Revolta contra o Mundo Moderno
En tanto que edad del ser, la primera edad es también, en sentido eminente, la edad de los vivientes. Según Hesíodo, la muerte — esta muerte que es verdaderamente un fin y no deja tras ella sino el Hades — no habría aparecido más que en el curso de las dos últimas edades (de hierro y de bronce). En la edad de Kronos, la vida era “similar a la de dos dioses. Existía una “eterna juventud de fuerza”. El ciclo se cerró, “pero los hombres permanecieron en una forma invisible, alusión a la doctrina ya mencionada de la ocultación de los representantes de la tradición primordial y de su centro. En el reino del iranio Yima, rey de la edad de oro, no se habría conocido ni la enfermedad ni la muerte, hasta que nuevas condiciones cósmicas hubieran forzado la retirada a un refugio “subterráneo” en el que sus habitantes escapan al sombrío y doloroso destino de las nuevas generaciones,. Yima, “el Espléndido, el Glorioso, el que entre los hombres es semejante al sol”, hizo de forma que, en su reino, la muerte no existiera. Según los helenos y romanos, en el reino de oro de Saturno, los hombres y los dioses inmortales habrían vivido una misma vida; igualmente, los dominadores de la primera de las dinastías míticas egipcias son llamados dioses, seres divinos y, según el mito caldeo, la muerte no habría reinado universalmente más que el la época postdiluviana, cuando los “dioses” hubieron dejado a los hombres la muerte y conservado solo para ellos la vida. Las tradiciones célticas, por su parte, utilizan, el término Tir na mBeo, la “Tierra de los Vivientes” y Tir na hOge, la “Tierra de la Juventud” para designar una isla o tierra atlántica misteriosa que, según la enseñanza druídica, fue el lugar de origen de los hombres. En la leyenda de Echtra Condra Cain, este se identifica con el “País del Victorioso” — Tir na Boadag — al que se le llama “el País de los Vivientes, donde no se conoce ni la muerte ni la vejez”. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 2
Por otra parte, la relación constante que existe entre la primera edad y el oro, evoca lo que es incorruptible, solar, resplandeciente, luminoso. En la tradición helénica, el oro correspondía al esplendor radiante de la luz y a todo lo que es sagrado y grande — tal como dice Píndaro; igualmente se califica al oro de luminoso, radiante, bello y regio. En la tradición védica el “germen primordial”, el hiranya-garbha es de oro, y más generalmente, se dice: “De oro, en verdad, es el fuego, la luz y la vida inmortal”. Ya hemos tenido la ocasión de mencionar la concepción según la cual, en la tradición egipcia, el rey esta “hecho de oro”, en la medida en que por “oro” se entiende el “fluido solar” constitutivo del cuerpo incorruptible de los dioses celestes y de los inmortales, si bien el título “de oro” del rey -“Horus cuya sustancia es de oro”- designaba simplemente su origen divino y solar al mismo tiempo que su incorruptibilidad e indestructibilidad. Así mismo, Platón considera el oro como el elemento diferenciador que definía la naturaleza de la raza de los dominadores. La cumbre de oro del Monte Meru, considerado como “polo”, patria original de los hombres y residencia olímpica de los dioses, el oro de la “antigua Asgard”, residencia de los Ases y de los reyes divinos nórdicos, situada en la “tierra del Centro”, el oro del “País puro” Tsing ta, y lugares equivalentes de los que se habla en las tradiciones extremo-orientales, etc. expresan la idea según la cual el ciclo original vino a manifestar, de forma particular y eminente, su cualidad espiritual simbolizada por el oro. Y debe recordarse además que en numerosos mitos donde se trata del depósito o de la transmisión de un objeto de oro (desde el mito de las Hespérides hasta el de las Nixas nórdicas y de los tesoros de oro de las montañas dejados por los aztecas), no se trata en realidad más que del depósito y de la transmisión de algo que hace referencia a la tradición primordial. En el mito de los Eddas, cuando, tras el ragna-rök, “el obscurecimiento de los dioses”, nacen una nueva raza y un nuevo sol y los Ases se encuentran reunidos de nuevo, descubren la milagrosa tablilla de oro que habían poseído en los orígenes. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 2
