Francisco García Bazán — RENÉ GUÉNON OU A TRADIÇÃO VIVA
Excertos do “CAPITULO I — EL HOMBRE Y SU CONTEXTO”
Los primeros años
Rene Guénon nació en Blois, a orillas del Loira, el 15 de noviembre de 1886. Sus padres se habían afincado en la ciudad seis años antes. El progenitor, Juan Bautista Guénon, era vastago de una familia de Saumur, propietaria de un campo de viñas enclavado en esta región vitícola francesa del departamento Maine y Loira. Su madre, Ana-Leontina Jolly, había nacido en la localidad de Averdón, próxima a Blois, en el seno de una familia dueña de bienes raíces. De este matrimonio, muy católico, y enlazado en segundas nupcias por parte del consorte, vino a la existencia René-Jean-Marie-Joseph Guénon. El niño fue siempre de constitución física delicada. Posiblemente por este motivo los padres solicitaron al párroco de San Saturnino de Vienne que le confiriera los elementos esenciales del sacramento del bautismo el 4 de enero de 1887, cere.monia que fue completada en la misma iglesia casi un año más tarde.
Los tiempos de búsqueda
Hacia los dieciocho años, como ha quedado dicho, Guénon entra en contacto con el ocultismo de sesgo papusiano. El ocultismo de “tradición occidental”, puesto que en 1890 Papus se había separado de la Sociedad Teosófica, a la que pertenecería siempre E. Schuré, el más notable divulgador del ocultismo orientalizante, debido al impulso creador de Madame Blavatsky, y descubridor asimismo del teósofo y antropósofo alemán, Rodolfo Steiner. Papus (1865-1916), se declaraba continuador de Eliphas Levi (1810-1875), al mismo tiempo cabalista, hermetista y difusor de la magia. En la obra heteróclita de E. Levi confluía toda una rica línea esotérica del siglo XVIII, y más antigua, junto con otros conocimientos no tan puros y que su desbordante personalidad interpretó según cánones propios. En él encontramos influencias de Louis-Claude Saint Martin, Karl von Eckartshausen, Ch. Knorr de Rosenroth, Fabre d’Olivet, y ya más próximo Hoené Wronski, a quien trató personalmente. Estuvo también en contacto con miembros de sociedades secretas de Londres. Se le adherían discípulos franceses y de otros países europeos. Ingresó en la francmasonería. El Gran Oriente le desilusionó, pero no rompió los lazos con los rosacrucianos ingleses, vinculados al nacimiento de a Sociedad Teosófica. Su fundadora, Madame Blavatsky, era lectora de las obras de E. Levi. Papus no sólo se proclamaba el continuador legítimo de este último, por más que aceptara doctrinas de inclinación espiritista y reencarnaciomsta que Levi no admitía, según Guénon, sino que como hemos señalado este propulsor del neoocultismo pío se consideraba depositario del legado iniciático de la Francmasonería de los Caballeros Masones Sacerdotes Elegidos. (Elegidos-Cohen) del Universo, orden fundada por el judío-español Martines de Pasqually y a la que perteneció el más brillante de los esoteristas franceses, L. C. de Saint-Martin, el “Filósofo Desconocido”, espíritu que influyó extensamente sobre el ánimo de los amantes de las profundidades espirituales, pero que nunca ambicionó constituir una agrupación, puesto que sostenía prudentemente: “mi secta es la providencia, sus prosélitos, soy yo, mi culto es la justicia”. Es cierto que en torno a él se congregó un círculo de amigos fieles, pero no trasmitió ningún tipo de iniciación. En esta pretendida Orden Martinista, que florecía en estos momentos por el esfuerzo de Papus, hay que buscar la fuente y antecedentes de una inexistente cadena iniciática. Papus contribuyó también a crear la Orden Cabalística de los Rosacruces, bajo el maestrazgo de Estanislao de Guaita y la Iglesia Gnóstica Universal, a la que después del cambio de jefatura de Doinel, ahora pertenecía Gué-non. Después de casi tres años de intenso trabajo intelectual sentirá la misma frustración con esta nueva experiencia en el seno del movimiento neognóstico y también lo habrá de abandonar. Lo cierto, sin embargo, es que elementos fundamentales del mito gnóstico se han trasmitido entre los pliegues de las doctrinas de autores esoteristas desde el siglo XVI, así como ideas neoplatónicas, hermetistas y residuos alquímicos. Suma de nociones asimilada con cordura y claridad en muchos casos y representando una sana reacción contra el racionalismo y cientificismo que monopolizaron a la filosofía y a muchos sectores religiosos desde la época de la Reforma en adelante, pero que en otros ejemplos ha adoptado formas confusas y abiertamente antirreligiosas. Guénon sensibilizado por autores que le eran familiares como Frédéric Rougemont y Saint-Yves d’Alveydre que hablaban sobre el valor histórico de la iniciación y su vínculo connatural con la tradición, buscó con esperanza e incansablemente entre los restos neoespiritualistas, ocultistas, neognósti-cos y masónicos, grupos que se confesaban sus continuadores, algún indicio iniciático. Encontró ecos apagados, pero nada sustancial. Supo, sí, que en el Oriente, y especialmente en el hinduísmo e islamismo, era posible encontrar la garantía de un esoterismo regular y entró en relación con ambas formas de la tradición en esos mismos años.
