Frithjof Schuon — referências ao termo “renúncia”
El fundamento de la ascensión espiritual es que Allah es puro Espíritu y que el hombre se Le asemeja fundamentalmente por la inteligencia; el hombre va hacia Allah mediante lo que, en él, es más conforme a Allâh, a saber, el intelecto, que es a la vez penetración y contemplación y cuyo contenido «sobrenaturalmente natural» es el Absoluto, que ilumina y libera. El carácter de una vía depende de una determinada definición previa del hombre: si el hombre es pasión -como lo quiere la perspectiva general del Cristianismo- (42) la vía es sufrimiento; si es deseo, la vía es renunciamiento; si es voluntad, la vía es esfuerzo; si es inteligencia, la vía es discernimiento, concentración y contemplación. Pero también podríamos decir: la vía es tal cosa «en la medida en que» -y no «porque»- el hombre posee tal naturaleza; y esto permite comprender por qué la espiritualidad musulmana, aunque se funda en el misterio del conocimiento, no implica menos la renuncia y el amor. Compreender o Islã 1
Otra fórmula de una importancia casi orgánica en la vida mana es ésta: «Si Dios quiere» (in shâ’a-Lláh); por esta enunciación el musulmán reconoce su dependencia, su debilidad y su ignorancia ante Dios, y renuncia al mismo tiempo a toda pretensión personal; es esencialmente la fórmula de la serenidad. Es afirmar igualmente que el fin de todo es Dios, que Él es el único término absolutamente cierto de nuestra existencia; no hay futuro fuera de Él. Compreender o Islã 2
Esta virtud de sinceridad plantea el problema de la línea de demarcación entre lo que es obligatorio y lo que no lo es. Es aquí donde interviene la distinción, por una parte, entre la verdad absoluta y las verdades relativas y, por otra, entre el bien absoluto y los bienes relativos; ahora bien, se trata de no confundir la verdad relativa con el error ni el bien relativo con el mal; con mayor razón, no podría tratarse de tomar el error o el pecado por bienes relativos. Lo que hay que comprender es que el hombre sincero o el hombre veraz tiene el derecho de ser humano: tiene derecho por definición a las relatividades intelectuales y morales de las que tiene necesidad para vivir, siempre que estén de acuerdo con lo que él puede y debe aprehender intelectual y moralmente del Absoluto. Por una parte, nada se asemeja al Principio trascendente, y si no existiera más que este aspecto de la verdad total, el hombre tendría que renunciar a todo; pero su misma existencia prueba que la verdad implica otro aspecto, el de la participación, lo que nos permite añadir: por otra parte, todo manifiesta el Principio — que es inmanente sin dejar de ser trascendente -, sin lo cual nada existiría. Por consiguiente, si por una parte está la opacidad de las cosas, que nos obliga a buscar a Dios más allá de ellas, por otra está su transparencia, que nos permite aceptarlas a la vez que buscamos a Dios; aceptarlas precisamente en la medida en que son objetiva o subjetivamente transparentes y no de otra manera. Es decir, que el hombre que ama a Dios con sinceridad tiene sin embargo el derecho de amar a una criatura «en Dios», no contra Él; ser humano y vivir en la relatividad no es traicionar la sinceridad que debemos al Absoluto (NA: La doctrina islámica distingue entre la «abstracción» (NA: tanzîh) y la «analogía» (NA: tashbîh): esto es lo que permite, por vía de consecuencia, realizar el equilibrio humano que el Islam preconiza. Tal Avatara o tal religión manifiesta la renuncia y, por la fuerza de las cosas, el equilibrio en la renuncia; tal otro Avatara o tal otra religión manifiesta el equilibrio y, con la misma necesidad, la renuncia en el equilibrio.). El esoterismo como principio y como vía: II LAS VIRTUDES EN LA VÍA
En cuanto al orgullo, fue definido perfectamente por Boecio: «Todos los demás vicios huyen de Dios; únicamente el orgullo se levanta contra Él.» Y también por San Agustín: «Los otros vicios se apegan al mal a fin de que sea cumplido; sólo el orgullo se apega al bien, a fin de que perezca.» Cuando Dios está ausente, el orgullo colma necesariamente el vacío; no puede dejar de aparecer en el alma cuando nada se refiere al Soberano Bien. Ciertamente, las virtudes de los mundanos, o las de los incrédulos, tienen su valor relativo e indirecto, pero lo mismo vale para las cualidades físicas a su nivel; sólo las cualidades valorizadas por la Verdad y la Vía concurren a la salvación del alma; ninguna virtud separada de estos fundamentos tiene poder salvador, y esto prueba la relatividad, y el alcance indirecto, de las virtudes propiamente naturales. El hombre espiritual no se siente propietario de sus virtudes; renuncia a los vicios y se extingue — activa y pasivamente — en las Virtudes divinas, las Virtudes en sí mismas. La Virtud es lo que es. El esoterismo como principio y como vía: II LO QUE ES Y LO QUE NO ES LA SINCERIDAD
