Hafiz Divan

Hafiz — Divan-i-Kauya-i-Hafiz
Divan na Internet
*POEMS FROM THE DIVAN OF HAFIZ
*THE POEMS OF SHEMSEDDIN MOHAMMED HAFIZ OF SHIRAZ, VOLUME 1
*ODES FROM THE DIVAN OF HAFIZ : FREELY RENDERED FROM LITERAL TRANSLATIONS
*QUELQUES ODES DE HAFIZ . TRADUITES POUR LA PREMIÉRE FOIS EN FRANÇAIS PAR A.L.M. NICOLAS
*PERSIAN LITERATURE, COMPRISING THE SHÁH NÁMEH, THE RUBÁIYÁT, THE DIVAN AND THE GULISTAN, WITH A SPECIAL INTROD. BY RICHARD J.H. GOTTHEIL (VOLUME 1)
*PERSIAN LITERATURE, COMPRISING THE SHÁH NÁMEH, THE RUBÁIYÁT, THE DIVAN AND THE GULISTAN, WITH A SPECIAL INTROD. BY RICHARD J.H. GOTTHEIL (VOLUME 2)
*THE RUBÁIYÁT OF HÁFIZ
*THE DIVAN (VOLUME 1)
*THE DIVAN (VOLUME 2)


Excertos


Tras su muerte, un seguidor de Hafiz, Sayyid Qasim-i-Anvar, reunió sus poemas en un diván de 569 odas y le llamó el “Divan-i-Kauya-i-Hafiz”.

Un Diván perfecto consiste en una serie de odas clasificadas en número igual a las letras del alfabeto. En éste se cumple la regla hasta cierto punto.,Las Odas están clasificadas según su rima (en persa, por supuesto) y agrupadas bajo cada una de la letras a la cual la rima corresponde, siguiendo el orden del alfabeto árabe/persa e independientemente del orden y fecha en que fueron escritas. Este diván no es perfecto de acuerdo a la regla, pues faltan las teminaciones en las letras “Gh”, “Zh”, “CH” y “P” (del Persa) y la “Z” (zain del árabe).

Que había rimas o terminaciones que agradaban al poeta más que otras puede verse por la diferencia en la cantidad de odas producidas con una u otra letra.

Así encontramos 15 con Alif, 4 con Ba, 90 con Ta, 167 con Dal, 1 con Sa, 1 con Yim, 1 con Ha, etc..

El gazal no debiera tener más de dieciocho pareados y el último debe contener el tajallus (nombre o título poético adoptado por el autor; en este caso Hafiz). Hay que hacer notar, con referencia a esto que.

(a) La Oda 438 tiene 21 pareados y la Oda 279 tiene 45 pareados.

(b) Que en todas las Odas no se cumple la regla del tajallus. En algunas aparece antes del último pareado (ver Odas 419,505,533 y otras).

Son interesantes de notar los siguientes pasajes:

El Mujamas 693, p. 10, en el cual dice que los hombres visitarán su tumba;

Las Odas 179, p. 6; 359, p. 3; 371, p. 1 y 374, p. 5 en las cuales afirma que, con el esforzarse el hombre no puede volverse un amante de Dios;

La Oda 408, p. 5, donde dice:

Entre tanto, no contemples el monasterio y la taberna Dios es testigo, donde quiera El esté, con El — estoy.

Hemos visto que Hafiz extiende su manto poético sobre una gran variedad de temas, pero tanto él, como todo otro gran poeta místico, canta fundamentalmente al amor. Y es en este canto amoroso en el cual el lector avispado y atento puede descubrir una guía a la relación entre el discípulo y el murshid (el Maestro perfecto).

Y esta es una relación de confianza y de amor.

Vemos así que buscando, en la búsqueda de Dios, la Verdad, el éxtasis, la beatitud y la bienaventuranza, este momento llega una y otra vez. arriesgarse. Todo el ingenio estará en contra de ello. Toda la mente se opondrá a ello.

El corazón es un aventurero, un explorador de misterios, el descubridor de todo lo que está oculto. El corazón está siempre en peregrinación. Nunca está satisfecho, posee un descontento interno, un descontento espiritual…

Como dijera un maestro medioeval: -Perdóname Señor por ser incapaz de conocerte tal cual eres y de adorarte como Te mereces.

El corazón anhela la aventura, anhela el peligro, anhela lo que no está en los mapas (“aquello que no puede ser conocido, quiero”; Rumi, Odas Místicas), lo desconocido, lo inseguro. Anhela la experiencia oceánica; desea disolverse. Quiere desaparecer en la totalidad. En cambio la cabeza (la mente) tiene miedo de morir, miedo de desaparecer.

Para transitar esos caminos desconocidos, para emprender la exploración más profunda y sublime accesible al ser humano, es necesario tener una enorme confianza en el guía que le guiará por ese sendero. Pero es posible confiar solamente si se está dispuesto a ir a la inseguridad, a ir a lugares fuera de todo mapa, si se está listo a navegar sin cartas hacia lo desconocido. Confianza significa inmenso coraje y sólo una persona corajuda puede ser religiosa, pues sólo una persona de coraje puede decir sí.

Y todo se refiere al saltar. El saltar al centro del río de la vida corriendo el riesgo que Dios, la vida, la existencia provea con lo que se necesita. Y todo comienza y termina aquí, porque este es el meollo de la relación maestro/discípulo: confianza. La confianza en sí misma es transformante, inexplicablemente transformante.

En el comienzo la confianza es una sensación, en su florecimiento final es ser… Si se puede confiar, algo siempre sucede que ayudará a crecer. Será provisto. Lo que sea necesario en un momento particular será dado… Esa es la belleza de la confianza.

