Revolta contra o Mundo Moderno
Lo que se llama el “objetivismo” del pensamiento griego, corresponde al apoyo que extrae aún, consciente o inconscientemente, del saber tradicional y de la actitud tradicional del hombre. Una vez desaparecido este apoyo, el pensamiento deviene su propia razón suprema perdiendo toda referencia trascendente y supra-racional, para desembocar finalmente en el racionalismo y en el criticismo modernos. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 9
Fueron a la vez causas de “lo alto” y de “lo bajo”, quienes provocaron la decadencia del Sacro Imperio Romano y, más generalmente, del principio de la verdadera soberanía. En cuanto a las primeras, figuran la secularización y la materialización progresiva de la idea política. Ya en un Federico II, la lucha contra la Iglesia, aunque emprendida para defender el carácter sobrenatural del imperio, deja aparecer el anuncio de una evolución de este tipo, que se traduce, por una parte, en el humanismo, el liberalismo y el racionalismo nacientes en la corte siciliana, la constitución de un cuerpo de jueces laicos y de empleados administrativos, la importancia dada por los legislae y los decretistae y para aquellos que un justo rigorismo religioso, señalado con autos de fé y hogueras sabonarolianas para los primeros productos de la “cultura” y del “libre pensamiento”, calificaba con desprecio de theologi philosophantes, y, de otra parte, por la tendencia centralizadora y ya anti-feudal de algunas nuevas instituciones imperiales. En el momento en que un imperio cesa de ser sagrado, comienza a dejar de ser un Imperio. Su principio y su autoridad bajan de nivel y, una vez alcanzado el plano de la materia y de la simple “política”, no pueden mantenerse, porque este plano, por su naturaleza misma, excluye toda universalidad y toda unidad superior. En 1338 ya, Luis IV de Baviera declara que la consagración imperial ya no es necesaria y que el prìncipe elegido es emperador legítimo en virtud de esta mera elección: emancipación que Carlos IV de Bohemia culmina con la “Bula de Oro”. Pero, de hecho, la consagración no fue reemplazado por nada metafísicamente equivalente y los emperadores destruyeron así ellos mismos su dignitas trascendente. Se puede decir que tras esta época, perdieron “el mandato del Cielo” y que el Sacro Imperio no fue más que una superviviencia. Federico III de Austria fue el último Emperador coronado en Roma, cuando el rito ya se había reducido a una ceremonia vacía y sin alma. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 12
El individualismo inherente a la teoría protestante del libre examen, estuvo relacionado con otro aspecto del humanismo moderno: el racionalismo. El individuo que ha liquidado la tradición dogmática y el principio de la autoridad espiritual pretendiendo determinar en sí mismo la capacidad del justo discernimiento, se orienta progresivamente hacia el culto de lo que es en él, en tanto que ser humano, la base de todo juicio, a saber, la razón, haciendo de ella la medida de toda certidumbre, verdad y norma. Es precisamente esto lo que sucedió en Occidente tras la Reforma. Ciertamente, el racionalismo existía ya en la Hélade (con la sustitución socrática del concepto de la realidad a la realidad) y en la Edad Media (con la teología reducida a la filosofía). Pero a partir del Renacimiento el racionalismo se diferencia, asume, en una de sus corrientes más importantes, un carácter nuevo, de especulativo se convierte en agresivo hasta el punto de engendrar el enciclopedismo, la crítica antireligiosa y revolucionaria. Conviene señalar igualmente, a este respecto, los efectos de procesos ulteriores de involución e inversión, que presentan un carácter netamente siniesto en tanto que apuntan a algunas organizaciones subsistentes de tipo iniciático: es el caso de los Iluminados y de la masonería moderna. La superioridad, en relación al dogma y a las formas occidentales de tipo puramente religioso, que confiere al iniciado la posesión de la iluminación espiritual, es, a partir de ahora, reivindicada por aquellos que defienden el derecho sobrerano de la razón y pertenecen precisamente a las organizaciónes en cuestión, donde se construyen los instrumentos de esta inversión, hasta transformar los grupos en los cuales militan en instrumentos activos de difusión del pensamiento antitradicional y racionalista. Se puede citar, a este respecto, a título de ejemplo particularmente significativo, el papel que juega la masonería en la revolución americana, como en la preparación ideológica subterránea de la revolución francesa y de un gran número de revoluciones ulteriores (España, Italia, Turquía, etc.). No es pues solamente a través de influencias generales, sino también a través de centros precisos de acción concertada que les sirven de soporte, como se está formado lo que se puede llamar el frente secreto de la subversión mundial y de la contra-tradición. En otra dirección, limitada sin embargo al terreno del pensamiento especulativo, el racionalismo debía desarrollar el irrealismo hasta las formas del idealismo absoluto y del panlogismo. Se celebra la identidad del espíritu y del pensamiento, del concepto y la realidad, e hipóstasis lógicas, tales como el “Yo trascendental”, suplantan al Yo real, y a todo presentimiento del verdadero principio sobrenatural en el hombre. El pretendido “pensamiento crítico”, al alcanzar conciencia de sí, declara: “Todo lo que es real es racional y todo lo que es racional es real”. La forma-límite del irrealismo se alcanza aquí . Pero, prácticamente, el racionalismo ha tenido una parte importante en la construcción del mundo moderno, no como similares abstracciones filosóficas, sino asociándose al empirismo y al experimentalismo en los marcos del cientifismo. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 13