En segundo lugar, el “misterio de Occidente” corresponde siempre, en la historia del espíritu, a un cierto estadio que ya no es el estadio original, y a un tipo de espiritualidad que — tanto tipológica como históricamente — no puede ser considerado como primordial. Lo que lo define, es el misterio de la transformación, lo que le caracteriza, es un dualismo, y un tránsito discontinuo: una luz nace, otra declina. La trascendencia es “subterránea”. La supranaturaleza no es — como en el estado olímpico — naturaleza: es el fin de la iniciación, objeto de una conquista problemática. Incluso considerada bajo su aspecto general, el “misterio de Occidente” parece pues ser propio de civilizaciones más recientes, cuyas variedades y destinos vamos a examinar ahora. Se relaciona con el simbolismo solar de una forma más estrecha que con el simbolismo “polar”: pertenece a la segunda fase de la tradición primordial. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 4
Tales son, brevemente descritas, las raices ctónicas originarias del tema propio de la “Luz del Sur”, a la cual puede referirse la componente meridional de las civilizaciones, tradiciones e instituciones que se han formado tras el gran movimiento de occidente hacia oriente. A esta componente de disolución, se opone la que entronca con el tipo original de espiritualidad olímpico-urania propio de las razas de estracción directamente boreal (nórdico-atlántico) o las que consiguieron, a pesar de todo, mantener o volver a alumbrar el fuego de la tradición primordial en un área donde se ejercían influencias muy diferentes a las de la residencia original. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 5
Esta orientación corresponde, como hemos visto, a la alteración meridional de la tradición primordial, a la desviación del “Polo” que acompaña, sobre el plano del espíritu, la que se produce en el espacio, en las “mistovariaciones” del tronco original y en las civilizaciones de la “edad de plata”. Tal es lo que debe retener quien desee comprender los significados opuestos del Norte y del Sur, no solo morfológicamente, en tanto que “tipos universales de civilización” (punto de vista al cual es siempre posible limitarse), sino también como puntos de referencia que permiten integrar, en un significado superior, la dinámica y la lucha de las fuerzas históricas y espirituales, en el curso del desarrollo de las civilizaciones mas recientes, durante las fases ulteriores de “oscurecimiento de los dioses”. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 6
Ciertamente, las civilizaciones arias no fueron las únicas en presentar, hasta los tiempos históricos, huellas de la tradición primordial. Pero seguir de cerca el juego de los dos temas opuestos del Sur y del Norte, en relación al tema étnico, nos llevaría muy lejos sobre un terreno excesivamente movedizo. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 8
En lo que respecta a Egipto, pueden extraerse algunos datos sobre la historia primordial de su civilización, através de sus mitos, más allá de los significados metafísicos. La tradición relativa a una dinastía antiquísima de “muertos divinos” que se confundían con los llamados “discípulos del Antiguo Horus” — Shemsu Heru — marcados por el hieroglifo de Osiris, señor de la “tierra sagrada de Occidente”, y que habría venido precisamente de Occidente puede corresponder al recuerdo de un estrato primordial, civilizador y dominador, atlante. Es preciso señalar que, conforme al título atribuido a los reyes divinos, Horus es un dios hecho de oro, como Apolo, es decir relacionado con la tradición primordial. Hemos señalado igualmente el simbolismo de los “dos”, dos hermanos rivales — Osiris y Seth — y su lucha. Algunos datos de la tradición egipcia permiten pensar que este simbolismo comportó una contrapartida étnica y que la lucha de los dos hermanos corresponde a la de dos estratos representantes cada uno del espíritu simbolizado