Los dioses a veces no olvidan y a veces recuerdan —«tal memoria es para aquellos que la han perdido». La omnisciencia de Zeus no depende de la observación, sino de la gnosis innata de su propia vida ilimitada. Cf. Ibn ‘Ata, «Abierto el ojo del corazón mira-Le entonces, y desecha el recuerdo, como un fardo difícil de cargar», citado por Abu Bakr, Kitab al Ta’anuf, cap. 47 (cf. «Paradiso» XXIX.79 sig.). También para Aristóteles la Mente Divina «no recuerda», como lo hace la mente perecedera, que recuerda por sus percepciones sensoriales (De anima 3.5). «En el corazón uno conoce la verdad, solo en el corazón, ciertamente, está establecida la verdad» (Brhadaranyaka Upanishad III.9.23); la recognición del alma de las visiones almacenadas en ella es el proceso del «recuerdo» (Enéadas IV.7.10,12). Cuando todo ha sido recordado, de una vez por todas, entonces no hay más «recuerdo» como un proceso, sino solo un conocimiento inmemorial. Así pues, no ha de interpretarse mal el desdén de la memoria; uno podría decir que, como la «consciencia» en la parábola budista de la Balsa, el recuerdo es «bueno para cruzar, pero no una actividad para cargar con ella». Recordar es una virtud en aquellos que han olvidado, pero el perfecto nunca pierde su visión de la verdad y no tiene ninguna necesidad de recordarla (Fedro 249CD, cf. Proclo según se trata en la nota 25).
La hermana M. P. Garvey, St. Augustine, Christian or Neo-Platonist (Milwaukee, Wis., 1939, p. 107), confunde la memoria con el recuerdo, como uno podría hacerlo con el ser y el devenir. La Memoria, tomada absolutamente, coincide con la omnisciencia y no es un procedimiento; pero recordar es aprender y sería una contradicción en uno cuya memoria nunca falla. Esta es, de hecho, la distinción de Filón entre memoria (mnemen) y recordación anamnesis), siendo esta última un medio de escape (ek lethes), pero evidentemente innecesaria como tal para aquel cuya memoria jamás ha fallado (Legum allegoriae III.91-93). Esta distinción, si no estoy equivocado, es también la de «smara» y «smarana», donde el primer término denota tanto amor como memoria, y el segundo el acto de recordar, el cual implica un desear o buscar más bien que un amar. [AKCMeta]