Miguel Cruz Hernández — História do pensamento no mundo islâmico
Excertos do Capítulo 10 — IBN SlNA (AVICENA), 980-1037
La concepción del alma
En la jerarquía del mundo terrestre el lugar preeminente está ocupado por el hombre, en cuyo conjunto hilemórfico el puesto primordial corresponde al alma. Ibn Sina, siguiendo a Aristóteles, considera que el alma es el principio animador de todos los seres vivos; pero considerándola en sí misma, constituye la forma peculiar de los seres más nobles de la creación, y como tal es una sustancia incorpórea, perfección del cuerpo que es movido por ella. Hay dos clases de almas que actúan siempre como formas separadas: el alma angélica y el alma divina, que existen siempre en acto. Entre uno y otro grupo se encuentra el alma humana, que participa dejas características de unas y otras. Como principio vital, el alma humana es la perfección del cuerpo humano, al que actualiza y mantiene, actuando por medio de sus órganos; como forma es una sustancia separada, pero que en vez de existir siempre en acto, está en potencia y se da unida al cuerpo. «El alma racional — dice Ibn Sina — no está impresa en un cuerpo por el cual subsistiese, sino que únicamente está en posesión del cuerpo como de un instrumento; ya que el cambio de estado, por la muerte de este cuerpo, que cesa entonces de ser su instrumento y no conserva más su unión con ella, no influye de modo alguno en su sustancia, al contrario, lo sobrevive, porque el principio de su ser le es dado (al alma) por medio de sustancias imperecederas.» La independencia del alma humana y su carácter de forma separada se manifiesta incluso durante su transitoria unión con el cuerpo; así, aunque el cansancio, la vejez y la enfermedad fatiguen o disminuyan la capacidad de nuestro cuerpo y sus órganos, hay facultades del alma que no se alteran y algunas que incluso se acrecientan. El hombre mismo puede conocer esta jerarquía e independencia de su alma y si ésta ha alcanzado el hábito de la unión con el Intelecto Agente, entonces se desea, cuanto antes, la separación del cuerpo, como liberación definitiva del alma.
El alma actúa sobre el cuerpo humano animándolo, actualizándolo y perfeccionándolo. En cuanto principio vital, en el alma existen los elementos necesarios para el desarrollo de todo el organismo humano; por esto, al perder el alma, nuestro cuerpo deja de existir. Como potencia actualizadora, el alma es la causa de que el cuerpo, que en tanto que es material existe en potencia, pase a acto. Como perfeccionadora, el alma es una sustancia incorpórea y racional, perfección primera del cuerpo al cual mueve; pero pese a ser sustancia separada existe en potencia, y para pasar a acto precisa de la cooperación del Intelecto Agente. La primera acción que el alma opera en el cuerpo es la de completar su constitución, pues el cuerpo sin el alma no es completamente cuerpo. Su segunda acción consiste ya en actuar como fuerza del cuerpo, a través de órganos adecuados, coordinando y dando unidad a todas y cada una de las acciones naturales del cuerpo y a los diversos órganos que lo integran. Esta coordinación tiene lugar mediante la recepción de los distintos grados del alma: el alma vegetativa, que es la perfección de un cuerpo natural y orgánico en tanto que nace, crece, se nutre y se reproduce; el alma sensitiva, que es la perfección de un cuerpo natural y orgánico en tanto que nace, crece, etc., y además se mueve voluntariamente; y, finalmente, el alma racional, que es la perfección de un cuerpo natural y orgánico, que nace, crece, etc., y además es capaz de actos conscientes. En sentido estricto, sólo los vegetales poseen alma vegetativa, ya que en los animales las funciones vegetativas se incluyen en las potencias del alma sensitiva, y en el hombre los grados vegetativo y sensitivo están comprendidos en el alma racional.
El alma humana en razón de su carácter espiritual puede existir unida o separada del cuerpo, ya que si el alma subsistiera a causa del cuerpo o fuese material, como lo son los cuerpos, al ser éstos mensurables y divisibles, no podría recibir los inteligibles que son indivisibles. Al tener, por tanto, que ser el alma incorpórea, tiene que ser también inmortal y eterna y sobrevivir, tras su separación del cuerpo. Este, por tanto, no puede ser la causa eficiente del alma, pues lo material no puede engendrar lo espiritual; no puede ser tampoco su causa final, pues su finalidad no se agota en su unión con el cuerpo, y mucho menos puede ser su causa formal, pues no es el cuerpo quien perfecciona al alma, sino que ésta es la perfección última del cuerpo. Por tanto, el cuerpo es una simple causa accidental y temporal, que distingue unas almas de otras. Las almas, pues, sólo difieren entre sí por el recipiente de su esencia, es decir, según el cuerpo al que han estado unidas transitoriamente. Esta alta categoría espiritual del alma se conserva incluso en tanto que actúa como forma de un cuerpo, aunque no totalmente independizada de él. Si el alma fuese absolutamente independiente del cuerpo del que es forma, pudiera darse el caso de que una misma alma fuese sucesivamente forma de varios cuerpos; pero cuando el alma se separa del cuerpo del que es forma, no vuelve a reencarnar. Las características peculiares del cuerpo humano, tales como la corporalidad, la nutrición, la reproducción, la sensibilidad, etc., constituyen la materia respecto de la cual el alma actúa como forma. Pero después de su separación del cuerpo, el alma subsiste ya como forma separada. Su unión con el cuerpo ha sido puramente transitoria, y gracias a ella el cuerpo ha recibido su existencia, la vida y el movimiento, mientras que el cuerpo ha actuado sólo como un instrumento deficiente del alma. Por este carácter deficitario del instrumento corporal el alma actúa independientemente, aun como forma del cuerpo, en cuatro momentos fundamentales para el saber: 1.° Para adquirir la idea de ser, uno y necesario. 2.° Para alcanzar la noción de la existencia necesaria del Ser Primero, sin recurrir al testimonio de las criaturas. 3.° Para recibir a los inteligibles que le comunica el Intelecto Agente. 4.° Para comprenderse a sí misma. Tras la muerte, al separarse el alma del cuerpo y verse libre de las deficiencias de éste, adquiere su más auténtica existencia; pero si los vicios que ha adquirido en su vida en el mundo material han manchado hasta su propia esencia, al tener plena conciencia del daño irreparable de su falta, siente el dolor de una eterna desventura; en cambio, aquella almas que durante su transitoria unión con el cuerpo han sabido elevarse hasta la santidad, gustan, tras de la muerte del cuerpo, el paraíso de su más alta perfección. Así se unen en el pensamiento de Ibn Sina los ecos de la filosofía de Platón y la doctrina religiosa del Paraíso y el Infierno; y su doctrina sobre el alma puede sintetizarse en el siguiente esquema.