El presente texto forma el cap. II de La doctrine du sacrifice, Paris, Dervy-Livres, 1978, PP. 77-99, textos reunidos y traducidos al francés por Gérard Leconte.Leconte.
A FACE OBSCURA DA AURORA
Aquellos que han estudiado teología y mitología saben que es posible considerar dos aspectos de Dios: uno benéfico y el otro terrorífico; Él suscita tanto el amor como el temor; Él es a la vez luz y tiniebla, revelación y misterio. Bajo su aspecto terrorífico, está rodeado a nubes y de oscuridad.
La Luz es Vida, la Tiniebla, Muerte. Una corresponde a nuestra idea del Bien, la otra a la del Mal, según la definición convencional del bien como “lo que desean todas las criaturas”, y del mal como “lo que quieren evitar todas las criaturas”.
En la formulación exotérica de la mayor parte de las religiones estos aspectos contradictorios son considerados en su manifestación exterior como dos fuerzas distintas y opuestas, divina y satánica, celestial y ctónica. Satán es concebido comúnmente como una serpiente o un dragón, y a menudo es así representado en el teatro o en el arte. Sin embargo, el Héroe solar y el Dragón, en guerra sobre el escenario, son hermanos de sangre entre bastidores.
Desde el punto de vista cristiano, los Ângeles caídos son “caídos en gracia, pero no en naturaleza”, y, desde el punto de vista musulmán, Iblis es redimido al final de los tiempos; en otras palabras, Satán es de nuevo Lucifer. En la mitología griega, la misma divinidad, Zeus por ejemplo, puede ser adorada y representada en forma antropomórfica u ofídica. La adoración de la serpiente y su iconografía, a pesar de su apariencia “primitiva”, tiene profundas bases metafísicas. Toda tradición considera una “Identidad Suprema” ( “Este Uno”, en el Rig-Vêda ), en la cual las fuerzas exteriormente opuestas son un principio único e indivisible; el león y el cordero yacen juntos. Las potencias contrarias no están separadas más que por la propia naturaleza de la razón, que ve las cosas separadamente como sujeto y objeto, afirmación y negación, acto y potencialidad, Cielo y Tierra.
La práctica contemplativa, tanto en Oriente como en Occidente, intenta aproximarse a Dios en sus dos aspectos; evitando una visión incompleta de la Unidad, desea conocerla a la vez como ser y no ser, vida y muerte, Dios y Deidad ( Godhead ). La contemplatio in caligine, por ejemplo, se dirige a la faz oscura de Dios, y corresponde al culto indio de Shiva-Rudra, pues las Tinieblas primordiales moran en él en tanto que Rudra ( RV, X, 129, 3, y MUp., V, 2 ). Puede demostrarse, según el Rig-Vêda u otros textos, que Dios en la Tiniebla —entonces no manifestado, no actuante, en su origen, ab intra- es concebido bajo una forma que no es ni humana ni angélica, sino animal, en particular bajo la de una serpiente incubando o un dragón arrojando fuego, agazapado en una cueva u oculto en una montaña, defendiendo un tesoro o impidiendo que fluyan los Ríos de vida.
El acto creador entraña la mutilación, la división o la transformación de la serpiente circular, frecuentemente concebida como “sin pies ni cabeza”, es decir, con su cola en la boca. La determinación y la identificación de esta Unidad primordial y sin partes es comprendida por un lado como un sacrificio voluntario, y, por otro, como obtenida gracias a la violencia ejercida por el deseo de vida de las Potencias de la Luz. La celebración de la victoria sobre la Serpiente por parte de estas Potencias es un tema fundamental de los himnos védicos y un aspecto de la gran Batalla entre los Ângeles y los Titanes por la posesión de los mundos luminosos — correspondiente a la lucha entre san Jorge y el Dragón —. Es seguro, además, que las Potencias luminosas y las Potencias tenebrosas son una sola y misma Potencia. Los devas y los asuras son igualmente hijos de Prajapati o de Tvashtri; las Serpientes son los Soles.
Es cuestión únicamente de puntos de vista. Al final del ciclo, las Potencias de las Tinieblas son a su vez victoriosas. Las Potencias de las Tinieblas residen igualmente en las Serpientes acuáticas ( nâga ) o Pueblos del Mar, y representan la posibilidad maternal del ser. La primera determinación de la Deidad ( la Muerte ) es el ser. Vida y Muerte, Dios y Deidad, Mitra y Varuna, apara y para-Brahma, están unidos, desde este punto de vista, como pareja procreadora ( mithuna ). El principio determinativo y paterno cumple, en conjunción con el principio pasivo y materno, “el acto de fecundación latente en la eternidad” ( Eckhart ). La generación del Hijo “es una operación vital a partir de un principio de conjunción… aquello por lo que el Padre engendra es la naturaleza divina” ( santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, I, c. 27, a. 2, y c. 41, a. 5 ). El Padre es el Intelecto, la Madre es la Palabra, el Hijo es la Vida ( BUp., I, 5, 7 ). Al igual que el Padre obra por el Hijo, el artista obra “por una palabra concebida en su intelecto” ( Suma Teológica, I, c. 45, a. 6 ).
En este sentido, toda formulación ontológica afirma la dualidad de la Unidad tanto como la unidad de la Dualidad. Es entonces evidente que todo lo que pertenece al aspecto masculino de la Unidad pertenece igualmente a su aspecto femenino; aquí consideraremos principalmente la concepción védica del principio femenino ab intra. Para muchos, estos principios ontológicos poseen valor e interés no como “huellas” de la Vía, sino en tanto que ofrecen una explicación lógica de algunas formas-tipo del mito de la creación —es decir, un bien propio de todas las tradiciones-. Sin embargo, incluso desde el punto de vista puramente “científico”, quien estudie la mitología, el folklore y los cuentos de hadas hallará en tales principios un medio precioso para reconocer y aproximarse a las diversas formas que adopta este mito universal.
Estos relatos no se refieren solamente a un tiempo anterior a la historia, pues ya eran contados en un tiempo en que la historia no existía. Podemos estar seguros de que los aspectos pseudo-históricos que ha revestido el mito, por ejemplo en la Volsunga Saga del Beowulf o en el Mahabharata, son desarrollos tardíos y racionalizaciones parciales. Podrán reconocerse fragmentos del mito en la vida dogmática de cada Mesías, en los milagros atribuidos, por ejemplo, a Cuchulainn, al Buda, a Moisés y a Cristo. Otros fragmentos sobreviven en los cuentos de hadas, y también en las canciones de cuna; en la historia del héroe que atraviesa el mar o que trepa a un árbol y llega así a otro mundo mágico, del que libera o rapta a la muchacha prisionera de un gigante o de un mago; en las historias de sirenas u ondinas que se apoderan de un mortal, y adquieren un alma y pies en lugar de su cola de pez.