Koyre Weigel Obra

VALENTIN WEIGEL — OBRA MAIOR

Imputativa justicia, fides ex auditu, justificatio per fidem, per imputationem meriti Christi, he ahí los enemigos a los que combate en su admirable Dialogus de Christianismo, probablemente la última de sus obras, aquella donde el razonamiento tranquilo y pausado de sus pequeños tratados cede el lugar a las diatribas violentas. Ahí ataca el punto que había admitido como centro religioso de la nueva ortodoxia: la doctrina de la certitudo salutis. A la enseñanza religiosa de la ortodoxia, Weigel opone la suya, que descuida la teología y el dogma para insistir en la vida religiosa. Porque no se trata de creer, hay que vivir su fe, y la certeza de la creencia se opone, según él, a la intensidad de la vida. Por eso opone a la certeza confiada de la ortodoxia, con gran arte dramático, el terror y la desesperanza del herético, la incertidumbre siempre inquieta del pecador convertido.

En nuestra opinión, este Diálogo es la obra de Weigel donde su posición está dibujada con mayor nitidez y franqueza, es la obra en que nos muestra su vida interior. Los personajes del Concionator y del Auditor no simbolizan sólo los dos «estados» de la cristiandad «la clerecía y el laicado»; parece como si en cada uno de estos personajes hubiera puesto algo de sí mismo. El Auditor, el laico, hace ver a veces que también pertenece al mundo eclesiástico, y en un pasaje netamente autobiográfico, expresa por qué, también él, había firmado la famosa Formula Concordiae y por qué —aus begreiflichen Gründen— no se había negado a dar su asentimiento a esta doctrina que sabía perniciosa. Claramente se percibe que los motivos alegados —algo sofísticos— no habían bastado a devolver la paz al alma del pastor. Precisamente desde su punto de vista había sentido cuan indigno era por no proclamar su fe. Cuando Weigel-Auditor acusa al Concionator de haber inducido mediante sus enseñanzas a error a las pobres gentes, los laicos, cuya salvación le estaba confiada, es a él mismo a quien dirige esos reproches. Es a él mismo a quien la Muerte (el tercer interlocutor del Dialogus, que representa a Cristo) reprocha el haber falsificado la doctrina de Cristo, de haberla reemplazado por una enseñanza humana, de haber sustituido la letra por el espíritu, de haber enseñado la imputativa justitia, de haber negado la necesidad de una justicia esencial, de una participación real del alma en la justicia divina, de la essentialis inhabitado. Weigel no busca facilidades. Sabio teólogo, alumno y maestro de las Universidades de Leipzig y de Wittenberg, conocía bien la doctrina de su adversario, y su Concionator no es en modo alguno una caricatura. Para Weigel, sin embargo, es la caricatura de un pastor auténtico. Porque no extrae sus argumentos y sus objecciones de sus propios fondos, de su propia experiencia, son los libros que ha leído, Lutero, Me-lanchthon, los Loci, la Examinado ordinandorum los que le dictan sus respuestas. En posesión de la «buena doctrina», consciente de la importancia de su papel —en efecto, sobre él descansa la Iglesia, al menos la Iglesia visible, institución divina, instrumento necesario de la salvación—, el Concionator opone con toda sinceridad a la doctrina propia de Weigel (que él califica de «herética», anabaptista, entusiasta, fantasiosa, osiándrica, schwenckfeldiana, münzeriana, etc.) su principal argumento. Si, como el Auditor afirma, la salvación sólo es posible por la acción directa e inmediata de la gracia, por una participación esencial, por una transformación y una santificación del alma, ¿para qué sirve entonces la Escritura39, esa revelación literal de Dios? ¿Para qué sirven los sacramentos que, sin embargo, representan la muerte expiadora del Cristo para nosotros? Y en tal caso, ¿cómo librar de la desesperanza al hombre pecador, al que sólo la fe en el valor de la sustitución vicaria de Cristo, de la expiación cumplida por El una vez por todas —expiación de la que se aprovecha por la gracia de Dios—, puede impulsar a creer y a tener confianza en su salvación? Y si esta confianza no está fundada, ¿para qué sirve la renuncia a toda la obra de la Reforma, el retorno a formas de piedad monástica, el abandono del Gaudere in Domino, de la actitud nueva de la fe-confianza, o incluso la negación del valor de la muerte de Jesús?



Alexandre Koyré, Valentin Weigel