Guénon Língua Angélica

René Guénon — LINGUAGEM DOS PÁSSAROS

Língua Angélica
Nos vemos, pues, reconducidos, como se observará, a lo que decíamos al comienzo sobre el «lenguaje de los pájaros», que podemos llamar también «lengua angélica», y cuya imagen en el mundo humano es el lenguaje ritmado, pues sobre la «ciencia del ritmo» que comporta por lo demás múltiples aplicaciones, se basan en definitiva todos los medios que pueden utilizarse para entrar en comunicación con los estados superiores. Por eso una tradición islámica dice que Adán, en el Paraíso terrestre, hablaba en verso, en decir, en lenguaje ritmado; se trata de esa «lengua siríaca» (logah sûryâniyah) sobre la cual hemos hablado en nuestro precedente estudio sobre la «ciencia de las letras»1, y que debe considerarse como traducción directa de la «iluminación solar» y «angélica» tal como se manifiesta en el centro del estado humano. Por eso también los libros sagrados están escritos en lenguaje ritmado, lo cual, como se ve, hace de ellos otra cosa que los simples «poemas» en el sentido puramente profano del término que quiere ver el prejuicio antitradicional de los «críticos» modernos; y, por lo demás, la poesía no era originariamente esa vana «literatura» en que se ha convertido por una degradación cuya explicación ha de buscarse en la marcha descendente del ciclo humano, y tenía un verdadero carácter sagrado2). Pueden encontrarse rastros de ello hasta en la antigüedad occidental clásica, en la cual la poesía era llamada aún «lengua de los Dioses», expresión equivalente a las que hemos indicado, pues los «Dioses», es decir los Deva3 son, como los ángeles, la representación de los estados superiores. En latín, los versos se llamaban carmina, designación referente a su uso en el cumplimiento de los ritos, pues la palabra carmen es idéntica al sánscrito karma, que debe tomarse aquí en su sentido particular de «acción ritual»4; y el poeta mismo, intérprete de la «lengua sagrada» a través de la cual se transparentaba el Verbo divino, era el vates, palabra que lo caracterizaba como dotado de una inspiración en cierto modo profética. Más tarde, por otra degradación, el vates no fue sino un vulgar «adivino»; y el carmen (de donde la voz francesa charme, ‘encanto’), un «encantamiento», es decir, una operación de baja magia; es éste otro ejemplo de que la magia, e incluso la hechicería, constituye lo que subsiste como último vestigio de las tradiciones desaparecidas»5.

Estas pocas indicaciones bastarán, creemos, para mostrar cuánto se equivocan quienes se burlan de los relatos en que se habla del «lenguaje de los pájaros»; es en verdad demasiado fácil y harto simple tratar desdeñosamente de «superstición» todo aquello que no se comprende; pero los antiguos, por su parte, sabían muy bien lo que decían cuando empleaban el lenguaje simbólico. La verdadera «superstición», en el sentido estrictamente etimológico (quod superstat), es lo que se sobrevive a sí mismo, o sea, en una palabra, la «letra muerta»; pero inclusive esta conservación, por poco digna de interés que pueda parecer, no es empero cosa tan desdeñable, pues el espíritu, que «sopla donde quiere» y cuando quiere, puede siempre venir a revivificar los símbolos y los ritos y a restituirles, con el sentido que habían perdido antes, la plenitud de su virtud originaria.




  1. Véase supra, cap. VI. 

  2. Puede decirse, por otra parte, de manera general, que las artes y las ciencias no se han hecho profanas sino en virtud. de tal degradación, la cual las ha despojado de su carácter tradicional y, por consiguiente, de toda significación de orden superior; nos hemos explicado sobre este asunto en L’ÉSOTÉRISME DE DANTE, cap. II, y en LA CRISE DU MONDE MODERNE, cap. IV. (Cf. también LE RÉGNE DE LA QUANTITÉ ET LES SIGNES DES TEMPS, cap. VIII 

  3. El sánscrito Deva y el latín Deus son una sola y misma palabra. 

  4. La palabra «poesía» deriva también del verbo griego poiein, el cual tiene la misma significación que la raíz sánscrita kr. de donde proviene karma, y que se encuentra también en el verbo latino creare entendido en su acepción primitiva; en el origen se trataba, pues, de algo muy distinto que de la simple producción de una obra artística o literaria, en el sentido profano, único que Aristóteles parece haber tenido presente al hablar de lo que él ha llamado «ciencias poéticas». 

  5. Sobre este asunto de los orígenes de la magia y de la hechicería. véase infra, cap. XX, «Shet», último párrafo. 

René Guénon