Lo que sigue trata únicamente del poder de la visión; pero debe comprenderse que todo lo que se dice es aplicable, mutatis mutandis, a los demás poderes del alma, o sentidos internos y a sus órganos físicos. En el examen del difunto profesor Bowman sobre la «Persona en el Ojo» hay muchas confusiones. Cita a Max Müller al efecto de que «el sol debe su origen al ojo», y pregunta «si realmente pudo haberse mantenido seriamente que un pequeño órgano del cuerpo humano haya podido crear un objeto de tales proporciones cósmicas como el sol»; seguidamente intenta explicar cómo pudo haberse imaginado esto.
La falta de comprensión es profunda. Es cierto que en Rig Veda Samhita X.90.13 encontramos que «el sol nació de ( su ) visión» ( caksoh suryo ajayata ), y en Aitareya Aranyaka II.1.7 «por ( su ) visión fueron emanados el cielo y el sol» ( caksusa srstau dyaus cadityas ca ). Pero el poder visual ( vibhuti ) a que se alude aquí no es en modo alguno el del «pequeño órgano del cuerpo humano»; sino el de la Persona Primordial, Dios mismo, cuyo ojo es el Sol, o cuyos ojos son el Sol y la Luna, Rig Veda Samhita, passim. Al mismo tiempo, microcósmicamente, el ojo no origina al sol, sino el Sol al ojo. «El Sol, deviniendo visión, entró en los ojos» ( adityas ca caksur bhutva aksini pravisat, Aitareya Aranyaka II.4.2 ). «El Auto-originado» ( svayambhu ) horadó las puertas ( khani, de los sentidos ) hacia afuera, y por consiguiente mira afuera, no al Sí mismo interior» ( Katha Upanisad IV.1 ). «El que está oculto ( guham pravisya ) dentro de nosotros mira afuera en todas las criaturas» ( Katha Upanisad IV.6, cf. Atharva Veda Samhita IV.11.2 ); «el único veedor dentro de nosotros, es él mismo invisible» ( Brhadaranyaka Upanisad III.7.23 ). Por consiguiente, «quienquiera que ve, es por Su rayo que ve» ( Jaiminiya Upanisad Brahmana I.28.8 ).
Ciertamente, ésta es la teoría tradicional de la visión. Así pues, encontramos en Platón que «de los órganos, ellos ( los Dioses instruidos por Zeus ) construyeron primero ojos portaluz… así, siempre que la corriente de visión… sale hacia afuera, de lo mismo a lo mismo… ( y ) el fuego de dentro choca con un objeto obstructivo fuera… sobreviene esa sensación que nosotros llamamos “ver”» ( Timeo 45B ). Y de la misma manera que Katha Upanisad IV.1 llega a señalar que si nosotros hemos de ver al Veedor, nuestra visión debe volverse en redondo ( avrtta caksus ), así también dice Platón que para aprehender la forma o la idea de lo Bueno nosotros debemos cultivar todos aquellos «estudios que compelen al alma a volver su visión hacia la región donde mora la parte más eudaimónica de la realidad, la cual es imperativo que yo contemple» ( República 526 ). Si alguien está mirando afuera por una ventana, deviene una cuestión de la lógica más simple señalar que para verse a sí mismo, uno debe mirar hacia adentro de la ventana.
Pero si la habitación está oscura, y la claridad externa es intensa, nosotros no veremos nada sino nuestro propio reflejo en la ventana. Así ocurre cuando miramos a los ojos de otro, y sólo vemos en ellos una pequeña imagen de nosotros mismos, como si fuera en un espejo. Puesto que la imagen material y el espejo óptico son coincidentes, lo mismo se aplica a ambos; y el hecho de que estamos tocando una fórmula muy antigua y muy difundida, será evidente si observamos que la «pupila» ( latín pupilla, niña ) del ojo no sólo es en sánscrito kanina o kanina, kaninaka o kaninaka ( mujercilla o niña ) o kumaraka ( niño ), sino que también es en griego kóre ( doncella ), en hebreo bath ( hija ) e iyshown ( diminutivo de iysh, hombre ), y en chino t’ung ( Giles 12,308, una combinación de los caracteres para «ojo» y «niño», m. ozf. ). El chino tiene también mou ( Giles 8046 ) — proverbialmente, el mou del ojo es la mejor guía al carácter; no puede engañar. Otras connotaciones de las distintas palabras para «niño» son las de virginidad o pureza, y la de algo «querido», en cuyo sentido decimos «más querido que la niña de mis ojos».
