Guénon Cidade Divina

René Guénon — SÍMBOLOS DA CIÊNCIA SAGRADA

A CIDADE DIVINA
Hemos hablado ya en varias oportunidades sobre el simbolismo de la “Ciudad divina” ( Brahma-Pura en la tradición hindú )1): sabido es que lo así designado propiamente es el centro del ser, representado por el corazón, que por lo demás le corresponde efectivamente en el organismo corpóreo, y que ese centro es la residencia de Purusha, identificado con el Principio divino ( Brahma ) en cuanto éste es el “ordenador interno” ( ántar-yâmî ) que rige el conjunto de las facultades de ese ser por la actividad “no-actuante” que es consecuencia inmediata de su sola presencia. El nombre Purusha es interpretado por esta razón como puri-çaya, es decir ‘el que reside o reposa ( çaya ) en el ser como en una ciudad ( pura )’; esta interpretación pertenece evidentemente al Nirukta ( disciplina de exégesis simbólica ), pero A. K. Coomaraswamy ha hecho notar que, aunque no sea así en la mayoría de los casos, en éste podría representar a la vez una verdadera derivación etimológica2 y este punto, a causa de todas las conexiones que permite establecer, merece que nos detengamos en él con algo más de espacio.

Ante todo, es de notar que el griego pólis y el latín civitas, que designan la ‘ciudad’, corresponden respectivamente, por sus raíces, a los dos elementos de que está formada la palabra purusha, aunque, en razón de ciertos cambios fonéticos de una lengua a otra, esto pueda no evidenciarse a primera vista. En efecto, la raíz sánscrita pr- o pur- corresponde en las lenguas europeas a pel-3, de modo que pura y pólis son estrictamente equivalentes; esta raíz expresa, desde el punto de vista cualitativo, la idea de ‘plenitud’ ( sánscrito puru y pûrna, griego pléos, latín plenus, inglés full ), y, desde el punto de vista cuantitativo, la de ‘pluralidad’ ( griego polys, latín plus, alemán viel ). Una ciudad no existe, evidentemente, sino por la reunión de una pluralidad de individuos que la habitan y constituyen su “población” ( la palabra populus es del mismo origen ), lo que podría ya justificar, para designarla, el empleo de términos como aquellos de que se trata; pero no es éste, empero, sino el aspecto más exterior, y lo más importante, cuando se quiere ir al fondo de las cosas, es la consideración de la idea de plenitud. A este respecto, sabido es que lo pleno y lo vacío, considerados como correlativos, son una de las representaciones simbólicas tradicionales del complementarismo del principio activo y el pasivo; en el caso presente, puede decirse que Purusha llena por su presencia la “Ciudad divina” con todas sus extensiones y dependencias, es decir, la integralidad del ser, que sin esa presencia no sería sino un campo ( kshetra ) vacío, o, en otros términos, una pura potencialidad desprovista de toda existencia actualizada. También Purusha, según los textos upaníshádicos, esclarece “ese todo” ( sárvam ídam ) por su irradiación, imagen de su actividad “no-actuante” por la cual toda manifestacíón se realiza, según la “medida” misma determinada por la extensión efectiva de esa irradiación4, tal como, en el simbolismo apocalíptico de la tradición cristiana, la “Jerusalén Celeste” está íntegramente iluminada por la luz del Cordero que reposa en su centro “como inmolado”, o sea en un estado de “no-actuante”5. Podemos agregar aún a este respecto que la inmolación del Cordero “desde el comienzo del mundo” es en realidad la misma cosa que el sacrificio védico de Purusha, por el cual éste se divide en apariencia, en el origen de la manifestacion, para residir a la vez en todos los seres y en todos los mundos6), de modo que, si bien siendo siempre esencialmente uno y conteniéndolo todo principialmente en su unidad misma, aparece exteriormente como múltiple, lo que corresponde además exactamente a las dos ideas de plenitud y pluralidad a que nos referíamos poco antes; y también por eso se dice que “hay en el mundo dos Purusha, el uno destructible y el otro indestructible: el primero está repartido entre todos los seres; el segundo es el inmutable”7.

