PRÓLOGO
Para permitir el tener acceso en un libro y evitar así a los lectores las búsquedas en números de revistas agotadas desde hace largo tiempo, hemos reunido bajo el título de Mélanges cierto número de artículos de René Guénon y de Palingénius, su seudónimo en la época de La Gnose, revista fundada por él en 1909. Hemos dividido el conjunto de los artículos en tres partes: Metafísica y Cosmología, Ciencias y Artes tradicionales, Sobre algunos errores modernos. Desde el capítulo I de la Primera Parte, “El Demiur-go”, que es, creemos, el primer texto que dio a la imprenta en 1909 a la edad de 23 años, hasta “La ciencia profana ante las doctrinas tradicionales”, de abril de 1950, transcurren más de 40 años. En este intervalo de cerca de medio siglo, no se puede decir que las posiciones intelectuales de René Guénon hayan cambiado mucho, sobre todo en lo que concierne a las críticas contra el mundo moderno.
En el plano de la exposición teórica de la Doctrina tradicional, es probable que hu-biese presentado “El Demiurgo” de otra manera en ciertos puntos, pero sin cambiar la significación profunda, puesto que su punto de vista metafísico ha permanecido siempre el mismo.
“Monoteísmo y angelología”, de 1946, explica el error politeísta como una degene-ración de formas tradicionales debida a la incomprehensión de las relaciones de los di-versos atributos con el Principio Supremo. Guénon retoma así, pero de una forma más accesible a los occidentales, una argumentación de Shrî Sankara en su comenta-rio de la Mândûkya Upanishad. Se notará que, ya en “El Demiurgo”, las citas shankar-yanas eran numerosas.
“Espíritu e intelecto” (1947) precisa que el sentido de las palabras está en función de los diferentes órdenes de realidad para los cuales son utilizadas. El Intelecto o buddhi es de naturaleza esencialmente supraindividual, puesto que no es otra cosa que la expre-sión misma de atman en la manifestación. Si se toma entonces la palabra Espíritu en el sentido de Intelecto, hay que concebirlo como un Principio de orden universal, la prime-ra producción de Prakriti.
“Las Ideas Eternas” (1947), contrariamente a la opinión de algunos, no deben ser en ningún caso consideradas como simples virtualidades con relación a los seres manifes-tados de los que ellas son los “arquetipos” principiales; en efecto, “no puede haber nada virtual en el Principio, sino, bien al contrario, la permanente actualidad de todo en un “eterno presente”, actualidad que constituye precisamente el único fundamento real de toda existencia”. Ver las cosas de otra manera equivale a “cortar las raíces de las plan-tas”. “Lo que es virtual, no es nuestra realidad en el Principio sino la conciencia que de ella podemos tener durante la manifestación”.
El capítulo VI: “Conócete a ti mismo” es la traducción francesa, revisada y corregi-da por Guénon, de un artículo en árabe que él había dado a la revista Al-Maa’rifah. Re-cordemos que Guénon partió para El Cairo en marzo de 1930 pero que su “vinculación” al Taçawwuf se remontaba al 1912.
Las “Observaciones sobre la notación matemática y sobre la producción de los nú-meros” han sido escritas en la época de La Gnose, 1910. Las primeras han sido retoma-das y desarrolladas en Les Principes du calcul infinitésimal editadas en 1946 en la N.R.F. en la colección “Tradition”.
Las “Observaciones sobre la producción de los números”, escritas en el verano de 1930 son continuación del “Demiurgo”. Se aprecia en ellas la influencia del Pitagorismo y de la Kábala (ver Formas tradicionales y ciclos cósmicos, III parte, p. 60 a 110 de la ed. francesa).
“La Iniciación y los oficios” es un artículo menos antiguo puesto que apareció en Le Voile d´Isis en abril de 1934. El autor explica en él porqué la iniciación ha devenido necesaria a medida que la humanidad se alejaba más y más del estado primordial. Como en “las artes y su concepción tradicional”, Guénon expone las raíces de la degeneración de los oficios y de las artes a consecuencia de la “caída” o de la marcha descendente del ciclo actual. Con todo, indica la posibilidad de una iniciación de “pequeños misterios” basada sobre el oficio de constructor que subsiste todavía válidamente en Occidente. (Cf. al respecto Apreciaciones sobre la Iniciación).
Es de lamentar que Guénon no haya tenido tiempo de terminar “Las condiciones de la existencia corporal”, comenzado en enero y febrero de 1912, es decir, en los dos úl-timos números de La Gnose. A pesar entonces de que el texto que de nuevo presenta-mos aquí no concierne sino a Akâsha y Vâyu y que los otros tres elementos: Fuego–Agua-Tierra (Tejas-Apa-Pritvhî) no hayan sido considerados, hemos pensado que la parte redactada interesaría suficientemente al público al cual estaba destinado y que era preferible hacerlo figurar con los restantes artículos de Mélanges.
“La Gnosis y las escuelas espiritualistas” nos hace retornar a nuestro punto de parti-da, es decir, a la época del “Demiurgo”, noviembre de 1909. Es una toma de posición definitiva pues, escribe Guénon, “un Principio universal no puede inferirse de hechos particulares… El conocimiento, solamente en nosotros mismos podremos encontrar sus principios y no en los objetos exteriores”.
Una serie de artículos reproducidos a partir de la página 176 de Mélanges, precisará las críticas dirigidas a las escuelas llamadas espiritualistas, es decir, los ocultistas, los teosofistas y los espiritistas, críticas que se renovarán y desarrollarán en L’Erreur spirite y Le Théosophisme algunos años más tarde.
En fin, el último capítulo “La ciencia profana ante las doctrinas tradicionales”, que data de abril de 1950, reafirma, frente a los “científicos” esta vez, las mismas tomas de posición que en la época de La Gnose.
“Es el punto de vista profano el ilegítimo como tal, ya que considera las cosas sin vincularlas a ningún principio trascendente y como si fueran independientes de todo principio. La ciencia moderna entera no tiene ningún derecho a ser considerada como un verdadero conocimiento, puesto que, incluso si enuncia cosas que son ciertas, la manera en que las presenta no deja de ser ilegítima, y es en todo caso incapaz de dar razón de su verdad, la cual no puede resultar más que de su dependencia frente a unos principios… “
“Las aplicaciones prácticas a las cuales esta ciencia puede dar lugar son totalmente independientes del valor de la ciencia como tal… y los sabios mismos reconocen que ellos utilizan fuerzas de las que ignoran completamente su naturaleza; esta ignorancia está sin duda para muchos en el carácter peligroso que tales aplicaciones presentan de-masiado frecuentemente… “
Sería difícil negar hoy, tras un cuarto de siglo, la justeza de las últimas advertencias de Guénon. Ello no impedirá ciertamente al destino del ciclo humano cumplirse pero permitirá quizás a algunos comprender mejor la época en la que vivimos y la siempre presente actualidad de aquel al que Shrî Ramana Maharshi llamaba “El Gran Sufí”.
Roger Maridort, 1976