En el simbolismo tradicional la «pupila» del ojo, como imagen refleja, representa lo mejor, lo más alto y lo más inteligible en lo que se ve, y lo mejor, lo más alto y lo más inteligible en el veedor. Encontramos esto en Platón, Alcibíades I.132F — «el rostro del que mira a los ojos de otro se muestra en el ojo que tiene frente a él, como si se tratara de un espejo, y nosotros llamamos a este espejo ( o reflejo ) la “pupila” ( kóre ), porque es una suerte de imagen ( eidolon ) del que mira… Así pues, un ojo que mira a otro, y a la parte más perfecta de él, parte con la que ve, se verá a sí mismo… Y si el alma ha de “conocerse a sí misma”, ciertamente debe mirar al alma, y a esa región del alma en particular en la que subsiste la virtud del alma… la sede del conocimiento y del pensamiento, la parte más divina, es decir, la parte que se parece más a Dios; y quienquiera que mira a esto, y que llega a conocer todo lo que es divino, “se conocerá mejor a sí mismo”». Similarmente Filon ( I.15 ) — Dios «hizo al hombre, y le otorgó la Mente Superior ( nous ), a saber, el Alma del alma, la pupila ( kóre ) del ojo… el “ojo del ojo”». En otras palabras, «el ojo que, al mirarse en otro ojo, llega al conocimiento de sí mismo y al mismo tiempo al conocimiento de Dios”.
Sin embargo, el ojo que no «se conoce a sí mismo» no será nada más que él mismo ( a saber, este hombre, fulano ) y no el «Sí mismo inmortal del sí mismo» ( Maitri Upanisad VI.7 ), no el «Alma del alma» de Filon. La imagen que se ve efectivamente en un espejo físico por la facultad intrínseca del ojo es la imagen de mis accidentes, no la de mi esencia. No obstante, nuestro sí mismo es un reflejo del Sí mismo en una semejanza que, por imperfecta que sea, es perfectible. El hecho de que el símbolo no puede sustituirse por su referente se expresa muy claramente en Chandogya Upanisad VIII.7 sigs., donde Prajapati dice a sus pupilos, Virocana e Indra, que «la Persona en el ojo» ( yo’ksini puruso drsyata, caksusah purusa ) o en un espejo es «el Sí mismo, el Brahman inmortal, el Brahman sin temor». Cuando se les pide que se miren en un cuenco de agua, Virocana está satisfecho de que el Sí mismo sea este sí mismo corporal que se refleja, pero Indra se da cuenta de que esto no puede haber sido lo que quería decir Prajapati; el sí mismo psicofísico y perecedero que se ve en la imagen del espejo no puede ser el Sí mismo «inmortal». Entonces aprende a distinguir este Sí mismo inmortal del sí mismo corporal, y que «donde la visión se pierde en “espacio” ( akasam anuvisannam caksus ), eso es la Persona en el ojo, ( cuyo ) medio de visión es el ojo… la mente ( manas = nous ) es su ojo divino, y, ciertamente, es con ese ojo de la mente como él ve y determina los valores».
Ciertamente, esto resultará oscuro a menos que comprendamos el «espacio» ( akasa ). En este contexto, el significado inmediato, como lo explica acertadamente Sankara, es «la estrella negra» ( krsna-tara ), es decir, la pupila del ojo, considerada como un «agujero en el cuerpo» ( deha-chidram ). Como tal, corresponde a la abertura o agujero en el cielo ( divas chidram ), como el agujero del eje ( yatha kham ) de una rueda ( Jaiminiya Upanisad Brahmana I.3.6, 7 ); es decir, corresponde a la Puerta del Sol, normalmente ocultada por sus rayos, pero visible cuando se retiran éstos, como ocurre en la muerte. De la misma manera que uno puede ver a través de la Puerta del Sol adentro del Brahma-loka, así, a través del ojo, uno puede ver a la Persona inmanente, de quien el ojo es la apariencia.
