Dichos aún más explícitos pueden ser citados de fuentes sufis, donde el alma (nafs) es distinguida del intelecto o espíritu (aql, ruh) como la Psique es distinguida del Pneuma por Filón y en el Nuevo Testamento, y como el anima es distinguida del animus por William of Thierry1 . Para el enciclopédico Kashfu’l Mahjub, el alma es el «tentador», y el tipo del infierno en este mundo2 . Al-Ghazali, quizás el más grande de los teólogos muslimes, llama al alma «el mayor de vuestros enemigos»; y más que eso difícilmente podría decirse de Satán mismo. Abu Sa’id pregunta: «¿Qué es el mal, y cuál es el peor mal?» y contesta, «El mal es “tú”, y el peor mal “tú” si tú no lo sabes»; por consiguiente, se llamaba a sí mismo un «Nadie», negándose, como el Buddha, a identificarse a sí mismo con ninguna «personalidad» nombrable3 . Jalalu-d-Din Rumi, en su Mathnawi, repite que el mayor enemigo del hombre es él mismo: «Este alma», dice, «es el infierno», y nos conmina a «matar el alma». «El alma y el Shaitan son un único ser, pero toma dos formas; esencialmente uno desde el comienzo, devino el enemigo y envidiador de Adam»; y, de la misma manera, «el Ângel (Espíritu) y el Intelecto, los asistentes de Adam, son de un único origen pero asumen dos formas». El ego mantiene su cabeza erguida: «la decapitación significa matar el alma y apagar su fuego en la Guerra Santa (yihad)»; y tanto mejor para quien gana esta batalla, pues «quienquiera que está en guerra consigo mismo por amor de Dios, su luz oponiéndose a su obscuridad, el sol de su espíritu nunca se pondrá»4 .
«Este es el combate que Cristo,
Con su Amor y Luz internos,
Mantiene dentro de la naturaleza del hombre, para disipar
La Cólera de Deus|Dios, a Satán, el Pecado, y la Muerte, y el Infierno;
Para devorar el sí mismo humano, o la Serpiente,
Y levantar un Ângel de él por Su Poder»
John Byrom
«Chispa del alma, imagen de Dios, que hay siempre en todo sabio en guerra con todo lo que no es divino, y que se llama la Sindéresis»5 (Maestro Eckhart, ed. Pfeiffer, p. 113). «Nosotros sabemos que la Ley es del Espíritu. pero yo veo otra ley en mis miembros, en guerra contra la Ley del Intelecto, y que ME pone en cautividad. Con el Intelecto yo mismo sirvo a la Ley de Dios; pero con la carne a la ley del pecado. Someted por tanto vuestros sí mismos a Dios: resistid al Diablo»6 . Y similarmente en otras Escrituras, concretamente la Bhagavad Gita (VI.5, 6): «Eleva el sí mismo por el Sí mismo, no dejes que el sí mismo se quede atrás. Pues, ciertamente, el Sí mismo es a la vez el amigo y el enemigo del sí mismo; el amigo de aquel cuyo sí mismo ha sido conquistado por el Sí mismo, pero para aquel cuyo sí mismo no ha sido vencido, el Sí mismo en guerra, ciertamente, actúa como un enemigo»; y en el Dhammapada budista (103, 160, 380), donde «el Sí mismo es el Senor del sí mismo» y uno debe «por el Sí mismo incitar al sí mismo, y por el Sí mismo aplacar al sí mismo» (como un caballo es «domado» por un domador experto), y «el que ha conquistado el sí mismo es el mejor de todos los campeones». (Cf. Filóstrato, Vid. Ap., I.13: «Justamente como nosotros domamos caballos espantadizos e indóciles golpeándolos y acariciándolos»).
(1939)
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