En la producción de algo hecho por arte, o en el ejercicio de cualquier arte, están implicadas simultáneamente dos facultades, respectivamente imaginativa y operativa, libre y servil; la primera consiste en la concepción de una idea en una forma imitable, la segunda en la imitación ( mimesis ) de este modelo invisible ( paradeigma ) en algún material, que es así in-formado. Por consiguiente, la imitación, que es el carácter distintivo de todas las artes, es doble: por una parte, tenemos el trabajo del intelecto ( nous ) y, por otra, el de las manos ( cheir ). Estos dos aspectos de la actividad creativa corresponden a los «dos en nosotros», a saber, nuestro Sí mismo espiritual o intelectual y nuestro Ego sensitivo y psicofisico, que trabajan juntos ( synergoi ). La integración de la obra de arte dependerá de la medida en que el Ego pueda y quiera servir al Sí mismo, o, si el patrón y el trabajador son dos personas diferentes, del grado de su comprensión mutua.
La naturaleza de las dos facultades, que son respectivamente las causas formal y eficiente en la producción de obras de arte, se define claramente en la relación que hace Filon de la construcción del Tabernáculo, «cuya construcción le fue expuesta claramente a Moisés en el Monte por pronunciamientos divinos. Moisés vio con el ojo del alma las formas inmateriales ( ideai ) de las cosas materiales que habían de hacerse, y estas formas tenían que ser reproducidas como imitaciones sensibles, por así decir, del gráfico arquetípico y de los modelos inteligibles… Así, el tipo del modelo se imprimió secretamente en la mente del Profeta como algo pintado y moldeado secretamente en formas invisibles sin material; y entonces la obra acabada se trabajó según aquel tipo por la imposición de aquellas impresiones del artista sobre las sustancias materiales diferentemente apropiadas»; y en términos más generales por San Buenaventura, que señala que «la obra de arte procede del artista según un modelo existente en la mente; modelo que el artista descubre ( excogitat = cintayati ) antes de producir, y que después produce como ha predeterminado. Además, el artista produce la obra externa en la mayor semejanza posible del modelo interior».
Así pues, la obra de arte es un producto a la vez de sabiduría y de método, o de razón y de arte ( sophia o logos, y techne ). Podría observarse aquí que las referencias primarias de las palabras sophia y episteme, cf. el hebreo hochma y el sánscrito maya, son a la «habilidad» o «ciencia» del artista, de las cuales se desarrolla el sentido de «sabiduría»; y que aunque techne puede traducirse a menudo por «arte» en tanto que opuesto a «labor sin arte» ( atechnos tribe ), esta distinción es la misma que la que existe entre la mera «industria» ( tribe ) y el «método» ( methodos ). Esto equivale a decir que en cuestiones de artesanía o manufactura ( cheirotechnike ) hay una parte más relacionada con la ciencia ( episteme ), y otra menos, y que «sin enumeración, medida y peso, las artes ( technai ) serían relativamente sin valor… y una cuestión de mera práctica y trabajo»; o a distinguir arte ( techne ) y mera experiencia ( emperia ) de ciencia ( episteme ), aunque el artista necesita ambos. Todas estas fórmulas proporcionan un trasfondo para las fórmulas medievales: Ars sine scientia nihil y Scientia reddit opus pulchrum.
Reconocemos que para que algo esté «hecho bien y verdaderamente» es indispensable la cooperación de las manos como causa eficiente y del intelecto como causa formal. El propósito del presente artículo es llamar la atención a la expresión de esto mitológicamente en los términos de la relación entre Atenea y Hefestos, donde la primera es la diosa de la sabiduría que surgió de la cabeza de su padre Zeus, y el segundo es el titán herrero cuyas maravillosas obras son producidas con la ayuda de Atenea como co-laboradora ( syntechnos ). Atenea y Hefestos «comparten una naturaleza común, al haber nacido del mismo padre» y viven juntos en un santuario ( hireon ) común o, por así decir, en la misma casa: ella es «la mente de Dios» ( he theou noesis, o nous ), y es llamada también Theonoe, y él es «el noble vástago de la luz». De ellos derivan todos los hombres su conocimiento de las artes, ya sea directa o indirectamente; «Hefestos, famoso por su arte ( klytometis ), ayudado por Atenea, la de los ojos brillantes, enseñó obras gloriosas a los hombres de la tierra»; o fue Prometeo quien les robó «la sabiduría artística inmanente ( entechnon sophian ) y el fuego», y los dio a los hombres «como una porción divina» ( moira ).
Aquí las palabras entechnos y moira significan que el «artista humano en posesión de su arte» ( entechnos demiourgos ) es tal por participación ( methexis, metalepsis ) en el poder creativo del Maestro Arquitecto. De hecho, Atenea y Hefestos, «concordando en su amor de la sabiduría y de la artesanía ( philosophia y philotechnia ), eligieron juntos esta tierra nuestra como naturalmente adecuada para ser el hogar de la virtud y la sabiduría, y en ella establecieron como nativos del terreno a hombres buenos, y pusieron en sus mentes la estructura del arte del gobierno». Todo esto significa que el artista humano — digamos, el herrero en su fragua — en posesión de su arte tiene dentro de él a la vez una sabiduría y un método, una ciencia y una pericia; y que como un hombre integral, responsable de ambas operaciones, libre y servil, y capaz por igual de imaginación y de ejecución, es a la vez de la naturaleza de Atenea y de Hefestos: es Atenea quien inspira lo que Hefestos efectúa. Así, tenemos a Fereclo, «cuyas manos sabían ( epistato ) hacer todo tipo de obras maravillosas ( daidala ) porque Atenea lo amaba», y al carpintero de quien se dice que es «un maestro de la sabiduría en cuanto a la forma, por los dictados de Atenea». En esta relación, la función de Atenea, en tanto que ella es la fuente de la causa formal o el modelo de la obra que ha de hacerse, es esencialmente autoritaria y paternal más bien que receptiva o femenina, y no nos debe sorprender descubrir que a la «inspiración» ( empnoia, empneusis ) del artista, o «al poder divino ( dynamis = sakti ) que le mueve», se le llame a menudo «el Dios», el «Daimon» inmanente, o Eros, es decir, el Espíritu a quien la palabra «inspiración» misma señala.
Por otra parte, cuando el «mecánico meramente productivo» ( banausikos ) que, por muy industrioso que sea, no comprende lo que está haciendo, y sólo realiza la operación servil, su servicio deviene entonces una cuestión de mera «labor imperita» ( atechnos tribe ) y él es reducido a la condición del simple esclavo que gana dinero para un amo, o de simple «mano de obra» ( cheirotechnes ), más bien que del arquitecto o amante de la sabiduría. Ésta es precisamente la situación del moderno obrero del trabajo en cadena, en quien el sistema industrial, ya sea capitalista o totalitario, ha separado a Atenea de Hefestos.