Más generalmente, akasa ( o kha ), en tanto que quintaesencia, es el origen, el lugar y el fin de todos los fenómenos ( Chandogya Upanisad I.9.1 etc. ). Todo este universo era akasa en el comienzo, y sigue siendo así ahora; akasa es el Sol, porque cuando sale todo este universo se manifiesta ( akasate ); akasa es Indra, el Sol de siete rayos y la Persona en el ojo ( Jaiminiya Upanisad Brahmana I.25.1, I.28.2 ). La raíz, igualmente en akasa y en caksus, ojo, es kas, brillar o ver. Así pues, akasa es la luz porta-imagen más bien que el espacio físico como tal; es la prima substantiarum. De la misma manera que aithér se distingue de aér, así akasa se distingue de vayu, el Viento ( Bhagavad Gita XII.6 etc. ) — Akasa, ciertamente, en tanto que luz, se traduce mejor por «éter» que por «espacio». Aithér es un principio que quema o que brilla, y de la misma manera que puede identificarse con Dios ( Zeýs estin aithér, Esquilo Fr. 65ª ), así akasa, o su equivalente kham ( «Vacuidad», «plenum» ) se identifica con Brahma ( Brhadaranyaka Upanisad VI; Chandogya Upanisad III.12.7, IV.10.4 ), y todo lo que está contenido en este éter objetivado está contenido subjetivamente en el éter del corazón, la sede de Brahma ( Chandogya Upanisad VIII.1.3 ). Así pues, «perdida en el “espacio”» significa «perdida en Dios», en un espacio de luz que no puede ser atravesado, y del que los reinos de la luz objetiva son sólo una proyección; pues Su ojo crea lo que ve, y también lo que «nosotros» vemos por medio de su rayo de luz, para cuyo rayo «nuestros» ojos son ventanas microcósmicas, de la misma manera que la Puerta del Sol es su ventana, macrocósmica.
No es mirando a estos ojos, sino a través de ellos, como Él puede ser visto; Él, que es el Sí mismo que no ve nada sino a Sí mismo ( Brhadaranyka Upanisad IV.3.23 ), a Sí mismo en todas las cosas, y a todas las cosas en Sí mismo ( Bhagavad Gita VI.29 ); Él, el Sí mismo de quien no puede afirmarse nada ( neti, neti ), y que «jamás deviene alguien». Esta es la distinción entre el Sol a quien «no todos conocen con la mente» y el sol «que ven todos los hombres» ( Atharva Veda Samhita X.8.14 ), la distinción entre Apolo y Helios. El hombre natural es ciego espiritualmente. De aquí que sea una parte necesaria del ritual del renacimiento iniciatorio que los ojos sean ungidos, a fin de que vean con el ojo o los ojos del Sacrificio, del Sol, más bien que con los suyos propios, los cuales recupera sólo cuando, al cierre de la operación sacrificial, él deviene nuevamente «quien él es», a saber, este hombre, fulano. «¡Su Ojo por el mío, que magnífica recompensa!» ( Rumi, Mathnawi I.922 ). El símbolo participa en su referente.
Por consiguiente, la visión de nosotros mismos que vemos en el ojo de otro es un símbolo del Sí mismo viendo al Sí mismo en el Speculum Aeternum. Toda esta operación no es psicológica, sino metafísica. Su consumación no se formula en ningún sitio más magníficamente que en el Mantiqu’t-Tair, donde los «Pájaros» que alcanzan su meta, y «aventurándose desde el Polvo a levantar Sus Ojos — hasta el Trono — adentro del Fulgor, Y en el Centro de la Gloria, allí Contemplaron la Figura de — Sí mismos? — como si estuvieran Transfigurados — mirándose a Sí mismos, que contemplaban la Figura sobre el Trono milagroso, Hasta que sus Ojos mismos y Eso en medio Dudaban de quien era el Veedor, que Veía… y oía una Voz que decía, «El Sol de mi Perfección es un Espejo Donde pasan de Ver a Ser Todos aquellos que, al reflejarse se ven a Sí mismos como reflejados en Mí, y a Mí mismo en ellos… Quien en su Fracción de Mí mismo me contempla A Mí mismo dentro del Espejo de Mí mismo Mora en la visión de Mí mismo… Venid, oh Átomos perdidos, atraídos a vuestro Centro, y sed el Espejo Eterno que veíais».
En las palabras del Maestro Eckhart, «El ojo con el que yo veo a Dios es el mismo ojo con el que Dios ve en mí: mi ojo y el ojo de Dios, es un único ojo y una única visión, un único conocimiento y un único amor».
El Profesor Bowman está en lo cierto al decir que la conclusión final es que el verdadero Sí mismo «no es la persona vista en el ojo, sino la persona que ve con el ojo». Pero yo no estoy muy seguro de que se dé cuenta de que esta «persona» es el «Veedor invisible… prescindiendo de quien no hay ningún veedor» ( Brhadaranyaka Upanisad III.7.23 ) y de quien se dice que cuando el ojo ve, cuando la mente piensa, y así sucesivamente, «Éstos son sólo los nombres de Sus actos» ( Brhadaranyaka Upanisad I.4.7 ), — no los «nuestros»