Roberto Pla
Si se pregunta por qué medio se llega a conocer el sí-mismo, es decir, el “proprium”, el alma, y a conocer a Allâh, la respuesta es: La vía hacia estos dos conocimientos está indicada con estas palabras: “Allâh es y la nada con Él. Él es ahora tal como era”. Si alguno dice: “Yo veo mi alma, — mi “proprium”, mi mímismo- distinta de Allâh y no veo que Allâh sea mi alma”, la respuesta es: El Profeta expresa con el término “alma”, el “proprium” o “ti-mismo”, y no el elemento psíquico de tu existencia particular, que se llama a veces “alma imperiosa”, o “aquella que tiende irresistiblemente al mal”, o “el alma que reprocha” o “el alma aquietada”, etc. El Profeta ha dicho también:”Hazme ver. ¡Oh Allâh!, las cosas tal como son”, designando por “las cosas” todo lo que no es Allâh — ¡que Él sea exaltado!-.
Con esto el Profeta ha querido decir: “Hazme conocer lo que no eres Tú, a fin de que sepa yo, a fin de que conozca yo, la verdad sobre las cosas, si ellas son Tú, o distintas de Ti. ¿Carecen ellas de comienzo y de fin, o bien han sido creadas y han de desaparecer?”. Entonces Allâh le permitió ver que todo lo que no es Él, incluyendo el”sí-mismo” del hombre, no tiene ninguna existencia. Y vio las cosas tal como son: quiero decir que vio que las cosas son la “quididad” de Allâh fuera del tiempo, del espacio y de todo atributo.
El término “las cosas” puede aplicarse al alma, o no importa a qué otra cosa. La existencia del alma y de las cosas se identifican ambas en la idea general de “cosa”, por lo que quien conoce su alma, su sí-mismo, conoce al Señor. Aquello que tú crees ser distinto de Allâh, no es sino Allâh, pero tú no lo sabes. Tú Le ves y no sabes que Le ves. Desde el momento en que este misterio haya sido desvelado a tus ojos — que no eres distinto de Allâh — sabrás cuál es el fin de ti mismo, que no tiene necesidad de anonadarte, que jamás has dejado de ser y que no dejarás jamás de existir…, jamás, como ya lo hemos explicado.
Todos los atributos de Allâh son tus atributos. Verás que tu exterior es el Suyo, que tu interior es el Suyo, que tu comienzo es el Suyo y que tu fin es el Suyo. Y eso, incontestablemente, sin duda alguna. Verás que tus cualidades son las Suyas y que tu naturaleza íntima es la suya. Y eso sin que te conviertas en Él, o que Él se convierta en ti, sin transformación, sin disminución o aumento alguno.
“Todo muerto salva Su Faz”, en el exterior y en el interior. Esto quiere decir que no existe nada distinto de Él, que algo distinto de Él no tiene existencia. Por eso lo que parece distinto de Él será necesariamente perdido, pues lo que queda es Su Faz. Dicho de otra manera: Nada hay permanente salvo Su faz.
Un ejemplo: un hombre ignora alguna cosa y después la aprende. Con esto no es su existencia lo que se acaba, sino su ignorancia. Su existencia continúa porque no ha sido canjeada por la de otro. La existencia del sabio no se ha venido a sumar a la del ignorante, ni se ha producido ninguna mezcla de las dos existencias individuales. Sólo la ignorancia ha sido eliminada. No pienses, por tanto, que es necesario acabar con tu existencia, porque entonces te envuelves en tu propia extinción y te conviertes, por así decirlo, en el velo de Allâh. Como este velo es distinto de Allâh, se sigue que algo distinto de Allâh puede vencerle reposando sus miradas en Él, lo que es un error y una grave mentira.
Hemos dicho más arriba que la Unicidad y la Singularidad son los únicos velos de Allâh. Por eso está permitido al “Wâçil”, esto es, al que ha alcanzado la Realidad, decir: “Gloria a mi, pues mi excelsitud es grande”. Tal “Wâçil” no ha llegado a un grado tan sublime antes de haber visto que sus atributos son los atributos de Allâh, y que su ser íntimo es el ser íntimo de Allâh, sin ninguna transformación de atributos o transustanciación del ser íntimo; sin ninguna entrada en Allâh, o salida de Él. Tal “Wâçil” ve que no se apaga en Allâh, que no persiste con Allâh, que su alma, es decir, su “proprium”, no existe del todo, como había existido hasta entonces, pues al apagarse no queda alma, ni existencia salvo la Suya.
