Karl von Eckartshausen — Deus é o amor mais puro
A la declaración de los misterios de la Santa Misa, para eterno conocimiento de los fieles
El hacer la señal de la cruz en la patena, y esconderla debajo de los corporales, representa que la caridad de los apóstoles y discípulos de Cristo estuvo en el tiempo de su pasión como escondida y encubierta; pues cuando le prendieron, se ausentaron los Apóstoles, y la turba que le seguía no apareció en su muerte.
El echar vino en el cáliz y mezclarlo con algunas gotas de agua significa la junta que Cristo hizo con el pueblo figurado en el agua, para aplacar a su eterno Padre, y la herida del costado derecho, cuando dio la sangre mezclada con agua.
El levantar las manos da a entender la pureza así en el alma como en el cuerpo, que ha de tener el sacerdote, cuando toma a Dios en ellas.
El inclinarse en medio del altar muestra la humildad que tuvo Cristo en hacerse hombre, o la oración que hizo a su Padre, después de haber lavado los pies a sus discípulos.
El Orate fratres declara el conocimiento que el sacerdote tiene del oficio que ejercita, y que junta su oración con las del pueblo, para que por medio de muchos sea admitido su sacrificio.
El decir después una oración secreta anuncia las tres veces que Cristo oró en el huerto apartado de sus discípulos, o el retiro que hizo a la ciudad de Efrén cuando los judíos se resolvieron a matarle.
El Prefacio es un aviso que hace el sacerdote al pueblo para que adore el sacramento que se va acercando. En tiempo de Gelasio no había más de nueve prefacios fuera del común: y el papa Urbano segundo añadió el de nuestra Señora. Llámase en todos a Dios tres veces Sanctus y una Dominus Deus Sabaoth, que significa Señor de los ejércitos, porque en lo primero se representa la santísima Trinidad y en lo segundo la unidad de la divina sustancia, y acábase con de ir Hosana, que es voz hebrea y quiere decir ruégote, Señor, que me salves, la cual se repite dos veces porque Cristo es nuestro Salvador en cuanto Dios y en cuanto hombre: en cuanto Dios, dándonos la gloria eterna, y en cuanto hombre, mereciéndonosla con su preciosísima sangre.
El canon es voz griega, que significa regla, porque contiene el orden invariable con que se ha de celebrar este divino sacramento, y dícele en voz baja por más reverencia, y porque los seglares no le sepan y le digan.
El hacer en la primera oración, tres veces la señal de la cruz sobre la hostia y el cáliz, significa el haber sido entregado Cristo, nuestro Señor, tres veces, la primera de su Padre al mundo por su voluntad, la segunda de Judas a los Fariseos por el dinero, y la tercera de los jueces a la cruz por la envidia que de él tenían: o las tres veces que fue escarnecido delante de los pontífices Heredes y Pilato.
En la segunda oración se ruega, lo primero por toda la santa Iglesia católica, en la que se contienen todos los fieles buenos y malos, como están sujetos a la obediencia del sumo Pontífice, y así se excluyen del fruto de este sacrificio los infieles, herejes y cismáticos, aunque tal vez se pueda rogar a Dios por ellos, pidiéndole que alumbre sus entendimientos. Y luego en particular se hace oración por el Pontífice, Arzobispo, Rey y personas de grandes puestos, que esto significa allí Orthodoxis.
El Memento de los vivos es una memoria que hace el sacerdote, rogando a Dios, en primer lugar por la persona por cuya intención dice la misa, y luego por sí, por sus encomendados, amigos, y bienhechores.
Los Comunicantes es otra oración hecha a los Santos, para que intercedan por nosotros, empezando desde la Virgen Santísima, porque exceden en gracia y gloria a todos los ángeles, santos y santas de la bienaventuranza: a los doce Apóstoles y con ellos a doce Mártires, que son: San Lino, San Cleto, San Clemente, San Sixto, San Cornelio, San Cipriano, San Lorenzo, San Crisógono, San Juan, San Pablo, San Cosme y San Damián. La causa de poner solos estos doce fue por igualar el número de los Apóstoles, y la de poner estos mártires fue voluntad divina; porque queriendo algunos pontífices poner en lugar de estos mártires, otros de su devoción, se hallaron borrados por la mañana los nuevos, y vueltos a escribir los que estaban antes. No se hace memoria en esta oración de los santos confesores, porque cuando se compuso esta parte del Canon, no usaba la Iglesia celebrar sus muertes.
El poner las manos sobre la hostia y el cáliz, es un modo de señalar el sacrificio, que ofrece a Dios el sacerdote de su parte, de la del pueblo, y de toda la Iglesia, con una oración, en que le pide le sea acepto, nos conserve en su paz, nos libre de las penas del infierno, y nos lleve a su gloria eterna, por los méritos de su unigénito Hijo.
El pedir a Dios haga esta ofrenda, Benedictam, adscriptam, ratam, rationabilem, acceptabilemque, quiere decir que por ella seamos benditos, escritos en el reino de los cielos, firmes en las entrañas de Cristo nuestro Señor y libres de los apetitos contra razón, siendo esta víctima aceptable a los ojos de Dios, porque, aunque ella lo es por sí misma, quien la ofrece puede dejar de serlo.
El levantar los ojos al cielo, es una imitación de Cristo, cuya persona representa el sacerdote; pues es cierto que quien los levantó para resucitar a Lázaro, también los levantaría para convertir el pan y el vino en su cuerpo y su sangre.