Una y otra vez se aprenden las formas de cómo la existencia provee para uno, cómo la existencia continúa cuidando de uno.

Y es sólo con un maestro, con un verdadero Maestro, que el salto es posible. El es ur¡ saborear lo desconocido, un vislumbre de lo que hay dentro de cada uno de nosotros y de lo que nos es posible. Su mera presencia crea una atmósfera, la cual nos permite experimentar suficiente amor, conciencia y compasión para dar el salto nosotros mismos. El es el puente, el guía hacia nuestro propio Maestro interior.

Un Maestro es una puerta, un gesto desde lo desconocido, una luz que llama; pero para nada una persona. Una puerta abierta, una voz llamando desde la selva, una provocación, una seducción hacia lo divino, una invitación. Pero para nada una persona… El Maestro es, cuando mucho, una ocasión. Mirando dentro del Maestro, empatizando con él, sintiendo amor hacia el Maestro, se es asegurado. Puedes dar el salto hacia lo desconocido.

Cada hombre (y mujer) es un hombre de brillantes posibilidades, pues cada hombre tiene a Dios como su florecimiento final.

El secreto de este Divan es el arte de creer, el arte de confiar, el arte de decirle sí a la existencia, a la vida, al amor. Creyendo en le imposible, lo imposible se vuelve posible. ¿Cómo sucede esto?

De hecho, las cosas son sólo imposibles porque no se tiene el coraje de creer. Cada pensamiento puede tornarse una cosa y todo lo que sucede dentro de la conciencia puede crear su realidad fuera de ella. Todo lo que acaece fuera debe ocurrir primero dentro. La semilla es absorbida en el interior y el árbol se muestra fuera. Si se tiene un corazón creyente, nada es imposible — aún Dios no es imposible.

La relación con un Maestro es una aventura amorosa. Un romance. Comienza y termina como un enamoramiento. Y tiene en sí todos los riesgos inherentes a ello. Todas sus penas y alegrías, dolores y dichas, llantos y risas. Y todas las inseguridades implícitas en el compromiso de corazón.

Pero es sólo a través de este amor, de esta relación de corazón, que las estructuras cristalizadas, que la personalidad condicionada del hombre (y la mujer) pueden fundirse y fluir con el flujo de la vida.

Es sólo a través de esta relación amorosa que, al crearse la confianza del discípulo hacia su Maestro, pueden generarse la disciplina y la obediencia para seguir sus indicaciones aunque toda la lógica, todo el pensamiento racional, se oponga a ello. Pues el sumergirse en la vida, el amar con todo el ser, es un hecho loco, irracional, ilógico. Es un salto al vacío en el cual todos los esquemas mentales son destruidos por el vértigo de una caída sin fin en la belleza, en el misterio primero y último de la existencia.

Y es en ese buceo del propio ser, en las profundidades más recónditas de la interioridad, que encontramos el Sol. Que se encuentra la Fuente de toda Luz. Que se encuentra el espíritu vivo de un Cristo, un Mahoma, un Buda.

Es a través de este hecho amoroso que el discípulo se rinde al Maestro, se somete al Maestro, se hace uno con él. Y al hacerlo le entrega su acción, su pensar y su ser para, disciplinada y obedientemente, seguir su guía. Su guía a la aventura más extraordinaria accesible al hombre desde que éste adquirió conciencia de sí mismo: el descubrimiento del propio ser.

No hay que buscar razones externas para este hecho. No se encontrarán. Pero, si se siente el profundo deseo de compartir la experiencia de la cual el Maestro es testimonio viviente, entonces será necesario enamorarse. Nada ni nadie puede obligar a amar, a enamorarse, ya que esto no se hace por obligación ni por deseo. Es un acaecer, un suceder espontáneo, una explosión interna. Pero uno puede evitarlo, impedirlo. Nadie puede, voluntariamente, enamorarse; pero sí puede evitar hacerlo. La capacidad del Hombre para negar es mayor que su capacidad para afirmar, positivar. No se puede crear amor, pero se puede impedir su creación. Hay que recordar esta capacidad para la negación. Es la mayor traba que se encontrará en el camino del desarrollo.

Para amar es necesario vivir. Y para vivir es necesario coraje. Una valentía que va más allá de toda convensión social, de todo compromiso externo. Es necesario un comprometerse entero sin reservas, sin dejar nada atrás que sirva de puerto de refugio cuando uno se enfrenta con el pánico, con la inseguridad, con el vértigo del vacío, con la soledad.

Si tu amor puede arrastrarte locamente y hacerte dar ese salto al vacío. Si puedes afrontar y aceptar plenamente, con tu totalidad, la responsabilidad de tu soledad, de tu estar solo y ser el único responsable, ante tí mismo (pues sólo tú puedes pedirte cuentas), de tus acciones. Si, por un momento, enfrentado con el infierno interior del continuo luchar contra la vida, puedes decir un último no a ese infierno y sí al amor, a la vida, la belleza, al misterio, entonces puedes convertirte en discípulo. Pues podrás ser disciplinado y obediente y éstas serán respuestas que saldrán de tu corazón y no de tu pensamiento. Serán un fuego devorador que transformarán tu ser en oro, en lo más profundo del crisol de tu corazón.

Y es esto que Hafiz nos habla, una y otra vez, en su poesía. Emborráchate, dice, ama, disfruta de la vida, comprende su sentido profundo, su misterio. Embriagado por el vino del amor, no puedes pensar. No pienses, ama a tu murshid, ama a tu Saqi que te ofrece la copa embriagadora y, de su mano, ve al encuentro con lo divino. (Excertos de Hafiz, Jorge Alberto Ferreyra)

Hafez (1325-?)