Guénon Coração Irradiante

René Guénon — OS SÍMBOLOS DA CIÊNCIA SAGRADA
EL CORAZON IRRADIANTE Y EL CORAZÓN EN LLAMAS
Al referirnos, con motivo de “la luz y la lluvia” (Ver cap. LX), a las representaciones del sol con rayos alternativamente rectilíneos y ondulados, señalábamos que estas dos clases de rayos se encuentran también, de modo por completo semejante, en ciertas figuraciones simbólicas del corazón; uno de los ejemplos más interesantes que pueden darse es el del corazón figurado en un pequeño bajo relieve de mármol negro, que data al parecer del siglo XVI, proviene de la Cartuja de Saint-Denis d’Orques, y ha sido estudiado por L. Charbonneau-Lassay1). Este corazón irradiante se sitúa en el centro de dos círculos en los que se encuentran, respectivamente, los planetas y los signos del Zodíaco, lo que lo caracteriza expresamente como “Centro del Mundo”, según la doble relación del simbolismo espacial y del temporal2); dicha figuración es evidentemente “solar”, pero, por otra parte, el hecho de que el sol, entendido en el sentido “físico”, se encuentre situado en el círculo planetario, como debe estarlo normalmente en el simbolismo astrológico, muestra a las claras que se trata propiamente en ese caso del “Sol espiritual”.

Huelga recordar que la asimilación del sol y el corazón, en cuanto uno y otro tienen igualmente un significado “central”, es común a todas las doctrinas tradicionales, de Occidente tanto como de Oriente; así, por ejemplo, dice Proclo dirigiéndose al Sol: “Ocupando por sobre el éter el trono del medio, y teniendo por figura un círculo deslumbrante que es el Corazón del Mundo, tú colmas todo de una providencia apta para despertar la inteligencia3. Citamos este texto en particular con preferencia a muchos otros, debido a la mención formal de la inteligencia que en él se hace; y, como hemos tenido ocasión frecuente de explicarlo, el corazón se considera también ante todo, en todas las tradiciones, como sede de la inteligencia4. Por lo demás, según Macrobio, “el nombre de Inteligencia del Mundo que se da al Sol responde al de Corazón del Cielo5; fuente de la luz etérea, el Sol es para este fluido lo que es el corazón para el ser animado” ( Sueño de Escipión, I, 20 ); y Plutarco escribe que el Sol, “dotado de la fuerza de un corazón, dispersa y difunde de sí mismo el calor y la luz, como si fueran la sangre y el hálito”6. Encontramos en este último pasaje, tanto para el corazón como para el sol, la indicación del calor y la luz, correspondientes a las dos clases de rayos que considerábamos; si el “hálito” está allí referido a la luz, se debe a que es propiamente el símbolo del espíritu, esencialmente idéntico a la inteligencia; en cuanto a la sangre, es evidentemente el vehículo del “calor vivificante”, lo que se refiere más en particular al papel “vital” del principio que es centro del ser7.

VIDE: CORAÇÃO E AFETIVIDADE




  1. “Le Marbre astronomique de Saint-Denis d’Orques”, en Reg., febrero de 1924 ( retomado en Le Bestiaire du Christ, cap. X  

  2. Hay también, en la misma figuración, otros detalles de gran interés desde el punto de vista simbólico; así, en particular, el corazón lleva una herida o por lo menos lo que presenta la apariencia externa de tal, con la forma de un yod hebreo, lo que se refiere a la vez al “Ojo del corazón” y al “germen” avatárico que reside en el “centro”, ya se entienda a éste en sentido macroscómico ( como es manifiestamente el caso aquí ), ya en sentido microcósmico ( ver Aperçus sur l’Initiation, cap. XLVIII  

  3. Himno al Sol, traducción ( francesa ) de Mario Meunier 

  4. Debe quedar bien claro ( y volveremos luego sobre el punto ) que se trata aquí de la inteligencia pura, en el sentido universal, y no de la razón, la cual no es sino un simple reflejo de aquélla en el orden individual y está en relación con el cerebro, siendo entonces éste con respecto al corazón, en el ser humano, el análogo de lo que es la luna con respecto al sol, en el mundo 

  5. Esta expresión de “Corazón del Cielo” aplicada al sol se encuentra también en las antiguas tradiciones de América Central 

  6. Sobre el rostro que se ve en el orbe de la luna, 15, 4. Este texto y el precedente son citados en nota por el traductor con motivo del pasaje de Proclo que acabamos de reproducir 

  7. Aristóteles asimila la vida orgánica al calor, en lo cual está de acuerdo con todas las doctrinas orientales; Descartes mismo sitúa en el corazón un “fuego sin luz”, pero que no es para él sino el principio de una teoría fisiológica exclusivamente “mecanicista” como toda su física, lo cual, por supuesto, no tiene nada en comun con el punto de vista tradicional de los antiguos 

René Guénon