El Profeta ha dicho: “No insultéis al Siglo, porque es Allâh”. Con estas palabras ha querido decir que la existencia del Siglo es la existencia de Allâh — ¡que Él sea glorificado y magnificado! —. Él es demasiado elevado para tener un compañero, un semejante o un equivalente cualquiera. El Profeta dijo, según una tradición: “Allâh dice: Servidor mío: He estado enfermo y no me has visitado. He tenido hambre y no me has dado de comer. Te he pedido limosna y me la has negado”. Con esto ha querido decir que Él era el enfermo y el mendicante. Y si el enfermo y el mendicante pueden ser Él, también tú y todas las cosas de la creación, accidentales o sustanciales, pueden ser Él. Cuando se descubre el enigma de un sólo átomo, se puede ver el misterio de toda la creación, tanto interior como exterior.
Verás que no es que Allâh haya creado todas las cosas, sino que tanto en el mundo invisible como en el visible no hay más que Él, porque en ninguno de los dos mundos hay un sólo punto de existencia propia. Verás que Él no es solamente Su Nombre, sino que Él es el nombre y lo que se nombra, así como la existencia de ambos. Verás que no es que Él haya creado todas las cosas de una sola vez, sino que “Él es el Creador Sublime y de todos los días”, por la expansión y ocultación de Su existencia y de Sus atributos. Más allá de toda condición inteligible.
“Porque Él es el Primero y el Último, lo Exterior y lo Interior.
Él aparece en Su unidad y se esconde en Su singularidad.
Él es el Primero por Su “perseidad”.
Él es el Último por Su eterna permanencia.
Él es la existencia de lo Primero y de lo Último,
de lo Exterior y lo Interior.
Él es Su nombre y lo que es nombrado”.
Como su existencia es fatal, lógica y dogmática, igualmente es fatal la no existencia de algo distinto de Él. Lo que imaginamos que es distinto de Él no es en el fondo más que una bi-existencia, pues la existencia de Él significa que no existe una bi-existencia que sería su semejante. No hay nada distinto de Él, porque Él está exento de que lo distinto de Él sea distinto de Él. Aquello que es distinto es también Él, sin ninguna diferencia interior o exterior. Lo que es de este modo posee atributos sin número ni fin.
Abdul-Hadi
Si l’on demande par quel moyen on arrive à connaître son “âme”, c’est-à-dire le “proprium’, soi-même, et à connaître Allah, la réponse est : La voie vers ces deux connaissances est indiquée par ces paroles : “Allah était et le néant avec Lui. Il est maintenant tel qu’Il était”. Si quelqu’un dit : “Je vois mon âme, mon “proprium”, moi-même, autre qu’Allah, et je ne vois pas qu’Allah soit mon âme”, la réponse est : Le Prophète veut dire par le terme “âme” le “proprium”, ton existence particulière, ce que tu appelles “moi-même”, et non pas l’élément psychique qui s’appelle tantôt “l’âme impérieuse” ou “celle qui pousse irrésistiblement vers le mal”, “l’âme qui reproche”, “la rassérénée”, etc. ; mais il veut dire par “âme” tout ce qui est autre qu’Allah, comme il a dit : “Fais-moi voir, ô Dieu ! les choses telles qu’elles sont”, désignant par “les choses” tout ce qui n’est pas Allah, qu’Il soit exalté. Il a voulu dire : “Fais-moi connaître ce qui n’est pas Toi, afin que je sache et afin que je connaisse la vérité sur les choses, si elles sont Toi ou bien autre-que-Toi ; sont-elles sans commencement ni fin, ou bien ont-elle été créées et vont-elles disparaître ?” Alors, Allah lui fit voir que tout ce qui n’est pas Lui est l’homme lui-même, et que tout ce qui n’est pas Lui n’a aucune existence. Et il vit les choses telles qu’elles sont ; je veux dire qu’il vit qu’elles étaient la quiddité d’Allah, hors du temps, de l’espace et de toute attribution. Le terme “les choses” peut s’appliquer à l’âme comme à n’importe quoi. L’existence de l’âme et celle des choses s’identifient dans l’idée générale de chose. Donc, celui qui connaît les choses connaît son âme, son “proprium”, c’est-à-dire lui-même, et celui qui se connaît soi-même connaît le Seigneur. Car ce que tu crois être autre-qu’Allah n’est pas autre-qu’Allah, mais tu ne le sais pas. Tu Le vois, et tu ne sais pas que tu Le vois. Du moment que ce mystère a été dévoilé à tes yeux, que tu n’es pas autre-qu’Allah, tu sauras que tu es le but de toi-même, que tu n’as pas besoin de t’anéantir, que tu n’as jamais cessé d’être, et que tu ne cesseras jamais d’exister, jamais, comme nous l’avons déjà expliqué. Tous les attributs d’Allah sont tes attributs. Tu verras que ton extérieur est le Sien, que ton intérieur est le Sien, que ton commencement est le Sien