Se habla demasiado a menudo de la sinceridad de un error, pero se suele olvidar que la verdadera sinceridad, por cuanto coincide con el amor a la verdad, excluye la persistencia en una idea falsa, pues quien quiere ser profundamente sincero desconfía de sus inclinaciones naturales y vacila en identificarlas con la realidad objetiva. Esto equivale a decir que la sinceridad, en la medida en que compromete a la inteligencia, coincide con la objetividad — o al menos con una objetividad suficiente desde un determinado punto de vista relativo pero válido — y esta cualidad implica una cierta renuncia a sí mismo, luego una especie de muerte; como explica a su manera, y perfectamente, este adagio hindú: «No hay derecho superior al de la verdad.» El esoterismo como principio y como vía: II LO QUE ES Y LO QUE NO ES LA SINCERIDAD
En un primer pasaje del Inferno en que se refiere a Celestino V, Dante «ve y reconoce» en el primer círculo del infierno, reservado a los pecados por omisión, «la sombra del que la gran renuncia hizo por cobardía» (NA: III, 58-60). En un segundo pasaje del Inferno, es Bonifacio VIII quien habla de las «dos llaves que a mi predecesor no fueron caras» (NA: XXVII, 103-105); en un tercer pasaje, se reprocha al mismo Bonifacio VIII «haber despojado mediante fraude (NA: a Celestino V) de la Bella Dama (NA: la Iglesia), para, a continuación, abusar de ella» (NA: XIX, 55-57). La actitud de Dante respecto a Celestino V parece excesiva, pero hay que tener en cuenta los siguientes factores: en principio, la canonización del papa eremita llevada a cabo bajo el pontificado de Clemente V, tuvo lugar después de la terminación del Inferno según parece; pero, a continuación, Dante evita nombrar a Celestino V, de manera que se ha podido proponer la tesis de que, en el primer pasaje citado se trata, no de este papa, sino de Esaú o de Diocleciano, ambos más o menos traidores a su cargo (NA: Reproche evidente para el hermano de Jacob, pero no para el emperador romano.); en fin, sólo este primer pasaje sitúa al papa en el infierno — admitiendo que se trata verdaderamente de él -, mientras que en los otros dos pasajes a quien coloca allí es a Bonifacio VIII, y las alusiones a Celestino V — indiscutibles en estas ocasiones — no implican que este último resultara también condenado. El esoterismo como principio y como vía: II EL VERDADERO REMEDIO
Para el antiguo caballero no había en el fondo más que esta alternativa: el riesgo de la muerte o la renuncia al mundo; la grandeza de la responsabilidad, del riesgo o del sacrificio, coincide con la cualidad de la «nobleza»; vivir noblemente es vivir en compañía de la muerte, sea carnal o espiritual. El caballero no tenía derecho a perder de vista las fisuras de la existencia; obligado a ver las cosas desde lo alto siempre debía rozar con su nada. Además, para poder dominar a los otros es preciso saber dominarse a sí mismo; la disciplina interior constituye la cualificación esencial para las funciones de jefe, juez y guerrero. La nobleza verdadera, que por lo demás no podría ser el monopolio de una función, implica una conciencia penetrante de la naturaleza de las cosas al mismo tiempo que un generoso don de sí mismo, excluyendo tanto las quimeras como las bajezas (Nada es más falso que la oposición convencional entre un «idealismo» y un «realismo» que insinúa en suma que lo «ideal» no es «real» y a la inversa, como si un ideal situado fuera de la realidad tuviese el menor valor y como si la realidad se situase siempre sin llegar a lo que podemos llamar un «ideal»; creerlo así es pensar de modo cuantitativo, no cualitativo. Consideramos aquí el sentido corriente de los términos y no su significado específicamente filosófico.). Sobre los mundos antiguos: MIRADAS SOBRE LOS MUNDOS ANTIGUOS LA VÍA DE LA UNIDAD