Jordi Rosado: Ulisses no divan

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Jung, leitor sobrecarregado, já havia escrito seu ensaio Who is Ulysses [sobre a obra de Joyce] quando James Joyce, que estava escrevendo seu (agora) inatacável romance Finnegans Wake, foi visitá-lo para consultá-lo sobre a saúde mental de Lucia, sua filha, que anos mais tarde, em 1962, morreria psicótica em uma clínica suíça. Mas então Lucia se sentava para trabalhar com o pai e, enquanto Joyce escrevia seu romance, ela estava montando, também por escrito, sua própria versão de Finnegans Wake. Lucia preenchia página após página com episódios de imaginação caótica, onírica, exaltada e transbordante, elementos que ela compartilhava com o Finnegans Wake que seu pai estava escrevendo. Jung leu as páginas que a garota havia escrito, fez um parecer psiquiátrico e escreveu para James a resposta para a pergunta específica que lhe havia sido feita. Joyce lhe disse que sua filha escrevia exatamente como ele; ao que Jung respondeu: “mas onde você nada, ela se afoga”.

Jung tocou com esse ditado o coração da literatura, aquela arte em que um lunático delirante passa, graças à magia da escrita, por um romancista respeitável.

original

Carl Jung leyó la novela Ulises, de James Joyce, y después escribió un amargo ensayo sobre su experiencia con esta obra. Escribió, por una parte, un excéntrico análisis junguiano de la novela y, por otra, un panorama emocional de su experiencia como lector, del enfado y el desconcierto que le produjo su esforzada lectura de Ulises, en su «décima edición inglesa, de 1928», según nos hace notar.

«No existen en estas 735 páginas, en cuanto mi vista alcanza, ninguna repetición sensible, ni un solo oasis bienaventurado donde el agobiado lector, borracho de recuerdos, pueda sentarse y contemplar con satisfacción el camino recorrido.»

Jung, el agobiado lector, ya había escrito su ensayo ¿Quién es Ulises?, cuando James Joyce, que ya entonces escribía su (esta sí) inexpugnable novela Finnegans Wake, fue a visitarlo para hacerle una consulta sobre la salud mental de Lucía, su hija, que años después, en 1962, moriría psicótica en una clínica suiza. Pero entonces Lucia se sentaba a trabajar con su padre, y mientras Joyce escribía su novela, ella iba confeccionando, también por escrito, su propia versión del Finnegans Wake. Lucía llenaba un folio tras otro de episodios de caótica, onírica, exaltada y desbordante imaginación, elementos que compartía con el Finnegans Wake que estaba escribiendo su padre. Jung leyó las hojas que había escrito la muchacha, hizo un dictamen psiquiátrico y escribió a James la respuesta al planteamiento concreto que se le había hecho. Joyce le había dicho que su hija escribía igual que él; a lo que Jung repuso: «pero allí donde usted nada, ella se ahoga».

Jung tocó con ese dictamen el corazón de literatura, ese arte donde un loco de remate pasa, gracias a la magia de la escritura, por un respetable novelista.

El mismo Joyce se explicaba a sí mismo con esta idea: «podemos llegar, palpar e irnos desde átomos y suposiciones, aunque estamos destinados a ser solo posibilidades sin fin».

Más adelante, en su ensayo sobre Ulises, Carl Jung apunta: «¡Qué opulencia y qué… tedio!. Joyce me aburre hasta arrancarme las lágrimas, pero es un fastidio irritante, peligroso, como no podría producirlo ni aún la trivialidad más enojosa».

A mitad de su ensayo el psiquiatra deja ver el punto de vista desde el cuál analiza la novela de Joyce: «con toda ingenuidad supongo que un libro quiere decirme algo y que desea hacerse comprender; evidentemente, un antropomorfismo mitológico proyectado sobre el objeto, sobre el libro». Jung leyó Ulises como si tuviera la novela recostada en el diván, desde un punto de vista psiquiátrico que más adelante en su ensayo cuando, a pesar del aburrimiento, consigue llegar al final de la novela, (nos) descubre que «se abre paso a través de las nubes una luz salvadora plena de presentimientos» y sugiere que «puede desatar a los espiritualmente atados» y que en Ulises «con ácidos, vapores venenosos, fríos y ardores, se destila el homúnculo de una nueva conciencia universal».

El homenaje de Jung a Joyce es oscuro, pero conmovedor: el psiquiatra que sienta a la obra en el diván, y la encuentra psicótica, esquizofrénica, loca y a pesar de esto, o quizá por esto, la da de alta, la envía de vuelta con sus lectores, certifica que lejos de ahogarse, puede nadar.

[Preámbulo: Ulises en el diván. JORDI ROSADO, 5 de diciembre de 2011]

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