El alzar la hostia después de dichas las palabras de la consagración para que el pueblo adore en ella la carne, la sangre, el alma y la divinidad de Cristo, significa cuando, después de haberle clavado en la Cruz, le levantaron en alto para que le viese la turba.
El alzar el cáliz, la sangre que estaba derramando por tantas heridas y particularmente por la de su sacratísimo costado.
El rogar a Dios reciba su voluntad en su trono por mano de los ángeles es darnos a entender que ellos, como guardas y centinelas nuestros le proponen los servicios que le hacemos, mejor que nosotros mismos: y también que mientras el Sacerdote dice misa, está el altar rodeado de ángeles y serafines.
El Memento por los difuntos, es una recordación, primeramente del alma por quien se ofrece el sacrifico, y luego de las que le están encomendadas en general y particular, y últimamente de las que padecen en el purgatorio, porque no hay sufragio que tanto les alivie las penas.
El levantar la voz al decir Nobis quoque peccatoribus muestra el dolor que tiene, acordándose que es pecador, por ser la voz intérprete de los afectos del alma.
El descubrir el cáliz da a entender que con la pasión del Salvador, se descubrieron y revelaron los misterios, figuras y profecías del testamento viejo.
El hacer tres cruces en el cáliz y la hostia, muestra que los judíos le crucificaron otras tantas, diciendo tres veces crucifícale, o significa las tres oraciones que hizo en la cruz. La primera, rogando por sus enemigos. La segunda diciendo que su Padre le había desamparado. Y la tercera encomendando el espíritu en sus manos.
El hacer cinco cruces en la hostia, significa las cinco llagas, o las tres horas que estuvo en la cruz, en cuyo tiempo salieron de su costado dos principales sacramentos, el Bautismo y Eucaristía.
El levantar un poco la hostia sobre el cáliz declara que, si Cristo murió en la Cruz, también resucitó al tercer día, y después subió a los cielos.
El poner la hostia sobre los corporales es señal que, después de bajar de la cruz su sagrado cuerpo, fue envuelto en una sábana que le sirvió de mortaja.
El cubrir el cáliz advierte que en el tiempo del antecristo reinará la mentira, y estará cubierta la luz de la verdad católica.
El alzar la voz para decir Per omnia scecula sceculorum significa que cuando Cristo hubo de expirar, alzó la voz, y clamó como afirman los Evangelios.
La oración del Pater noster que compuso el mismo Hijo de Dios para que los Apóstoles la dijesen en la misa, es la más antigua, más soberana, más sustancial, más legítima, más clara, más común y más necesaria, y la que primero han de enseñar los padres a sus hijos, después del Credo. Dícese a voces, porque los que la oyen la digan y entiendan, como cosa que encierra tantos bienes y tesoros, para el bien de nuestras almas.
El decir en voz baja: Libéranos, quoesumus, Domine, nos trae a la memoria el silencio en que las Santas Marías quedaron viendo muerto a su amantísimo Señor y dueño.
El rogar a Dios nos libre de los males presentes, pasados y futuros, no se ha de entender sólo por los pecados, sino por la pena que merecen; porque aunque esté absuelta la culpa, la pena puede ser que no esté perdonada.
El poner por intercesores después de la Virgen a San Pedro, a San Pablo y a San Andrés, es porque estos tres Santos en el modo de padecer se asimilaron más a la pasión de Cristo, que los demás. Pues San Pedro fue crucificado, San Andrés acabó en cruz, y San Pablo murió también crucificado, en el afecto ya que no en el acto; y así decía muchas veces de sí mismo que estaba enclavado en la cruz con su Señor Jesucristo, y traía en su cuerpo las señales de sus llagas, clavos y heridas.
El partir la hostia en tres partes, quedando el cuerpo de Cristo nuestro Señor entero en todas, significa las tres partes de las iglesias, por quienes este sacrificio se ofrece, que son los santos a cuya honra se dedica para que alaben al Señor, los vivos para que se salven y los muertos para que salgan del purgatorio, donde padecen.
El hacer tres cruces sobre el cáliz con la partícula representa los tres días que estuvo el Salvador en el Sepulcro.
El echar la partícula en el cáliz declara como el día que resucitó le volvió a quitar y a unir el alma racional con su sagrado cuerpo.
El repetir Agnus Dei, que puso San Sergio, tres veces, dándose en los pechos, es porque deseamos alcanzar perdón de tres géneros de pecados, que son los cometidos por palabra, por obra y por pensamiento.
Luego dice el sacerdote unas oraciones devotas, con la voz baja y el cuerpo humillado, preparándose para recibir el Santísimo Sacramento: y después de tomarle en las manos, diciendo con devoción y ternura: Domine, non sum dignus, consume el cuerpo, recibe la sangre, purifícase, lávase los dedos, enjuga el cáliz, cúbrele, dobla los corporales, dice el verso que llaman comunion, besa el altar, saluda al pueblo, dice la última oración, vuelve a decir: Dominus vobiscum, con Ite missa est, o Benedicamus Domino, vuelve al altar, dobla el cuerpo, dice una oración a la Santísima Trinidad, besa el altar, alza los ojos al cielo, abre los brazos, inclina la cabeza, y vuelto últimamente al pueblo lo bendice, y refiere el Evangelio de San Juan, cuyas palabras y ceremonia son tan claras que no necesitan de explicación y por eso no nos detenemos con ellas.