En 1910 traba conocimiento con Juan Gustavo Aguelii, iniciado en una de las ramas tradicionales del sufismo como Abdul-Hadi y por él es iniciado en esta tariqah en 1912, puesto que era el moqqaden. Pero también por aquellos tiempos ha entrado en contacto con hindúes pertenecientes a la escuela vedantina del no dualismo seguidor del maestro Shánkara, puesto que se trata de la filosofía y pensador indio que mejor conoce. Este conocimiento de Guénon con vedantinos debe haber sido directo y la enseñanza recibida oral y personal e incluso haberse debido producir desde el comienzo del año 1909, puesto que en ese año y siguientes el autor francés revela una madurez e insistencia doctrinales que difícilmente se adquieren con la simple consulta de libros. Por otra parte este tipo de relaciones a que hemos aludido no representa una novedad dentro del campo del esoterismo francés de comienzos del siglo XX y fines del XIX. Saint-Yves d’Alveydre (1842-1926) e Yvon de Loup (Sedir), se habían visto también favorecidos por este género de encuentros, aunque frustrados, por inclinaciones en el fondo antitradicionalistas. Algunos testimonios indirectos vienen en apoyo de nuestras afirmaciones respecto de Guénon. A. Préau escribió un artículo, conocido antes de su publicación por Guénon, para el número de abril de la revista Jayakamataka del año 1934, editada en Darwar (India), en donde se sostiene: “efectivamente M. René Guénon debe a la enseñanza oral de orientales el conocimiento que posee de las doctrinas de la India, del esoterismo islámico y del taoismo, así como el que tiene de la lengua sánscrita y árabe”. Poco puede decirse, no obstante, sobre la identidad de estos personajes trasmisores del esoterismo hindú. Se tiene información, en cambio, que para la defensa del hinduismo auténtico tergiversado por las doctrinas que difundía la Sociedad Teosófica, nuestro escritor obtuvo informaciones muy detalladas sobre la actividad de esta organización en la India por medio de un interlocutor indio algo misterioso, Hiran Singh, quien publicó en la France-Antimaçonique varios artículos bastante mordaces contra el teosofismo, bajo el pseudónimo de Swami Narad Mani. Solían comentar igualmente los allegados a nuestro autor que el retrato de una mujer india que colgaba en una de las paredes del salón de recibo de su departamento parisino, era el de la esposa de un brahmán que lo instruyó. Por otro lado, estas relaciones asiduas con representantes de la tradición vedantina habrían concluido por el año 1927, puesto que al concluir el Rey del mundo refiriéndose al centro o centros iniciáticos se dice: “No pretendemos!, haber dicho todo lo que se habría podido explicar sobre el tema al que se refiere el presente estudio …no obstante, hemos dicho sobre él mucho más. de cuanto hasta el presente se ha expresado y algunas personas posiblemeft-te querrán reprochárnoslo. Sin embargo consideramos que lo dicho no es excesivo e incluso estamos convencidos que nada hay en ello que no deba ser dicho, por más que seamos el último en estar en desacuerdo de que es necesario tener en cuenta el sentido de la oportunidad cuando se exponen públicamente ideas de naturaleza algo insólita”.