Coomaraswamy (Akimcanna) – Humildade

Como el título implica, este estudio se basa principalmente sobre fuentes cristianas y budistas.

Vivo autem, jam non ego Gálatas 2:20

Eya diz solte du sele scheiden von allem dem, daz iht ist. Maestro Eckhart, ed. Pfeiffer, p. 525.

Her umbe sol der mensche geflizzen sin, daz er sich entbilde sin selbes unt allen creature nock keinen vater wizze denne got alleine… Dis ist allen menschen fremde… ich wolde, das irz befunden hetet mit lebenne. Maestro Eckhart, ed. Pfeiffer, pp. 421, 464.

Cuando estás limpio del pensamiento de ti mismo, y de la voluntad de ti mismo. Jacob Boehme, Dialogues on the Supersensual Life.

Una egomanía ocasionó la caída de Lucifer, que quería ser «como el Altísimo» (Isaías 14:14), pensando, «¿Quién es igual a mí en el Cielo o en la Tierra?» (Tabari XXIV), y que deseaba deificarse (San Agustín, Quaestiones veteris et novi testamenti CXIII), no a la manera tratada abajo por una abnegación de la egoidad, sino, como dice Santo Tomás de Aquino, «por la virtud de su propia naturaleza» y «de su propio poder» (Summa Theologica I.63.3C). Todos nosotros somos, en mayor o menor medida, egomaníacos, y en la misma medida seguidores de Satán. Los Hechos de los Apóstoles 5:36 hablan de un cierto Teudas que «se jactaba de ser alguien».

En el lenguaje vernáculo, cuando un hombre es presuntuoso, nosotros le preguntamos, «¿Quién te crees que eres?» y cuando nos referimos a la insignificancia de alguien, le llamamos un «nadie» o, en un inglés más antiguo, un «nithing» («nulidad»). En este sentido mundanal es una cosa buena ser «alguien» y un infortunio ser «nadie», y desde este punto de vista pensamos que la «ambición» (iti-bhavabhava tanha) es buena. Ser «alguien» es tener un nombre y linaje (nama-gotta) o, al menos, tener un sitio o un rango en el mundo, alguna distinción que nos haga reconocibles y destacados. Nuestra civilización moderna es esencialmente individualista y autoafirmativa, y nuestros sistemas educativos se disenan cada vez más expresamente para fomentar la «autoexpresión» y la «autorrealización»; y si estamos interesados de algún modo por lo que acontece después de la muerte, ello es en los términos de la supervivencia de nuestra atesorada «personalidad»1 con todos sus apegos y recuerdos.


NOTAS

1 Escribimos «personalidad» debido a que aquí utilizamos la palabra en su sentido vulgar y no en el sentido más estricto y técnico en el que la «persona» verdadera se distingue del «individuo» fenoménico, por ej. en Aitareya Áranyaka II.3.2 y en Boecio, Contra Eutiquio, II.

Ananda Coomaraswamy