Coomaraswamy (HB) – Hinduismo Teologia

El Sacrificio (yajña) que se oficia aquí abajo es una mímesis ritual de lo que los Dioses hicieron en el comienzo, y, de la misma manera, es a la vez un pecado y una expiación. Nosotros no comprenderemos el Mito hasta que hayamos hecho el Sacrificio, ni haremos el Sacrificio hasta que hayamos comprendido el Mito. Pero antes de que podamos intentar comprender la operación, debe preguntarse, ¿Qué es Dios? y ¿Qué somos nosotros?.

Dios es una esencia sin dualidad (advaita), o, como algunos sostienen, sin dualidad, pero no sin relaciones (visistadvaita). Dios sólo ha de aprehenderse como Esencia (asti), pero esta Esencia subsiste en una naturaleza doble (dvaitibhava), a saber, como ser y como devenir. Así, lo que se llama la Entereidad (krtsnam, purnam, bhuman) es a la vez explícito y no explícito (niruktanirukta), sonante y silente (sabdasabda), caracterizado y no caracterizado (saguna, nirguna), temporal y eterno (kalakala), partido y no partido (sakalakala), en una semejanza y no en una semejanza (murtamurta), manifestado e inmanifestado (vyaktavyakta), mortal e inmortal (martyamartya), perecedero e imperecedero (ksharascakshara), y así sucesivamente. Quienquiera que le conoce en su aspecto próximo (apara), inmanente, le conoce también en su aspecto último (para), transcendente; la Persona sedente en nuestro corazón, a saber, la Persona que come y que bebe, es también la Persona en el Sol. Este Sol de los hombres, y Luz de las luces, «a quien todos los hombres ven, pero pocos conocen con la comprehensión», es el Sí Mismo Universal (atman) de todas las cosas móviles o inmóviles. Su ser lo que él es, es a la vez dentro y fuera (bahir antas ca bhutanam), pero ininterrumpidamente (anantaram), y, por consiguiente, es una presencia total, indivisa en las cosas divididas. Él no viene de ninguna parte, ni deviene nunca alguien, sino que sólo se presta a todas las modalidades de existencia posibles.

Se debe haber comenzado a comprender que la teología y la autología son una y la misma ciencia, y que la única respuesta posible a la pregunta, «¿Qué soy yo?» debe ser «Eso eres tú». Pues, como hay dos en quien es a la vez Amor y Muerte, así, como toda la tradición lo afirma unánimemente, hay dos en nosotros; aunque no dos de él o dos de nosotros, ni uno de él y uno de nosotros, sino solamente un único de ambos. Como nosotros estamos ahora, entre el comienzo primero y el fin último, estamos divididos contra nosotros mismos, como entre esencia y naturaleza, y, por consiguiente, le vemos a él, igualmente, como dividido contra sí mismo y separado de nosotros. Vamos a describir la situación en dos figuras diferentes. De los pájaros conyugados, a saber, el Pájaro-Sol y el Pájaro-Alma, que están posados en el Árbol de la Vida, uno es omnividente, y el otro come de sus frutos. Para el Comprehensor estos dos pájaros son uno; en la iconografía encontramos un único pájaro con dos cabezas o dos pájaros con los cuellos entrelazados. Pero desde nuestro punto de vista hay una gran diferencia entre las vidas del espectador y del participante; uno no está implicado, el otro, inmerso en su alimentarse y guarecerse, sufre por su falta de dominio (anisa) hasta que percibe a su Señor (isa), y reconoce en él y en su majestad a su Sí mismo, cuyas alas jamás han sido cortadas.

[AKCHB]

Ananda Coomaraswamy