René Guénon — OS SÍMBOLOS DA CIÊNCIA SAGRADA
O GRÃO DE MOSTARDA (cont.)
Paralelo Atman — Reino de Deus
A este paralelo, que parece imponerse, podría hacerse una sola objeción: ¿es verdaderamente posible asimilar “el atman que reside en el corazón” a lo que el Evangelio designa como el “Reino de los Cielos” o “el Reino de Dios”? El Evangelio mismo da respuesta a esta pregunta, y en un sentido netamente afirmativo; en efecto, los fariseos que preguntaban cuándo llegaría el “Reino de Dios”, entendiéndolo en un sentido exterior y temporal, Cristo dirige estas palabras: “No viene el Reino de Dios ostensiblemente.
Ni podrá decirse: Helo allí, helo aquí, porque el Reino de Dios está dentro de vosotros ( Regnum Dei intra vos est )”1. La acción divina se ejerce siempre desde el interior2, y por eso no es ostensible, pues la mirada está necesariamente vuelta a las cosas exteriores; por eso también, la doctrina hindú da al Principio el nombre de “ordenador interno ( ántar-yâmî )3, pues su operación se cumple de adentro afuera, del centro a la circunferencia, de lo no-manifestado a la manifestación, de modo que su punto de partida escapa a todas las facultades pertenecientes al orden sensible o procedentes más o menos directa o indirectamente de él ( La acción “ordenadora” que hace salir el mundo del caos ( sabido es que kósmos significa en griego a la vez ‘orden’ y ‘mundo’ ), se identifica esencialmente con la vibración inicial de que hablábamos anteriormente ). El “Reino de Dios”, al igual que la “casa de Dios” ( Beyt-el ) ( Cf. Le Roi du Monde, cap, IX ), se identifica naturalmente con el centro, es decir con lo que hay de más interior, sea con respecto al conjunto de todos los seres, sea con respecto a cada uno de ellos en particular.
Dicho esto, se ve claramente que la antítesis contenida en el texto evangélico — la figura del grano de mostaza que es “la más pequeña de las semillas” pero que se hace “mayor que las hortalizas” — corresponde exactamente a la doble gradación, descendente y ascendente, que en el texto hindú expresa la idea de extrema pequeñez y de extremo grandor. Por lo demás, hay en el Evangelio otros pasajes donde el grano de mostaza se toma también como representación de lo más pequeño posible: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza…” ( San Lucas, XVII, 6 ); y esto no deja de relacionarse con lo que precede, pues la fe, por la cual se captan de cierta manera las cosas del orden suprasensible, está referida habitualmente al corazón4. Pero, ¿qué significa esa oposición según la cual el “Reino de Dios” o “el atman que reside en el corazón” es a la vez lo más pequeño y lo más grande? Es evidente que ello debe entenderse en dos relaciones diversas; pero, ¿cuáles son estas relaciones? Para comprenderlo, basta en suma saber que, cuando se pasa analógicamente de lo inferior a lo superior, de lo externo a lo interno, de lo material a lo espiritual, tal analogía, para ser correctamente aplicada, debe tomarse en sentido inverso: así, tal como la imagen de un objeto en un espejo aparece invertida con respecto a ese objeto, lo que es primero o mayor en el orden principial es, por lo menos en apariencia, lo último y menor en el orden manifestado5. Esta aplicación del sentido inverso, de modo general, está indicada también por otras palabras evangélicas, por lo menos en una de las significaciones que contienen: “Los postreros serán los primeros, y los primeros postreros”6 “El que se ensalza será humillado y el que se humille será ensalzado”7; “El que se humillare hasta hacerse como un niño…, ése será el más grande en el Reino de los Cielos”8; “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”9; “El menor entre todos vosotros, ése será el más grande”10.
San Lucas, XVII, 21. Recordemos a este respecto el siguiente texto taoísta (ya citado de modo más completo en L’Homme et son devenir selon le Vêdânta, cap, X.): “No preguntéis si el Principio está en esto o en aquello. Está en todos los seres. Por eso se le dan los apelativos de grande, supremo, íntegro, universal, total… Está en todos los seres, por una terminación de norma ( el punto central o el “invariable medio” ), pero no es idéntico a los seres, pues ni está diversificado ( en la multiplicidad ) ni limitado” ( Chuang-tsë, cap. XXII ). ↩
“En el centro de todas las cosas, y superior a todas, está la acción productora del Principio supremo” ( Chuang-tsë, cap. XI). ↩
Cf. L’Homme et son devenir selon le Vêdânta, cap. XV. ↩
Inclusive podría a este respecto encontrarse aquí, más particularmente, cierta relación con el simbolismo del “ojo del corazón”. ↩
Cf. L’Homme et son devenir selon le Vêdânta, cap. III. ↩
San Mateo, XX, 16; cf. ibid., XIX, 30; San Marcos, X, 31. ↩
San Lucas, XVIII, 14. ↩
San Mateo, XVIII, 4. ↩
San Marcos, IX, 35. ↩
San Lucas, IX, 48. ↩