Henry Corbin – CorbinHFI
1. Abu Yazid Tayfur ibn ‘Isá ibn Sorushán Bastámi era de ascendencia mazdea, ascendencia muy próxima todavía, puesto que su abuelo, Sorushán, era un zoroastriano convertido al Islam. Abu Yazid pasará la mayor parte de su vida en su ciudad natal, Bastám (no Bistám), en el nordeste de Irán, donde murió en torno al 234 o al 261/874. Es considerado con toda justicia como uno de los más grandes místicos que el Islam haya producido a lo largo de los siglos. Su enseñanza, que era expresión directa de su vida interior, le valió los testimonios admirativos de las personalidades más diversas, sin que él llegara a asumir nunca la actividad ni la responsabilidad de un director espiritual o un predicador público. Ni siquiera ha dejado ningún escrito. Lo esencial de su experiencia espiritual nos ha sido transmitido en forma de relatos, máximas y paradojas recogidas por sus discípulos directos o algunos de sus visitantes; su compilación es de un alcance metafísico y espiritual inapreciable. Estas máximas figuran en la historia espiritual del Islam con el nombre técnico de shatahát, término de difícil traducción y que lleva implícita la idea de un choque que trastorna; podríamos traducirlo por «paradojas», «hipérboles», «palabras extáticas».
2. Entre los discípulos directos de Abu Yazid Bastami, es preciso mencionar principalmente a su sobrino Abu Musa’Isa ibn Adam (hijo de su hermano mayor), por cuya mediación Jonayd, el célebre maestro de Bagdad, tuvo conocimiento de las enseñanzas de Abu Yazid, traduciéndolas al árabe y acompañándolas de un comentario que se ha conservado en parte (en el Kitab al-Loma’ de Sarraj). Entre las personas que habitualmente le visitaban, puede citarse a Abu Musa Dabili (de Dabil, en Armenia), Abu Ishaq ibn Harawi (discípulo de Ibn Adham), o al célebre sufí iranio Ahmad ibn Khezrayeh, que visitó a Abu Yazid durante la peregrinación de este último a La Meca. La fuente más completa y más importante sobre la vida y las enseñanzas de Abu Yazid sigue siendo sin embargo el Libro de la luz sobre las palabras de Abu Yazid Tayfur (Kitab al-Nur fi kalimat Abu Yazid Tayfur), obra de Mohammad Sahlaji (f 467/1084, ed. A. Badawi, El Cairo, 1949). Hay que añadir también la compilación de sentencias que, acompañada de un comentario muy personal, incluyó Ruzbehan Baqli Shirazi en la gran Summa por él consagrada a las shatahat de los sufíes en general (Comentario sobre las paradojas de los sufíes, Sharh-e Shathiyat).
3. Un aspecto esencial de la doctrina de este gran sufí iranio, tal como aparece en sus relatos y máximas, es la profunda conciencia de la triple condición del ser en las formas de Yo (aná’iya), Tú (antiya), y Él (howiya, la ipseidad, el Sí). En esta graduación de la conciencia del ser, lo divino y lo humano se unifican y se interrelacionan en un acto transcendente de adoración y de amor. Hay destellos fulgurantes en las descripciones de Abu Yazid de las etapas recorridas hasta la cumbre de la realización espiritual. No podemos citar aquí más que un solo texto a título de ejemplo.
Contemplaba a mi Señor con el ojo de la certidumbre después de que Él me hubiera alejado de todo lo que es otro que Él e iluminado con Su Luz. Me hizo conocer entonces las maravillas de Su secreto, revelándome Su ipseidad (su Sí). Contemplaba mi yo por Su propia ipseidad. Mi luz palidecía bajo Su luz, mi fuerza se desvanecía bajo Su fuerza. Así veía mi yo a través de su Sí.
La grandeza que yo me atribuía era en realidad Su grandeza; mi progresión era Su progresión.
Desde ese momento, lo contemplaba con el ojo del Verdadero (’ayn al-haqq) y le dije: ¿Quién es? Me respondió: Ni yo ni otro que yo… Cuando por fin contemplé al Verdadero por el Verdadero, viví el Verdadero por el Verdadero y subsistí en el Verdadero por el Verdadero en un presente eterno, sin respiración, sin palabra, sin oído, sin ciencia, hasta que Dios me hubo comunicado una ciencia brotada de su ciencia, un lenguaje nacido de su gracia, una mirada modelada sobre su luz.