Con la revuelta del individuo, toda conciencia del mundo superior se pierde. Entonces queda la mera visión omnicomprensiva que permanece es la visión material del mundo, la visión de la naturaleza como exterioridad y fenómeno. Las cosas van a ser vistas como no lo habían sido jamás. Habían aparecido signos precursores de estas convulsiones, pero no se trataba, en realidad, más que de apariciones esporádicas que jamás se habían convertido en fuerzas formadoras de civilización. Es ahora cuando realidad se convierten en sinónimo de materialidad. El nuevo ideal de la ciencia concierne únicamente a lo que es físico para agotarse luego en una construcción: no es ya la síntesis de una intuición intelectual iluminadora, sino el efecto de facultades puramente humanas en vistas de unificar por el exterior, “inductivamente”, por titubeos esporádicos y no por una visión, la variedad múltiple de impresiones y de apariciones sensibles, por alcanzar relaciones matemáticas, leyes de constancia y series uniformes, hipótesis y principios abstractos, cuyo valor es únicamente función de una posibilidad de previsión más o menos exacta, sin que aporten ningún conocimiento esencial, sin que descubran significados, sin que conduzcan a una liberación y a una elevación interiores. Y este conocimiento muerto de cosas mortales alcanza al arte siniestro de producir seres artificiales, automáticos, oscuramente demoníacos. Al advenimiento del racionalismo y del cientifismo debían fatalmente suceder el advenimiento de la técnica y de la máquina, centro y apoteosis del nuevo mundo humano. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 13
Este proceso de distanciamiento, de pérdida del mundo superior, de la tradición, de laicismo agresivo, racionalismo y naturalismo triunfantes, se manifiesta de forma idéntica sobre el plano de las relaciones del hombre con la realidad y sobre el plano de la sociedad, el Estado y las cotumbres. Tal como hemos visto al tratar el problema de la muerte de la civilización, la sumisión íntima del humilde y del hombre desprovisto de conocimientos sobre los principios y las instituciones tradicionales, se justificaba en la medida en que permitía una relación jerárquica eficaz con seres que sabían y que “eran”, que atestiguaban y mantenían viviente la espiritualidad no humana, de la que cada ley tradicional es el cuerpo y la adaptación. Pero cuando este centro de referencia ya no existe, o no subsiste más que como símbolo vacío, entonces la sumisión es vana, la obediencia estéril: de ello deriva una petrificación, no una participación ritual. Así, en el mundo moderno, humanizado y privado de la dimensión de la trascendencia, era fatal que desapareciera toda ley inspirada en un principio de jerarquía y de estabilidad, incluso sobre el plano más exterior y que desembocara en una verdadera atomización del individuo, no solo en materia de religión, sino también en el tereno político, al mismo tiempo que en el desconocimiento de todo valor, cualquier institución y autoridad tradicional. Una vez secularizada la fides, a la revuelta de las almas sucedió la revuelta de los hombres; a la revuelta contra la autoridad espiritual suceden la revuelta contra el poder temporal y la reivindicación de los “derechos del hombre”, la afirmación de la libertad y de la igualdad de cada uno, la abolición definitiva de la idea de casta y privilegio, la desintegración libertaria. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 13
Este fenómeno es igualmente perceptible en grados y bajo formas diferentes, en algunos aspectos brotados de la sociedad moderna en general, tras la ruptura de los últimos diques. Políticamente, el anonimato de las estructuras confiere al pueblo y a la “nación” el origen de todo poder no interrumpiéndose más que para dar lugar a fenómenos absolutamente parecidos a las antiguas tiranías populares: emergen personalidades de forma fugaz, gracias al arte de despertar y arrastrar a las fuerzas del demos, sin apoyarse sobre un principio verdaderamente superior, y no dominando más que de una forma ilusoria las fuerzas que suscitan. La ley de aceleración propia de toda caida implica la superación de la fase del individualismo y del racionalismo y la emergencia consecutiva de fuerzas irracionales elementales salidas de una mística correspondiente. Tales son las fases ulteriores del proceso de inversión, que se acompañaba, en el dominio de la cultura, de convulsiones que alguién ha llamado la traición de los clérigos. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 13