Por otra parte, el latín civitas deriva de una raíz kei- que, en las lenguas occidentales, equivale a la raíz sánscrita çî- ( de donde çaya ); su sentido preciso es el de ‘reposo’ ( griego kéisthai, ‘estar tendido’, ‘yacer’ ), del cual el de ‘residencia’ o de morada estable, como lo son las de una ciudad, no es en suma sino una consecuencia directa. Purusha que reposa en la “Ciudad divina” puede decirse el único “ciudadano” ( civis ) de ella8, puesto que la multitud de habitantes que la “pueblan” no existe verdaderamente sino para él, siendo producida íntegramente por su propia luz y animada por su propio hálito ( prana ), donde, por lo demás, rayos luminosos y hálito vital no son, de hecho, sino dos aspectos del sutratma. Si se considera la “Ciudad divina” ( o “el Reino de Dios” que “está en nosotros” según las palabras evangélicas ) en su acepción más estricta, como únicamente el centro mismo del ser, va de suyo que solo Purusha reside allí en realidad; pero la extensión de dicho término al ser total, con todas sus facultades y todos sus elementos constitutivos, es igualmente legítima por las razones que acabamos de explicar, y no introduce cambio alguno a este respecto, ya que todo eso depende enteramente de Purusha y recibe de él hasta la existencia misma. Las funciones vitales y las facultades del ser se comparan a menudo, en su relación con Purusha, con los súbditos o los servidores de un rey, y hay entre ellas una jerarquía similar a la de las diversas castas en la sociedad humana9; el palacio donde reside el rey y desde donde dirige todo es el centro o el corazón de la ciudad10); su parte esencial, de la cual todo el resto no constituye sino como prolongaciones o “extensiones” ( sentido que está contenido también en la raíz kei- ); pero, por supuesto, los súbditos no están nunca con respecto al rey en un estado de dependencia absoluta como aquel de que tratamos, porque, si bien la función real es única en la ciudad y la situación del “gobernante” es esencialmente distinta de la de los “gobernados”11), el rey mismo es con todo un ser humano al igual que sus súbditos, y no un principio de otro orden. Otra imagen, más exacta, está dada por el juego de títeres, ya que éstos no están animados sino por la voluntad de un hombre que los hace mover a su arbitrio ( y el hilo por medio del cual los mueve es, naturalmente, otro símbolo del sutratma ); y a este respecto se encuentra un “mito” particularmente notable en el Kathâ-Sárit-Sàgara12. Se trata allí de una ciudad enteramente poblada de autómatas de madera, que se comportan en todo como seres vivos, salvo que les falta la palabra; en el centro hay un palacio donde reside un hombre que es la “única consciencia” ( ékakam chétanam ) de la ciudad y la causa de todos los movimientos de esos autómatas, fabricados por él mismo; y cabe notar que ese hombre es carpintero, lo que lo asimila a Viçvakarma, es decir, al Principio divino en cuanto constructor y ordenador del Universo13.




  1. Ver L’HOMME ET SON DEVENIR SELON TE VÊDÂNTA, cap. III; cf. además nuestros estudios sobre “Le grain de sénevé” y “L’Éther dans le coeur” ( aquí, respectivamente, cap. LXXIII: “EL GRANO DE MOSTAZA”, y LXXIV: “EL ÉTER EN EL CORAZÓN”  

  2. “What is civilization?” ( Albert Schweitzer Festschrift ); tomamos de este estudio parte de las consideraciones que siguen, particularmente en lo que concierne al punto de vista lingüístico 

  3. Sabido es que los sonidos r y l están fonéticarnente muy próximos entre sí y cambian fácilmente uno en otro 

  4. Ver LE RÉGNE DE LA QUANTITÉ ET LES SIGNES DES TEMPS, cap. III 

  5. Recordaremos además que la manifestación de la Shejináh o “Presencia divina” se representa siempre como una luz

  6. Ver “Rassembler ce qui est épars” ( aquí, cap. XLVI: “REUNIR LO DISPERSO”  

  7. Bhágavad-Gitâ, XV, 16; según la continuación de este texto, Purushóttama, que es idéntico a Paramâtmâ, está más allá de estos dos aspectos, pues es el Principio supremo, trascendente con respecto a toda manifestación: no está “en el mundo”, sino que, al contrario, todos los mundos están en Él. 

  8. La expresión griega equivalente, mónos polítês, ha sido aplicada a Dios por Filon  

  9. Este punto de vista ha sido particularmente desarrollado por Platón en La República 

  10. En el origen, este palacio era al mismo tiempo un templo; tal doble carácter se encuentra también a veces en las épocas “históricas”, y recordaremos en particular aquí el ejemplo del Ming-Tang en China ( ver La Grande Triade, cap. XVI  

  11. En su mutua relación, el “gobernante” es “en acto” y los “gobernados” son “en potencia” según el lenguaje aristotélico y escolástico; por eso, en la concepción tradicional, el rey y su reino están entre sí en la relación de principio activo y principio pasivo respectivamente; pero, en cambio, el rey, en cuanto ejerce el poder temporal, se hace a la vez principio pasivo con respecto a la autoridad espiritual ( cf. A. K. Coomaraswamy, Spiritual Authority and Temporal Power in the Theory ol Indian Government  

  12. Cf. A. K. Coomaraswamy, “‘Spiritual Paternity’ and the ‘Puppet Complex’”, en Psychiatry, número de agosto de 1945 

  13. Ver “Maçons et Charpentiers”, en É. T., diciembre de 1946 

René Guénon