Ciertamente, hay un correctivo (pratividhi) para este sí mismo elemental, a saber, en el estudio y dominio de la sabiduría de los Vedas y en el cumplimiento del deber propio de uno (svadharma)1 en sus etapas regulares (asrama, Maitri Upanishad IV.3). «Con el conocimiento del Brahman, con el ardor (tapas) y la contemplación (cinta = dhyana) adquiere la beatitud sempiterna, si, cuando este “hombre en el carro” (rathitah) (Caminho) se libera de esas cosas de las cuales estaba lleno2 y por las cuales estaba vencido, entonces alcanza la conjunción con el Espíritu (atman eva sayujam upaiti, Maitri Upanishad IV.4)», es decir, «siendo Brahma mismo entra en Brahma» (brahmaiva san brahmapyeti, Brhadaranyaka Upanishad IV.4.6)3 , y así «auténticamente Brahma-devenido, permanece» (brahmabhutena attana viharati, Anguttara Nikaya II.211). Esa es la deificatio de Nicolás de Cusa, cuyo sine qua non es una ablatio omnis alteritatis et diversitatis4 .
Dicho de otro modo, Prajapati «desea» (kam, man) devenir muchos, para «expresar (srj)» a sus hijos, y habiéndolo hecho está vaciado y cae desencordado (Brahmanas, passim). Entra «con amor (prena)» en ellos, y entonces no puede juntarse (sambhu) de nuevo, entero y completo, excepto por la operación sacrificial (Taittiriya Samhita V.5.2.1); desde sus partes disjuntadas no puede juntarse a sí mismo (samhan), y solo puede ser curado por medio de las operaciones sacrificiales de los dioses (Satapatha Brahmana I.6.3.36, etc.). Se conoce suficientemente bien, y no necesita demostración aquí, que el propósito final de esta operación, en la que el sacrificador se sacrifica a sí mismo simbólicamente, es juntar de nuevo, entero y completo, a la vez al sacrificador y a la deidad dividida, a uno y el mismo tiempo. Es evidente que la posibilidad de una regeneración simultánea tal reposa en la identidad teórica del ser real del sacrificador con el de la deidad inmanente, postulada en el dicho: «Eso eres tú». Sacrificar nuestro sí mismo es liberar al Dios dentro de nosotros.
Podemos ilustrar todavía de otro modo la tesis haciendo referencia a esos textos en los cuales se habla de la deidad inmanente como de un «ciudadano» del cuerpo político en el que, por así decir, está confinado, y del que también se libera cuando se recuerda a sí mismo y nosotros nos olvidamos de nosotros mismos. Es bien sabido que al cuerpo humano se le llama una «ciudad de Dios» (puram… brahmanah, Atharva Veda Samhita X.2.28; brahmapura, passim)5 ; y el que como un pájaro (paksi bhutva) deviene un ciudadano en todas estas ciudades (sarvasu pursu purisayah) es hermenéuticamente purusa (Brhadaranyaka Upanishad II.5.18). El Hombre o la Persona Solar que así nos habita y es el Amigo de Todos es también el amado Vamadeva, el Soplo (prana), «que se establece en medio de todo lo que es (sa yad idam sarvam madhyato6 dadhe)… y que protege del mal a todo lo que es»7 (Aitareya Aranyaka II.2.1); y estando en la matriz (garbhe… san) es el conocedor de todos los nacimientos de los dioses (Soplos, Inteligencias, las facultades o poderes del alma) que le sirven (Rg Veda Samhita IV.27.1; Katha Upanishad V.3, etc.). Dice de sí mismo que «aunque un centenar de ciudades8 me retengan9 , yo salgo velozmente con la velocidad del halcón» (Rg Veda Samhita IV.27.1)10 , y que «Yo era Manu y el Sol» (Rg Veda Samhita IV.26.1; Brhadaranyaka Upanishad I.4.10, etc.)11 .
NOTAS