Por eso los sabios de Dios, los teósofos, son denominados en función de su modo de visión: 1) Está aquel que posee el intelecto (dhúl-aql, el hombre del ilm al-yaqin); es el que ve lo creatural como lo que es manifestado, aparente, exotérico, y lo divino como lo que está oculto, escondido, esotérico. Para ése lo divino es el espejo que muestra la criatura, pero no ve el espejo, no ve más que la forma que en él se manifiesta. ) Está el que posee la visión (dhúl ayn, el hombre del ayn al-yaqin). Ése, al contrario del primero, ve lo divino como lo que es manifiesto, visible, y lo creatural como lo oculto, escondido, no aparente. Entonces, para ése, lo creatural es el espejo que muestra a la divinidad, pero él tampoco ve el espejo, no ve más que la forma que en él se manifiesta. 3) y después está aquel que posee a la vez el intelecto y la visión (el hombre del haqq al-yaqin). Es el hakim motaallih, el teósofo místico, el “hierático” en el sentido neoplatónico del término. El que ve simultáneamente a la divinidad en la criatura, lo Uno en lo múltiple, y lo creatural en la divinidad, la multiplicidad de las teofanías en la Unitud que se “teofaniza”. Ve la identidad del Acto-ser unitivo (el 1 x 1 x 1…) en todos los seres actualizados en otras tantas mónadas o unidades. No ya la unidad henádica, que monadiza todas las mónadas y constituye como unidades múltiples todos los seres, no la ceguera a la multiplicidad de las formas epifánicas (mazáhir) en las que esa Unidad del Uno primordial se epifaniza. Aquí los dos espejos se reflejan cada uno en el otro.
Ése, pues, discípulo de Sohravardi y de Ibn Arabi, aunque no haya leído el Parménides de Platón y la interpretación de Proclo, se encuentra en el punto al que la enseñanza iniciática de Proclo, desvelando el secreto de la teogonía del Parménides, quiere conducir al místico. Creo que la confirmación es importante en cuanto al desenlace de la paradoja del monoteísmo. [PM:22-23]