Guénon Existencia Corporal

RENÉ GUÉNON — MISCELÂNEA

VIDE: CINCO ELEMENTOS
LAS CONDICIONES DE LA EXISTENCIA CORPORAL
Según el Sânkhya de Kapila, existen cinco tanmâtras o esencias elementales, perceptibles (o más bien “concebibles”) idealmente, pero incomprehensibles e inasibles bajo un modo cualquiera de la manifestación universal, ya que son no manifestados en sí mismos; por esta razón, no es posible atribuirles denominaciones particulares, pues no pueden ser definidos por ninguna representación formal1. Estos tanmatras son los principios potenciales, o, por emplear una expresión platónica, las “ideas-arquetipos” de los cinco elementos del mundo físico material, así como, por supuesto, de una indefinidad de otras modalidades de la existencia manifestada, correspondientes analógicamente a estos elementos en los múltiples grados de esta existencia; y, según la misma correspondencia, estas ideas principiales implican también en potencia, respectivamente, las cinco condiciones cuyas combinaciones constituyen los límites de esa posibilidad particular de manifestación a la que denominamos existencia corporal. De este modo, los cinco tanmatras o ideas principiales son los elementos “esenciales”, las causas primordiales de los cinco elementos “substanciales” de la manifestación física, que no son sino determinaciones particulares de sus modificaciones exteriores. En esta modalidad física, se expresan en las cinco condiciones según las cuales se formulan las leyes de la existencia corporal2; la ley, intermediaria entre el principio y la consecuencia, traduce la relación de la causa al efecto (relación en la cual se puede considerar a la causa como activa y al efecto como pasivo), o de la esencia a la substancia, consideradas como alef y tav, los dos puntos extremos de la modalidad de manifestación que se considere (y que, en la universalidad de su extensión, lo son igualmente para cada modalidad). Pero ni la esencia ni la substancia pertenecen en sí mismas al dominio de esta manifestación, como tampoco los dos extremos del Yin-Yang están contenidos en el plano de la curva cíclica; están a una parte y a otra de este plano, y por ello, en realidad, la curva de la existencia jamás se cierra.
[…] Debemos, ante todo, establecer que el Éter y el Aire son elementos distintos, contrariamente a lo que sostienen algunas escuelas heterodoxas3; pero, para hacer más comprensible lo que diremos acerca de esta cuestión, recordaremos que las cinco condiciones a las que está sometida en su conjunto la existencia corporal son el espacio, el tiempo, la materia, la forma y la vida. Además, podemos, para reunir en una sola definición el enunciado de las cinco condiciones, decir que un cuerpo es “una forma materializada viviendo en el tiempo y en el espacio”; por otra parte, cuando empleamos la expresión “mundo físico” es siempre como sinónimo de “dominio de la manifestación corporal4. No es sino provisionalmente que hemos enumerado estas condiciones en el orden precedente, sin tomar en cuenta las relaciones que existen entre ellas, hasta que no hayamos determinado, en el curso de nuestra exposición, sus respectivas correspondencias con los cinco sentidos y con los cinco elementos, que, por otra parte, están igualmente sometidos al conjunto de estas cinco condiciones.
ÉTER
-AR




  1. No se puede más que designarlos por analogía con los diferentes órdenes de cualidades sensibles, pues solamente así podemos conocerlos (indirectamente, por algunos de sus efectos particulares), en tanto que pertenecemos, como seres individuales y relativos, al mundo de la manifestación

  2. Los cinco tanmatras no pueden sin embargo ser considerados como manifestados por estas condiciones, al igual que tampoco por los elementos y las cualidades sensibles que corresponden a éstos; es, por el contrario, por los cinco tanmatras (en tanto que principio, soporte y fin) que todas estas cosas son manifestadas, y posteriormente todo lo que resulta de sus indefinidas combinaciones. 

  3. Especialmente los Jainistas, los Bauddhas y los Chârvâkas, con los cuales la mayoría de los filósofos atomistas griegos están, sobre este punto, de acuerdo; no obstante, es preciso hacer una distinción con Empédocles, que admitía los cinco elementos, aunque los suponía desarrollados en el siguiente orden: el Éter, el Fuego, la Tierra, el Agua y el Aire; no insistiremos aquí sobre ello, pues no nos proponemos examinar las opiniones de las diferentes escuelas griegas de “filosofía física”. 

  4. La carencia de expresiones adecuadas, en las lenguas occidentales, es a menudo una gran dificultad para la exposición de las ideas metafísicas, como ya hemos señalado en numerosas ocasiones. 

René Guénon