et que ta fin est la Sienne, cela incontestablement et sans doute aucun. Tu verras que tes qualités sont les Siennes et que ta nature intime est la Sienne, cela sans que tu sois devenu Lui ou que Lui soit devenu toi, sans transformation, diminution ou augmentation quelle qu’elle soit. “Tout périt sauf Sa face”, dans l’extérieur et dans l’intérieur. Cela veut dire qu’il n’existe aucun autre-que-Lui ; qu’autre-que-Lui n’a aucune existence, mais est fatalement perdu, de sorte qu’il ne reste que Sa figure ; autrement dit : rien n’est stable hormis Sa figure. (Quelques manuscrits ajoutent : “Partout où vous vous tournez, vous vous tournez vers la Face de Dieu : Coran, II, I09). Un exemple : Un homme ignore quelque chose, puis il l’apprend. Ce n’est pas son existence qui s’est éteinte, mais seulement son ignorance. Son existence reste, elle n’a pas été changée contre celle d’un autre ; l’existence du savant n’est pas venue s’ajouter à l’existence de l’ignorant ; il ne s’agit d’aucun mélange de ces deux existences individuelles ; il n’y a que l’ignorance qui a été enlevée. Ne pense donc pas qu’il est nécessaire d’éteindre ton existence, car alors tu te voiles avec cette même extinction, et tu deviens toi-même pour ainsi dire le voile d’Allah. Comme maintenant le voile est autre-qu’Allah, il s’ensuit qu’autre-que-Lui puisse Le vaincre en repoussant les regards vers Lui, ce qui est une erreur et une méprise grave. Nous avons dit plus haut que l’unicité et la singularité sont les voiles d’Allah, pas d’autres. C’est pourquoi il est permis au Wâçil, c’est-à-dire à celui qui est arrivé à la Réalité personnelle, de dire : “Je suis le Vrai Divin”, ou bien : “Gloire à moi ; que ma celsitude est grande !” Un tel Wâçil n’est pas arrivé à un degré aussi sublime sans avoir cru que ses attributs sont les attributs d’Allah et que son être intime est l’être intime d’Allah, sans aucune transformation d’attributs ou transsubstantiation d’être intime, sans aucune entrée dans Allah ou sortie de Lui ou vice versa. Il voit qu’il ne s’éteint pas dans Allah et qu’il ne persiste pas avec Allah non plus. Il voit que son âme, c’est-à-dire son “proprium”, n’existe pas du tout, non pas comme ayant existé, puis s’étant éteinte, mais il voit qu’il n’y a ni âme ni existence sauf la Sienne. Le Prophète a dit : “N’insultez pas au Siècle, car il est Allah”. Il a voulu dire par ces paroles que l’existence du Siècle est l’existence d’Allah, qu’il soit glorifié et magnifié. Il est trop élevé pour avoir un partenaire, un semblable ou un équivalent quelconque. Le Prophète dit dans une tradition Qodsî : “Allah dit : Mon serviteur ! J’étais malade, et tu ne M’as pas visité. J’avais faim, et tu ne M’as pas donné à manger. Je t’ai demandé l’aumône, et tu l’as refusée”. Il a voulu dire que c’était Lui qui était le malade et le mendiant. Comme le malade et le mendiant peuvent être Lui, alors toi et toutes les choses de la création, accidents ou substances, peuvent aussi être Lui. Quand on découvre l’énigme d’un seul atome, on peut voir le mystère de toute la création, tant intérieure qu’extérieure. Tu verras qu’Allah n’a pas seulement créé toutes choses, mais tu verras encore que, dans le monde invisible aussi bien que dans le monde visible, il n’y a que Lui, car ces deux mondes n’ont point d’existence propre. Tu verras qu’Il n’est pas seulement leur nom, mais aussi Celui qui les nomme et Celui qui est nommé par eux, ainsi que leur existence. Tu verras qu’Il n’a pas seulement créé une chose une fois pour toutes, mais tu verras “qu’Il est tous les jours en l’état de Créateur sublime” (Coran, LV, 29), par l’expansion et l’occultation de Son existence et de Ses attributs en dehors de toute condition intelligible. Car Il est le Premier et le Dernier, l’Extérieur et l’Intérieur. Il paraît dans Son unité et Se dissimule dans Sa singularité. Il est le Premier et du Dernier, de l’Extérieur et de l’Intérieur, comme l’existence de ces Glyphes est Lui. Il est Son nom ; Il est celui qui est nommé. Comme Son existence est fatale, logique et dogmatique, de même est fatale la non-existence de tout autre-que-Lui. Ce que nous pensons être autre-que-Lui n’est pas, au fond, une bi-existence, car Son existence à Lui signifie qu’une bi-existence n’existe pas ; sans quoi cette bi-existence serait Son semblable. Or, autre-que-Lui n’est pas, car Il est exempt de ce qu’un autre-que-Lui soit autre-que-Lui. Cet autre est encore Lui sans aucune différence intérieure ou extérieure. Celui qui est ainsi possède des attributs sans nombre ni fin.