Guénon: Allan Kardec

ESPIRITISMO — ALLAN KARDEC

René Guénon: EVOLUCIONISMO ESPÍRITA

El fundador de la escuela espiritista francesa, o al menos aquel a quien sus adherentes concuerdan en considerar como tal, fue Hippolyte Rivail: era un antiguo maestro de Lyon, discípulo del pedagogo suizo Pestalozzi, que había abandonado la enseñanza para venir a París, donde había dirigido durante algún tiempo el teatro de las Folies-Marigny. Bajo consejo de los «espíritus», Rivail tomó el nombre céltico de Allan Kardec, nombre que se consideraba que había sido el suyo en una existencia anterior; es bajo este nombre como publicó las diversas obras que fueron, para los espiritistas franceses, el fundamento mismo de su doctrina, y que lo han permanecido siempre para la mayoría de entre ellos1. Decimos que Rivail publicó estas obras, pero no que las escribiera él sólo; en efecto, su redacción, y por consiguiente la fundación del espiritismo francés, fueron en realidad la obra de todo un grupo, del que Rivail no era en suma más que el portavoz. Los libros de Allan Kardec son una suerte de obra colectiva, el producto de una colaboración; y con ello entendemos otra cosa que la colaboración de los «espíritus», proclamada por Allan Kardec mismo, que declara que los compuso con la ayuda de las «comunicaciones» que él y otros habían recibido, «comunicaciones» que él había hecho controlar, revisar y corregir por «espíritus superiores». En efecto, puesto que para los espiritistas el hombre es muy poco cambiado por la muerte, no se puede confiar en lo que dicen todos los «espíritus»: los hay que pueden engañarnos, ya sea por malicia, ya sea por simple ignorancia, y es así como pretenden explicarse las «comunicaciones» contradictorias; solamente nos queda preguntarnos cómo pueden distinguirse de los demás los «espíritus superiores». Sea como sea, hay una opinión que está bastante extendida, incluso entre los espiritistas, y que es enteramente errónea: es que Allan Kardec habría escrito sus libros bajo una suerte de inspiración; la verdad es que él mismo jamás fue médium, que era al contrario un magnetizador (y decimos al contrario porque ambas cualidades parecen incompatibles), y que es por medio de sus «sujetos» como obtenía las «comunicaciones». En cuanto a los «espíritus superiores» por quienes éstas fueron corregidas y coordinadas, no todos eran «desencarnados»; Rivail mismo no fue ajeno a este trabajo, pero no parece haber tenido en él la mayor parte; creemos que la coordinación de los «documentos de ultratumba», como se decía, debe atribuirse sobre todo a diversos miembros del grupo que se había formado alrededor de él. Sin embargo, es probable que la mayoría de entre ellos, por razones diversas, prefirieran que esta colaboración permaneciera ignorada del público; y por lo demás, si se hubiera sabido que había ahí escritores de profesión, eso quizás hubiera hecho dudar un poco de la autenticidad de las «comunicaciones», o al menos de la exactitud con la que estaban reproducidas, aunque su estilo, por otra parte, estuviera lejos de ser notable.

Pensamos que es bueno contar aquí, sobre Allan Kardec y sobre la manera en que fue compuesta su doctrina, lo que ha sido escrito por el famoso médium inglés Dunglas Home, quien se mostró frecuentemente más sensato que muchos otros espiritistas: «Yo clasifico la doctrina de Allan Kardec entre las ilusiones de este mundo, y tengo buenas razones para eso… No pongo de ningún modo en duda su perfecta buena fe… Su sinceridad se proyectó, nube magnética, sobre el espíritu sensitivo de los que él llamaba sus médiums. Sus dedos confiaban al papel las ideas que se imponían así forzosamente a aquellos, y Allan Kardec recibía sus propias doctrinas como mensajes enviados del mundo de los espíritus. Si las enseñanzas proporcionadas de esta manera emanaban realmente de las grandes inteligencias que, según él, eran sus autores, ¿habrían tomado la forma en que las vemos? ¿Dónde, pues, habría aprendido Iamblichus tan bien el francés de hoy día? ¿Y cómo es que Pitágoras habría podido olvidar tan completamente el griego, su lengua natal?… Yo no he encontrado nunca un solo caso de clarividencia magnética donde el sujeto no reflejara directa o indirectamente las ideas del magnetizador. Esto es demostrado de una manera sorprendente por Allan Kardec mismo. Bajo el imperio de su enérgica voluntad, sus médiums eran otras tantas máquinas de escribir, que reproducían servilmente sus propios pensamientos. Si a veces las doctrinas publicadas no eran conformes a sus deseos, él mismo las corregía a su antojo. Se sabe que Allan Kardec no era médium. Él no hacía más que magnetizar o “psicologizar” (que se nos perdone este neologismo) a personas más impresionables que él»2. Todo esto es enteramente exacto, salvo que la corrección de las «enseñanzas» no debe ser atribuida únicamente a Allan Kardec, sino a su grupo todo entero; y, además, el tenor mismo de las «comunicaciones» ya podía estar influenciado por las demás personas que asistían a sus sesiones, así como lo explicaremos más adelante.


  1. Las principales obras de Allan Kardec son las que siguen: Le Livre des Esprits; Le Livre des Médiums; La Genèse, les miracles et les predictions selon le spiritisme; Le Ciel et l’Enfer ou la Justice divine selon le spiritisme; L’Evangile selon le spiritisme; Le Spiritisme à sa plus simple expression; Caractères de la révélation spirite, etc. 

  2. Les Lumières et les Ombres du Spiritualisme, pp. 112-114. 

René Guénon