respectivamente por uno u otro dios. La muerte de Osiris, asesinado por Seth, pudo, además del sentido “sacrificial” ya explicado en la primera parte de este libro, expresar sobre el plano histórico, una crisis con la cual se cierra la primera era, llamada era de los “dioses”; la resurrección de Osiris en Horus podría quizás significar una restauración acaecida durante la segunda era egipcia, que los griegos llamaron , y que podría así corresponder a una de las formas del ciclo “heroico” del que habla Hesiodo. Esta segunda era se cierra, según la tradición, con Manes; el título de Horus aha, Horus combatiente, dado a este rey, confirma, de forma característica, la verosimilitud de esta hipótesis. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 8
En cuanto a la civilización asiria, ulteriormente nacida del mismo estrato, aparece sobre todo marcada por las características de los ciclos titánicos y afrodíticos. Al mismo tiempo que surgen razas y divinidades viriles de tipo violento, brutalmente sensual, cruel y belicoso, se afirma una espiritualidad que culmina en representaciones afrodíticas del tipo de las Grandes Madres, a las cuales los primeros terminan por subordinarse. El intento de Gilgamesh de aparecer como el héroe solar que desprecia a la Diosa y se esfuerza en conquistar solo el árbol de la vida, fracasa: el don de la “eterna juventud” que había conseguido obtener alcanzando — gracias por otra parte a la intervención de una mujer, la “Virgen de los Mares”- la tierra simbólica donde reina el héroe superviviente de la humanidad divina pre-diluviana, Utnapishtim-Atrachasis el Lejano, y que quería llamar a los hombres “para que prueben la vida inmortal”, ese don le es de nuevo robado por una serpiente. Y esto podría ser elevado, quizás, a símbolo de la incapacidad de una raza guerrera materializada por alcanzar el plano trascendente en el que habría podido transformarse en una raza de “héroes”, capaz de acoger y conservar realmente el “don de la vida” y de recuperar la tradición primordial. Por otra parte, igual que la noción asirio-caldea del tiempo es lunar, en oposición a la noción solar egipcia, así en tales civilizaciones aparecen huellas de ginecocracia de tipo afrodítico. A título de ejemplo particularmente característico se puede citar al afeminado Sardanapalo y a Semíramis, la cual, casi por reflejo de las relaciones propias a la pareja divina formada por Isthar y Ninip-Ador, fue la soberana efectiva del reino de Nino. También sobre el plano de las costumbres parece que en tales razas, inicialmente la mujer hubiera tenido un papel preponderante; si el hombre tomó ulteriormente la delantera, hay que ver en ello, analógicamente, el signo de un movimiento más amplio, pero con el sentido de una involución ulterior más que de una resurrección. El reemplazo de los caldeos por los asirios corresponde en efecto, en diversos aspectos, al tránsito de un estado demétrico a un estado “titánico”, tránsito particularmente aparente en la forma en que la ferocidad asiria sucedió a la sacerdotalidad astrológico-lunar caldea. Es muy significativo que la leyenda establezca una relación entre Nemrod, — al cual se atribuye la fundación de Nínive y del Imperio asirio — y los Nephelin y otros tipos de “gigantes” pre-diluvianos, que, por su violencia, habrían terminado por “corromper las vías de la carne sobre la tierra”. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 8
Los pueblos nórdico-germánicos, a parte de su ethos, aportaban también en sus mitos las huellas de una tradición derivada directamente de la tradición primordial. Ciertamente, cuando aparecieron como fuerzas determinantes sobre la escena de la gran historia europea, habían perdido prácticamente el recuerdo de sus orígenes y esta tradición no subsistió más que bajo forma de residuos fragmentarios, frecuentemente alterados y “primitivizados”, pero esto no les impedía continuar aportando, a título de herencia más profunda, las potencialidades y la visión innata del mundo a partir de la cual se desarrollan los ciclos “heroicos”. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 11