permanece sin embargo orientada hacia el tema demétrico-lunar del brahaman informe — nirguna-brahman — en relación al cual toda determinación no es más que una ilusión y una negación, un puro producto de la ignorancia. Es por ello que puede decirse que Shamkara representa la más alta de las posibilidades susceptibles de realizarse en una civilización de la edad de plata. En relación a él, Ramanuja puede ser considerado por el contrario como el representante de la edad siguiente, determinada solo por lo humano y por el nuevo tema, que ya se ha visto aparecer en la decadencia del Egipto y en los ciclos semitas, el de la distancia metafísica entre lo humano y lo divino, que aleja del hombre la posibilidad “heroica” y no le deja más que la actitud devocional en el sentido, a partir de ahora predominante, del fenómeno puramente emotivo. Así, mientras que en el Vedanta el dios personal no era admitido más que como objeto de un “saber inferior” y por debajo de la devoción, concebida como una relación de hijo a padre, pitr-putra-bhava, situándose como la cumbre más elevada del ekatabhava, es decir de una suprema unidad, Ramanuja ataca esta concepción como blasfema y herética, con un pathos parecido al del primer cristianismo. En Ramanuja se manifiesta pues la conciencia, a la cual la humanidad de entonces había llegado: la irrealidad de la antigua doctrina del atma y la percepción de la distancia que separaba a partir de ahora el Yo efectivo y el Yo trascendente, el atma. La posibilidad superior, aunque excepcional, que el budismo afirma y que se conserva en el Vedanta mismo, en la medida en que éste se apropia del principio de la identificación metafísica, es, a partir de ahora, excluido. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 8