Coomaraswamy (HB): Hinduísmo – Introdução

«Ninguna enseñanza valdrá, sino sólo ser» Jacob Boehme, De incarnationi Verbi, I.4.19.
«Las Sagradas Escrituras declaran por todas partes que el hombre debe vaciarse de sí mismo. Cuando estás libre de ti mismo, entonces eres auto-controlado, y auto-controlado eres auto-poseído, y auto-poseído eres poseído de Dios y todo lo que Él ha hecho» Meister Eckhart, Franz Pfeiffer, p. 598.«El que se conoce a sí mismo, conoce a su Señor con una unificación que transciende toda co-asociación» Najmu‘ddin Kutra (R. A. Nicholson, Notes on Mathnawi I.1958-9).

«¿En qué punto no olvidarás a Dios?. Siempre que no te olvides de ti mismo; pues al recordar tu propia nada respecto de todo, recordarás también la trascendencia de Dios respecto de todo» Filon, De Sacrificiis Abelis et Caini, 5.5.

«Todas las sagradas escrituras que tienen la indagación del Sí mismo como objeto declaran: la aniquilación de la postulación-de-yo implica la Liberación». Shri Ramana Maharshi (ca. 1907), en Heinrich Zimmer, Der Weg zum Selbst, p. 199, 1954.

«Pues conviene a la mente que quiera dejarse y liberarse, retirarse de la influencia de todo,… y finalmente de sí misma». Filon, Legum Allegoriarum III.41

«¿Qué es uno mismo?. Razón». «¿Qué es este sí mismo?. — La razón». Marcus Aurelius 8.40

INTRODUCCIÓN

El brahmanismo o hinduismo no es sólo la más antigua de las religiones de misterios, o más bien de las disciplinas metafísicas, de las que tenemos un conocimiento pleno y preciso proveniente de fuentes literarias, y, en lo que concierne a los últimos dos mil años, también de documentos iconográficos, sino, quizás, también la única de éstas que ha sobrevivido con una tradición íntegra, y que es vivida y comprendida en el presente día por muchos millones de hombres, de quienes, algunos son campesinos, y otros hombres instruidos bien capaces de explicar su fe, tanto en lenguas europeas como en sus propias lenguas. Sin embargo, y aunque las escrituras y prácticas antiguas y recientes del hinduismo han sido examinadas por eruditos europeos durante más de un siglo, apenas sería una exageración decir que podría darse una estimación fiel del hinduismo en la forma de una negación categórica de la mayor parte de las afirmaciones que se han hecho a su respecto, tanto por los eruditos europeos como por los eruditos indios educados en nuestros modos modernos de pensamiento escéptico y evolucionista.

Por ejemplo, se podría comenzar observando que la doctrina védica no es ni panteísta ni politeísta, ni un culto de los poderes de la Naturaleza, excepto en el sentido en que Natura naturans est Deus y todos sus poderes son sólo los nombres de los actos de Dios; que karma no es «fatum», excepto en el sentido ortodoxo del carácter y el destino que es inherente a las cosas creadas mismas, y que, comprendido rectamente, determina su vocación; que maya no es «ilusión», sino más bien la medida y los medios maternales esenciales a la manifestación de un mundo de apariencias cuantitativo, y en este sentido «material», por el que nosotros podemos ser iluminados o engañados según el grado de nuestra propia madurez; que la noción de una «reencarnación», en el sentido popular del retorno de los individuos fallecidos a un renacimiento en esta tierra, sólo representa una incomprensión de las doctrinas de la herencia, la transmigración y la regeneración; y que los seis darsanas de la «filosofía» sánscrita posterior no son otros tantos «sistemas» mutuamente exclusivos sino, como su nombre mismo implica, otros tantos «puntos de vista» que no son más mutuamente contradictorios que, digamos, la botánica y las matemáticas. También negaremos la existencia en el hinduismo de algo único y peculiar a él mismo, aparte del color local y de las adaptaciones sociales que deben esperarse bajo el sol, donde nada puede conocerse excepto en el modo del conocedor. La tradición india es una de las formas de la Philosophia Perennis, y como tal, encarna esas verdades universales de las que ningún pueblo o edad puede pretender la exclusiva. Por consiguiente, el hindú acepta de buena gana que otros hagan uso de sus propias escrituras, como «pruebas extrínsecas y probables» de la verdad como ellos también la conocen. Además, el hindú argumentaría que un verdadero acuerdo entre culturas diferentes sólo puede efectuarse sobre estas alturas.

Intentaremos exponer ahora los fundamentos positivamente: sin embargo, no como esto se hace usualmente, de acuerdo con el «método histórico», que obscurece la realidad más que la ilumina, sino desde un punto de vista estrictamente ortodoxo, tanto en lo que concierne a los principios como a su aplicación; procuraremos hablar con precisión matemática, pero sin emplear nunca nuestras propias palabras, y sin hacer nunca afirmaciones para las que no pueda citarse una autoridad por capítulo y versículo; al trabajar de esta manera haremos nuestra técnica característicamente india.

No podemos intentar un examen de la literatura religiosa, puesto que esto equivaldría a una historia literaria de la India, historia literaria en la que no podemos decir donde acaba lo que es sagrado y donde comienza lo que es secular, y en la que incluso los cantos de los bardos y de los hombres de escena son los himnos de los Fieles de Amor. Nuestras fuentes literarias comienzan en el Rigveda (1.200 o más a. C.), y acaban sólo con los más recientes tratados teológicos Vaishnavas, Shaivas y Tántricos. Sin embargo, debemos mencionar especialmente la Bhagavad Gita, probablemente como la obra más importante producida nunca en la India; este libro de dieciocho capítulos no es, como a veces se ha llamado, una obra «sectaria», sino una obra que se estudia universalmente y que a menudo se repite de memoria a diario por millones de indios de todas las persuasiones; puede describirse como un compendio de toda la doctrina védica que se encuentra en los antiguos Vedas, Brahmanas y Upanishad; y debido a que es la base de todos los desarrollos posteriores, puede considerarse como el foco de toda la religión india. A esto debemos agregar que los seudo-históricos Krishna y Arjuna han de identificarse con los míticos Agni e Indra.

Ananda Coomaraswamy